Análisis estructural de la misión mormona

Alejandro Basualdo

Universidad Nacional de Rosario

Argentina

alejandrobasualdo@gmail.com

http://orcid.org/0000-0001-5902-0768

Structural Analysis of the Mormon Mission

Abstract

In this article, we expose the analysis of the institution known as “mission” or “missional work”, which is made up of proselytizing practices carried out by young members of the Church of Jesus Christ of Latter-days Saints. The empirical reference of this work is the local congregation from the San Lorenzo town, Santa Fe province. Such analysis is based upon the structural methodology proposed by Claude Lévi-Strauss. Also, we show a series of more general theorical implications.

Under the adopted methodology, the general objective of this work is account for underlying properties of the analized institution. To this end, it appeals to the construction of an explanatory model of a qualitative nature. Thus, it seeks to transcend both the level of mere empirical description and the interpretation of the particular case.

Keywords

Latter-day Saints, social organization, rite of passage, structuralism, models construction

Análise Estrutural da Missão Mórmon

resumo

Neste artigo, apresentamos a análise realizada sobre a instituição conhecida como “missão” ou “trabalho missionário”, que é constituída pelo conjunto de práticas proselitistas realizadas pelos jovens membros da Igreja de Jesus Cristo dos Santos dos Últimos Dias. A referência empírica para este trabalho é a congregação local da cidade de San Lorenzo, província de Santa Fé. A referida análise é baseada na metodologia estruturalista proposta por Claude Lévi-Strauss. Também apresentamos uma série de implicações teóricas mais gerais.

Em virtude da metodologia adotada, o objetivo geral deste trabalho é dar conta das propriedades subjacentes da instituição analisada. Para isso, recorre à construção de um modelo explicativo de natureza qualitativa. Dessa forma, busca transcender tanto o nível da mera descrição empírica quanto a interpretação do caso particular.

palavras-chave

Santos dos Últimos Dias, organização social, rito de passagem, estruturalismo, construção do modelos

FECHA DE RECIBIDO 12/08/2021

FECHA DE ACEPTADO 20/03/2022

COMO CITAR ESTE ARTICULO

Basualdo, A. (2022) Análisis estructural de la misión mormona. Revista de la Escuela de Antropología, XXX, pp. 1-17. DOI https://doi.org/10.35305/rea.viXXX.171

Resumen

En este artículo, exponemos el análisis de la institución conocida como “misión” u “obra misional”, la cual está constituida por el conjunto de prácticas proselitistas realizadas por jóvenes miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El referente empírico de este trabajo es la congregación local de la ciudad de San Lorenzo, provincia de Santa Fe. Dicho análisis se basa en la metodología estructuralista propuesta por Claude Lévi-Strauss. Asimismo, presentamos una serie de implicancias teóricas más generales.

En virtud de la metodología adoptada, el objetivo general de este trabajo es dar cuenta de propiedades subyacentes de la institución analizada. Para tal fin, se apela a la construcción de un modelo explicativo de carácter cualitativo. De este modo, se busca trascender tanto el nivel de la mera descripción empírica como la interpretación del caso particular.

Palabras Clave

Santos de los Últimos Días, organización social, rito de paso, estructuralismo, construcción de modelos

Introducción

El presente trabajo tiene como objetivo exponer el análisis realizado a la institución conocida como “misión” u “obra misional”, la cual consiste en el conjunto de prácticas proselitistas llevadas a cabo por jóvenes miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (conocida popularmente como Iglesia mormona, aunque nosotros la referiremos como IJSUD). Dicho análisis se basó a grandes rasgos en los lineamientos teóricos y metodológicos generales planteados por Claude Lévi-Strauss (1987, 1994). En este sentido, se intentará dar cuenta de ciertas propiedades de la institución analizada mediante la construcción de un modelo formal.

De este modo, con nuestro análisis apuntamos a un nivel de análisis diferente con respecto a otros autores que han analizado la “misión” desde otras perspectivas. Éstos son los casos de de Da Silva Catela (1992), quien enfatiza la dimensión sociológica, echando mano al corpus conceptual de Pierre Bourdieu; o de Ceriani Cernadas (2008), quien interpreta a los misioneros mormones como “mito en acción” (Ceriani Cernadas, 2008:83). Vale decir que el abordaje de este último autor se caracteriza por un enfoque mayormente hermenéutico, incluyéndose en la tradición de la llamada “antropología simbólica” (Wright y Ceriani Cernadas, 2007). De manera tal que uno de los aportes principales del presente trabajo reside en este nivel de análisis, de un nivel de mayor abstracción. Por lo tanto, sostenemos que los resultados expuestos trascienden el caso particular analizado, siendo aplicables a la “obra misional” de la IJSUD a nivel global. Es decir, a todas sus manifestaciones particulares.

Asimismo, consideramos que aportamos información empírica pertinente a una eventual discusión teórica sobre ciertos tipos de estructura. Como veremos, damos cuenta, a través del modelo presentado, de una estructura que sintetiza propiedades de dos tipos de estructura que en esta tradición teórica son concebidas a priori como dos tipos distintos: estructuras de subordinación y estructuras de comunicación (Lévi-Strauss, 1994).

Los resultados parciales expuestos en esta oportunidad fueron obtenidos tras realizar una investigación etnográfica sobre la congregación local de la mencionada iglesia en la ciudad de San Lorenzo, Santa Fe, durante los años 2018 y 2019. El análisis presentado se integra a su vez con los resultados mostrados en otro trabajo (Basualdo, 2021). Asimismo, ciertas características generales de la obra misional fueron ya establecidas en otros textos de nuestra autoría (Basualdo, 2019; 2020), por lo que sugerimos al lector que consulte dichos trabajos para tener una descripción más pormenorizada de las características generales de la misión, y de ese modo evitar entretenernos en detalles innecesarios. Asimismo, también recomendamos la lectura de los trabajos de Da Silva Catela (1992) y Ceriani Cernadas (2008) para otras descripciones e interpretaciones de la “misión” mormona.

Teniendo en cuenta esto último, vamos a proceder en primer lugar a describir solamente aquellos detalles empíricos estrictamente necesarios a los fines del análisis presentado, basándonos mayormente en nuestro propio trabajo de campo. Vale aclarar, antes de proseguir, que consideramos que el carácter de la “obra misional” como rito de paso, en los términos planteados por van Gennep (2008), fue debidamente asentado en nuestros trabajos previamente mencionados, así como también por Ceriani Cernadas (2008), a quien seguimos en este respecto.

Una vez realizada la descripción pertinente, pasaremos al análisis estructural propiamente dicho, presentando un esquema que dará cuenta de la estructura simbólica subyacente de la institución analizada. Por último, como establecimos previamente, presentaremos una serie de conclusiones, cuyo valor radica en aportar elementos para argumentar en una potencial discusión teórica. Huelga decir que escapa a nuestras intenciones profundizar sobre ello en esta oportunidad, limitándonos simplemente a señalar nuestros resultados concretos.

Descripción de la obra misional

La misión u obra misional consiste en el conjunto de prácticas proselitistas realizadas por miembros de 18 a 25 años de edad, de ambos sexos, durante un lapso variable de 18 meses para las mujeres y de 24 meses para los varones.1 Se estima que un total de 54.000 jóvenes se encuentran actualmente sirviendo en la obra misional (Hurtado y Clark, 2001: 2).

Siguiendo a Ceriani Cernadas (2008: 84), consideramos que esta institución opera, en este contexto sociocultural particular, como un rito de paso a la adultez para aquellos jóvenes que la llevan a cabo. Si bien no es estrictamente obligatorio, es considerada como un “deber” para los varones, siendo emprendida por aquellos jóvenes miembros de las familias que están más comprometidas con la iglesia e integradas en la comunidad local. En el caso de las mujeres, por su parte, es opcional, y es emprendida a partir de los 19 años.

Hay varios rasgos particulares que hacen a la liminalidad del estatus de los misioneros con respecto a los demás miembros del grupo, sean éstos menores o adultos. En este sentido, los misioneros deben observar una serie de reglas exclusivas para ellos. Entre éstas, se destacan el uso de un vocabulario específico, un código de vestimenta estricto, la observancia regular de ayunos obligatorios, una comunicación muy limitada con sus familias de origen y la prohibición de consumir asiduamente medios masivos de comunicación y redes sociales. La vida de un misionero se caracteriza también por su austeridad, haciendo un uso concienzudamente racionado del limitado presupuesto disponible. A su vez, el hecho de que generalmente los misioneros asignados a una determinada congregación suelen ser extranjeros los dota de cierto aire de exotismo.

Los misioneros operan invariablemente de a pares del mismo sexo, los cuales son denominados “compañerismos”. Estos compañerismos van rotando en lapsos variables, según la decisión de la autoridad a cargo: el “presidente de Misión”. Se caracterizan por una relación interpersonal asimétrica, ya que uno de los misioneros es considerado “compañero mayor” con respecto al otro, denominado “compañero menor”. Estos misioneros comparten la totalidad de las actividades dispuestas por sus superiores durante el tiempo que les toca en suerte ser compañeros. De este modo, cohabitan la misma vivienda y deben ejercer control mutuo, así como velar por el bienestar común. En este sentido, cuando uno de los dos comete una falta, el restante se ve afectado, recibiendo el mismo castigo en la medida en que es responsable por omitir el debido control sobre su compañero.

Existe una unidad organizativa, autónoma con respecto a las congregaciones locales y zonales, que es denominada “Misión”, la cual es dirigida por el mencionado presidente de Misión.2 Éste es un miembro de la iglesia, poseedor del sacerdocio mayor, abocado exclusivamente a esta tarea. Sus funciones son tanto administrativas como de ministración sacerdotal. De este modo, decide los traslados y rotaciones de los misioneros que tiene bajo su autoridad. Debe guiarlos y velar por su bienestar, a la vez que decide las promociones de los sujetos a su cargo en la jerarquía interna de la Misión a partir de “revelación divina”.

De este modo, un misionero es en primer lugar un “compañero menor”, ya que con ese estatus inicia su misión individual: posteriormente, es promovido a “compañero mayor”, logrando ascendencia sobre su compañero eventual. No obstante, debe ser promovido a “líder zonal”, en primer lugar, y ulteriormente a “líder de distrito” para ir logrando gradualmente ascendencia sobre otros compañerismos correspondendientes a la misma “Misión”. Vale decir que los cuatro misioneros (es decir, dos compañerismos) usualmente asignados al barrio San Lorenzo, nuestro referente empírico, pertenecen a la llamada “Misión Argentina: Rosario”, que es una del total de catorce presentes en nuestro país.

Quisiéramos señalar asimismo ciertas representaciones compartidas por los sujetos en torno a la obra misional. En primer lugar, la misma es concebida como una “preparación para el matrimonio”, a pesar de que los compañerismos están conformados por personas del mismo sexo. Por otro lado, la misión es contemplada como una instancia que disipa dudas con respecto al camino a seguir en la venidera vida adulta.3

Estas representaciones que los sujetos comparten con respecto a la obra misional, así como sus características generales descritas, constituyen a la misma como un pasaje a la adultez, es decir una mediación sociocultural para pasar a ser un mayor en el grupo, en los términos en la cual la adultez es entendida en este medio sociocultural específico. Como la IJSUD se caracteriza por contar con diversos tipos de iniciaciones, y por el hecho de que existen dos tipos de contextos de prácticas rituales, que se pueden clasificar como contextos exotérico y esotérico, respectivamente (Ceriani Cernadas, 2008: 81); (Basualdo, 2020, 2021), se puede considerar que los mayores del grupo son también “iniciados”. Vale decir, que a partir de los dieciocho años de edad, y siempre que se les otorgue un permiso especial por parte de las máximas autoridades local y zonal (es decir, perteneciente al nivel de la “estaca”, unidad organizativa inmediamente superior al “barrio” o “rama” que nuclea varios de ellos), a los mormones se los admite para participar de todas las actividades esotéricas del Templo. Esta admisión coincide, en una considerable cantidad de casos, con el inicio de la obra misional de los jóvenes.

Una expresión recurrente entre los sujetos estudiados es que los misioneros constituyen “la cara visible de la Iglesia”. En este sentido consideramos que las unidades territoriales donde la IJSUD ya está relativamente consolidada operan como una retaguardia sedentaria (los barrios y las estacas), mientras que los misioneros y la unidad organizativa que regula su actividad, la Misión, operan como la vanguardia nómada de esta iglesia. Como señala acertadamente Ceriani Cernadas:

El sistema misional conforma una de las columnas vertebrales de la iglesia y la cultura mormonas desde sus orígenes fundacionales. Tengamos presente la condición de evangelismo de frontera tan característica de esta religión-pueblo y de buena parte del protestantismo estadounidense. Podemos sostener que el misionero constituye una metáfora de la figura del pionero, en tanto personas dedicadas tiempo completo -mediante el sacrificio, la entrega y la obediencia – a extender el “Reino de Dios en la tierra”. (Ceriani Cernadas, 2008:83) (cursivas en el original).

Análisis estructural

Como previamente dejamos entrever, en nuestro análisis hemos articulado los lineamientos teóricos levistraussianos con el clásico esquema ternario de los ritos de paso planteado por Arnold van Gennep (2008).

En relación a lo primero, se podría considerar que la obra misional opera, para el misionero individual que la realiza, como un medio de comunicar a la deidad principal, el “Padre Celestial”, que está dispuesto a asumir en la vida adulta que se avecina, el camino prescripto para volver a gozar de su presencia y, en última instancia, alcanzar la misma condición divina.4 En este sentido, podría considerarse a la misión en los términos que Lévi-Strauss concibe a los ritos, a los que entiende como modos de comunicación de los hombres con los dioses (Lévi-Strauss, 1987:68).

En relación a los clásicos postulados de van Gennep (2008), optamos por seguir al antropólogo César Ceriani Cernadas, quien plantea lo siguiente:

Como pusieron de relevancia diversos estudios, la misión contiene los atributos de un rito de paso a la madurez, con los requisitos de responsabilidad, obediencia y competencia en la vida social que éstos involucran (Wilson, 1981, 1994). Es posible sostener que la idea capital de la misión mormona es hacerse adulto (hombre o mujer) a partir de la predicación de la palabra y la obediencia a los líderes. (Ceriani Cernadas, 2008:84) (cursivas en el original)

El mencionado autor ha propuesto la siguiente clasificación: la etapa de separación se inicia cuando el misionero es “apartado” para la misión por la máxima autoridad de la congregación local, el “obispo del barrio”. Dicha separación consiste en una visita a la vivienda del neófito, quien por lo general vive con su familia de origen en calidad de hijo. Durante esta visita, el obispo “aparta” al misionero mediante un sencillo rito de imposición de manos. Esto sucede por lo general la noche anterior a que el pasajero, para retomar una expresión de Victor Turner (1980), parta hacia el llamado “Centro de Capacitación Misional”, denominado por los sujetos como CCM.

Los CCM son predios donde los futuros misioneros, varones y mujeres, reciben instrucción en diferentes materias. Por lo general, se encuentran emplazados en las adyacencias de ciertos templos mormones, donde los jóvenes acuden con frecuencia para participar de diversos rituales esotéricos (vedados para los no miembros de la iglesia y para aquellos miembros que no son considerados “dignos”) y para interiorizarse en la doctrina profunda de la IJSUD.5

Asimismo, los jóvenes reciben instrucción en diversas técnicas de persuasión y marketing, en lo que Ovelleiro Reina (2019) entiende como “instrumentalización de las emociones ajenas”, así como también formación intensiva en los idiomas hablados en los lugares de destino, siempre que sea necesario.

Vale decir que varones y mujeres son adiestrados de manera diferencial, y solamente socializan cuando comparten el comedor común. Una cuestión que no se puede soslayar es que los misioneros reproducen técnicas corporales y una “proxémica” particular, sobre lo cual sería aventurado afirmar que es incorporado solamente durante su adiestramiento en el CCM. Sostenemos que esto es expresión de una socialización temprana en este contexto sociocultural específico, que esta etapa de formación intensiva meramente profundiza. Como sostiene Da Silva Catela:

Y en su andar, en su mirada, y por extensión en todas las prácticas que estos jóvenes realizan dentro del espacio urbano, revelan largos años de definición de sus personans, como si quisieran expresar que llevan la iglesia pegada al cuerpo. En este aspecto, revelan ciertas técnicas corporales y de uso de los espacios(...) Es capital incorporado. (Da Silva Catela, 1992: 83).

La estadía en el CCM dura alrededor de un mes, y una vez terminada, con el lugar de destino asignado a cada misionero en particular, finaliza también la fase de separación del rito de paso.

La fase liminal coincide con el período de actividad proselitista propiamente dicho, en la cual el misionero novato opera en una determinada Misión y está subordinado al presidente de Misión correspondiente, así como a otros misioneros que ya acumulan mayor experiencia. Por su parte, la fase de agregación se da cuando el misionero retorna a su congregación de origen, con su familia filial. No implica una ceremonia o rito específico: no obstante, en la reunión dominical inmediatamente posterior a su retorno, el misionero es invitado a tomar la palabra y compartir su experiencia con sus correligionarios. Estos discursos suelen estar cargados de emotividad y optimismo. En este punto, el “misionero retornado” es ya un adulto del grupo en pleno derecho.

A nuestro juicio, la fase liminal se subdivide a su vez en cuatro subfases. Identificamos estas cuatro subfases con los sucesivos y graduales cargos a los cuales los misioneros van siendo promovidos: compañero menor, compañero mayor, líder zonal y líder de distrito.

En el análisis realizado, la articulación teórica entre ambas perspectivas se realizó al interpretar cada fase y subfase como una operación intelectual y práctica, en la que el misionero se va gradualmente acercando al nuevo estatus de adulto del grupo (iniciado), a medida que sucesivas oposiciones correlativas a la dada en la fase de separación -menor / mayor-, se van debilitando, tornando a sus términos más cercanos. Esto guarda estrecha relación con las representaciones anteriormente referidas: los mormones sostienen que deben “volver a la presencia del Padre Celestial” tras la muerte física. Para que este retorno al origen se haga efectivo en la vida de ultratumba, es necesario respetar todos los mandamientos de la iglesia, así como la observancia de diversos ritos. Entre estos últimos, la obra misional destaca de manera especial.

Como dejamos entrever, la obra misional presenta propiedades de estructura de comunicación en la medida que es entendida como un rito de paso. Esta estructura se caracteriza por regular, en este contexto particular, las relaciones entre cierta clase de miembros (los misioneros) y la deidad superior. Simultáneamente, la obra misional parece consistir en un movimiento de salida de la familia de origen del misionero, a la que pertenece por una relación de filiación, en una posición claramente subordinada, para poder formar en el futuro su propia familia a la que pertenezca, en principio, por una relación de alianza, ya sea como marido o mujer. Vale aclarar que en este contexto sociocultural se considera menester contraer matrimonio para poder alcanzar la condición divina.

A nuestro juicio, no obstante, entender a la obra misional como un rito no agota todas sus propiedades. De hecho, en el transcurso del análisis dimos con una dimensión suplementaria, que podríamos asociar a lo que en el marco de la perspectiva estructuralista es catalogado como dinámica social (Lévi-Strauss, 1994:329). En este sentido, responde a propiedades de las llamadas estructuras de subordinación. Esto se manifestó, en particular, al constatar la existencia de oposiciones, correlativas entre sí, que implican una relación asimétrica o jerárquica. Nos estamos refiriendo a la oposición inicial dada entre menor (no iniciado) / mayor (iniciado), así como a sus sucesivas oposiciones correlativas en las distintas fases y subfases.

Cabe decir que analizando la organización social general del grupo, concluímos que la estructura de la misma se articula en virtud de un doble criterio: la distinción entre mayor y menor, por un lado, y entre hombre y mujer, por otro. Las relaciones dadas entre los términos constituyentes de ambas oposiciones son asimétricas, dado que los primeros términos mencionados (es decir, mayor y varón) subordinan a los segundos (menor y mujer). Esto se manifiesta cabalmente en la institución del sacerdocio, el cual se subdivide en sacerdocio mayor y menor, como vimos anteriormente, al mismo tiempo que es detentado exclusivamente por los varones del grupo, en detrimento de las mujeres.

Conforme a esto último, consideramos que en la obra misional se expresa la organización general de la iglesia a pequeña escala: en primer lugar, en el seno del compañerismo, se da la relación asimétrica elemental entre mayor y menor. Asimismo, si consideramos las otras relaciones dadas en el seno de la misión, se pueden ver manifestadas las relaciones jerárquicas y escalonadas que se dan de manera general en la iglesia, por fuera de las familias individuales, articuladas en torno a la institución clave del sacerdocio. En esta organización, la mayor autoridad recae en el presidente de Misión.

En segundo lugar, al ser la obra misional concebida como una “preparación para el matriomino”, se manifiesta también la relación asimétrica entre varón y mujer, al darse en este contexto particular una suerte de matrimonio ritual. De este modo, el rol del compañero menor en el seno del compañerismo sería análogo al de la mujer en el matrimonio mormón.

Se puede apreciar cómo en la dinámica social específica de la obra misional se conjugan sintéticamente los dos criterios aludidos: un novato en la misión tendrá un rol subordinado durante los primeros meses, análogo al de la mujer en el matrimonio y al de los menores del grupo en general, con respecto a su compañero, que ya alcanzó el estatus provisorio de compañero mayor. Paulatinamente, el otrora novato pasará a cumplir el rol subordinante, al ser promovido a compañero mayor, rol análogo al del varón y padre de familia mormón.

Trascendiendo la relación interpersonal implicada en el compañerismo, la misma dinámica es extensible a las relaciones dadas entre los misioneros nombrados como líder de zona o líder de distrito y el resto, manifestándose la estructura jerárquica de la organización de la iglesia. Es así como durante la misión se interiorizan, de manera más cabal, practicas de subordinación propias del adulto SUD, allende el círculo familiar: la organización del sacerdocio en el caso de los varones, la sociedad de socorro para las mujeres. Como vimos previamente, consideramos que son cuatro las subfases por las que atraviesa un misionero en la fase liminal antes de ser iniciado a la adultez, a saber: compañero menor, compañero mayor, líder de zona y líder de distrito.

De manera tal que en la misión se presentan, de forma simultánea y concreta, las propiedades antes aludidas de estructuras de comunicación y estructuras de subordinación. Esto hace que su estructura tenga un carácter liminal e híbrido entre aquellos dos tipos. Vale decir que mientras las relaciones dadas entre la deidad y el miembro se regulan conforme a propiedades de la comunicación, las relaciones entre distintos miembros (en este caso, misioneros y otros actores que intervienen, como el presidente de Misión) se rigen de acuerdo a relaciones asimétricas de subordinación.

El siguiente modelo representa lo desarrollado. El mismo se caracteriza por una forma escalonada, que comunica un primer piso con un segundo. Estos pisos aluden a los estatutos de “no iniciados” (en la etapa de separación) y al de “iniciado” (etapa de agregación). Los escalones intermedios representan las diferentes subfases de la etapa liminal. La flecha indica el movimiento de izquierda a derecha y de abajo hacia arriba, que representa el gradual alejamiento experimentado por el misionero de la madre terrenal y de la familia filial, y en lógica contrapartida, el gradual acercamiento al padre celestial y a la familia por alianza. El hecho de que tenga una forma escalonada representa no sólo que implica un movimiento hacia arriba, sino también las relaciones jerárquicas implicadas. En consonancia con ello, en cada uno de los pisos y escalones se incluyen los términos de las oposiciones correlativas pero mediadas con el símbolo “menor que” (<), indicando cual es el término subordinado al restante en la relación asimétrica de subordinación. Simultáneamente, el término con el cual cada fase y subfase debe representar al misionero, se destaca con cursivas.

Esquema 1. Esquema misión mormona

A modo de conclusión

Como resultado del análisis, encontramos que en la estructura concreta de la obra misional damos con propiedades que, a priori, en un plano teórico, pertenecen a estructuras de distinto tipo. De manera tal que consideramos que nos aproximamos a lo concreto, siguiendo los lineamientos del análisis estructural. Como expresó Lévi-Strauss al diferenciar su modalidad de análisis de otros del tipo formalista:

La forma se define por oposición a una materia que le es ajena; pero la estructura no tiene contenido distinto: es el contenido mismo, aprehendido en una organización lógica concebida como propiedad de lo real. (Lévi-Strauss, 1987: 113)

A lo que pocas líneas después agrega, enfatizando en qué se diferencia su programa del de los formalistas rusos:

Como ya lo he dicho, se distinguen de él [los análisis estructurales en lingüística y antropología con respecto al análisis formalista de Vladimir Propp] por la convicción de que, si un poco de estructuralismo aleja de lo concreto, mucho devuelve a él. (Lévi-Strauss, 1987:114) (lo que está entre corchetes es nuestro).

En el caso concreto analizado por nosotros, dimos cuenta que se manifiestan, de manera simultánea, las propiedades antes aludidas relativas a las estructuras de comunicación y a las estructuras de subordinación. Esto hace que su estructura tenga un carácter híbrido entre aquellos dos tipos postulados a priori. De esta observación general concluímos que mientras las relaciones dadas entre la deidad y el miembro se regulan conforme a propiedades de la comunicación, las relaciones entre distintos miembros (en este caso, los misioneros y otros actores que intervienen, como el presidente de Misión) se rigen de acuerdo a relaciones asimétricas de subordinación.

Sobre el rol del presidente de Misión, cabe decir que su involucramiento en la obra misional es de dos órdenes, respectivamente asociados a los dos tipos teóricos de estructuras que se conjugan concretamente aquí. Es decir, que en tanto sacerdote mayor, interviene como agente mediador del ritual comunicativo con la deidad. De este modo, las rotaciones, traslados y promociones que decide sobre los misioneros bajo su jurisdicción lo hace a partir de “revelación e inspiración divinas”. A su vez, en cuanto a lo meramente organizativo, subordina al conjunto de los misioneros a su cargo, pero en función de los escalafones propios de la organización jerárquica de la iglesia. Esta dualidad es, quizá sintomáticamente, expresada por los dos tipos de roles que caben a todo sacerdote mayor de la iglesia: los de ministración (en cuanto a sus atributos específicamente sacerdotales) y los de administración (asociados a la organización de la iglesia).

En relación a lo analizado, consideramos que la estructura subyacente de la obra misional, al conjugar las distintas propiedades mencionadas y constituir, en cierto sentido, una imagen de la iglesia a pequeña escala, nos da la clave para acceder a las propiedades estructurales de todo el grupo considerado como tal.

Por último, consideramos que los resultados vertidos en este trabajo constituyen un humilde aporte, de carácter etnográfico, a la posible discusión teórica sobre ciertas categorías propias del análisis estructural y la forma en que se relacionan, respetando los lineamientos generales de esta perspectiva. Discusión que, por otra parte, ya fuera esbozada por el mismo Lévi-Strauss al preguntarse lo siguiente: “¿De qué manera las estructuras de comunicación y las estructuras de subordinación reaccionan unas sobre otras?” (Lévi-Strauss, 1994: 330) (Cursivas en el original)

Más recientemente, ha sido el antropólogo Juan Mauricio Renold quien, al tratar el problema específico del procedimiento de construcción de modelos formales para dar cuenta del sistema lógico-representacional subyacente a distintas organizaciones institucionales, señaló lo siguiente:

Constituyendo ese procedimiento estructuras de contradicción, estructuras de subordinación y estructuras de comunicación. De contradicción porque precisamente tratan de resolver contradicciones sociales de gran significación sociocultural entre sistemas o en el interior de sistemas socioculturales, de subordinación porque en el proceso de resolución lidian con relaciones asimétricas, jerarquizadas y de comunicación porque refieren a procesos de intercambio entre sistemas o entre elementos o términos de un sistema y sus modalidades de resolución de contradicciones. También en ocasiones se tratan las formas en que estas estructuras reaccionan unas sobre otras, se relacionan y se inducen. (Renold, 2018: 133) (Cursivas en el original).

Como vemos, ya han sido problematizadas las relaciones que tienen entre sí las estructuras resultantes del análisis, mostradas por intermedio de la construcción de modelos. Lo que pretendemos señalar es simplemente que esperamos aportar elementos para la posible discusión teórica que ya fuera esbozada, y que se relaciona al modo concreto en que estos diversos tipos de estructuras, postuladas a priori como herramientas teóricas que orientan la indagación, se expresan y relacionan en la realidad sociocultural concreta.

Referencias Bibliográficas


1 En rigor, se consideran igualmente como “misioneros” a parejas de hombres y mujeres mayores que constituyen matrimonios, generalmente en edad de jubilación, los cuales se dedican de manera exclusiva a tareas administrativas relativas a la misión durante dos años, dejando el proselitismo en manos de los jóvenes. Por esta razón, no consideramos que lo desarrollado en este artículo, que enfatiza la dimensión iniciática, sea aplicable a este tipo particular de “misioneros”.

2 Para no generar confusiones, cuando nos referimos a la “Misión” en tanto unidad organizativa con determinado alcance jurisdiccional, lo escribiremos con mayúsculas.

3 Esta característica es compartida con la llamada “Bendición patriarcal”, que es una entrevista que los miembros de la iglesia tienen por única vez en la vida con un sacerdote específico, único en el grupo: el “Patriarca” de la estaca. Podría considerarse que opera como sucedáneo de la misión para aquellos jóvenes que no la realizan, al menos a este respecto.

4 Esto guarda estrecha relación con representaciones y prácticas particulares sobre las que hemos profundizado en otro trabajo (Basualdo, 2021).

5 Actualmente, los misioneros argentinos suelen recibir esta capacitación en la ciudad de San Pablo, Brasil.

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