El habitar en torno al Cementerio San Vicente de la ciudad de Córdoba, Argentina

Sergio Ibisate Lemus

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad Nacional de Córdoba

Argentina

sergioibisate1989@gmail.com

https://orcid.org/0000-0001-8871-2878

Inhabit around San Vicente's Cemetery in Córdoba city, Argentina

Abstract

This work analyzes the specific inhabiting of neighbors, workers and visitors from the San Vicente Graveyard in Cordoba city, Argentina, as a consequence of lived danger. The problematic that examines has its origin as part of a major investigation and came up in first conversations on fieldwork. The information has been obtained through participant observation and formal and informal interviews without technical tools. The paper concludes that lived danger and its consequent inhabiting are directly related to the exposure intensity of the subjects to the cemetery and its surroundings.

Keywords

San Vicente Cemetery, inhabiting, danger.

O habitar em torno do Cemitério de São Vicente na cidade de Córdoba, Argentina

resumo

O trabalho analisa o morar específico de vizinhos, trabalhadores e visitantes do Cemitério São Vicente na cidade de Córdoba, Argentina, como consequência do perigo vivenciado. O problema que examino a seguir tem a sua génese no quadro de uma investigação maior e surgiu nas primeiras conversas que tive no terreno. As informações foram obtidas por meio de observação participante e entrevistas informais e formais sem meios técnicos. O trabalho conclui que o perigo vivenciado e o consequente habitar estão diretamente relacionados à intensidade de exposição dos sujeitos ao cemitério e seu entorno.

palavras-chave

Cemitério de São Vicente, habitar, perigo.

FECHA DE RECIBIDO 25/06/2022

FECHA DE ACEPTADO 10/11/2022

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO

Ibisate Lemus, S. (2022) El habitar en torno al Cementerio San Vicente de la ciudad de Córdoba, Argentina. Revista de la Escuela de Antropología, XXXI, pp. 1-18. DOI 10.35305/rea.viXXXI.192

Resumen

El trabajo analiza el habitar específico de vecinos, trabajadores y visitantes del Cementerio San Vicente de la ciudad de Córdoba, Argentina, como consecuencia del peligro vivido. La problemática que examino a continuación tiene su génesis en el marco de una investigación mayor y surgió en las primeras conversaciones que sostuve en el campo. La información ha sido obtenida a través de la observación participante y de entrevistas informales y formales sin medios técnicos. El trabajo concluye que, el peligro vivido y el habitar consecuente está directamente relacionado con la intensidad de exposición de los sujetos al cementerio y sus cercanías.

Palabras Clave

Cementerio San Vicente, habitar, peligro.

Presentación

El Cementerio San Vicente se encuentra en el Barrio Maldonado de la ciudad de Córdoba, capital de la provincia de Córdoba, Argentina y ofrece sus servicios en el rango horario de 8 a 18 horas. 12 Su construcción estuvo motivada por la epidemia de cólera hacia finales del siglo XIX y la consecuente necesidad de contar con un espacio propicio para los crecientes fallecidos. En lo sucesivo, tuvo varias ampliaciones y en la actualidad cuenta con una superficie de cuarenta y seis hectáreas, y se encuentra bajo la administración municipal de la ciudad.

El cementerio puede dividirse en dos grandes zonas, la primera y más antigua es la que va desde la calle Martín Cartechini ocupando un tercio aproximadamente del predio total. En esta parte se encuentra el mayor número de tumbas, osarios y panteones más antiguos. La otra zona, por su parte, tiene el carácter de cementerio parque y se extiende hasta el acceso por la calle Soto.3 En el intermedio de estas dos zonas se encuentra un memorial a las víctimas de violencia estatal durante la última dictadura militar.4

En este trabajo se analiza el habitar específico que genera el peligro vivido en torno al Cementerio San Vicente.5 Para esto, se ha dividido a la población que habita el cementerio y sus cercanías en tres grupos: vecinos, trabajadores y visitantes. La problemática examinada a continuación tiene su génesis en el marco de una investigación más extensa que desarrollo en la propia necrópolis desde agosto de 2021, en la cual indago acerca de performances de adoración a muertos milagrosos. La dimensión del peligro vivido surgió en las primeras conversaciones que sostuve con los tres grupos antes declarados en la interacción del trabajo de campo. De esta manera, algunas de las preguntas que orientan el trabajo son: ¿cuál es el peligro de la zona?; ¿los miembros de un mismo grupo producirán similares discursos sobre el peligro vivido?; ¿qué estrategias del habitar son desplegadas para contrarrestar el peligro vivido?

Para los propósitos de este trabajo no se consideran cifras oficiales relativas al delito en el cementerio y sus cercanías. Esta decisión obedece al interés específico aquí tratado, pues no es el propósito calibrar el grado de correspondencia entre el peligro estadístico y el peligro vivido; por el contrario, la atención está dirigida sobre las estrategias del habitar de los vecinos y otras personas que concurren al Cementerio San Vicente.

Tomo de Ángela Giglia la noción de habitar como relación socio-espacial-temporal cuando reconoce que:

El habitar es un conjunto de prácticas y representaciones que permiten al sujeto colocarse dentro de un orden espacio-temporal, al mismo tiempo reconociéndolo y estableciéndolo. Se trata de reconocer un orden, situarse dentro de él, y establecer un orden propio. Es el proceso mediante el cual el sujeto se sitúa en el centro de unas coordenadas espacio-temporales, mediante su percepción y su relación con el entorno que lo rodea. (Giglia, 2012: 13)

De esta manera, y para el caso concreto que aquí se expone, el habitar incluye la residencia de los vecinos del Cementerio San Vicente, así como el tránsito y permanencia de trabajadores del propio cementerio y de las personas que visitan a sus difuntos.

“Peligro vivido” hace referencia al imaginario de que el Cementerio San Vicente y sus alrededores es un lugar jodido,6 y por consiguiente el habitar (tránsito y/o permanencia en él) adquiere estrategias particulares. Las personas con las que se ha interactuado, aun cuando no hayan experimentado sucesos de violencia dentro del cementerio o en sus cercanías coinciden en afirmar, con distintos matices, que el cementerio es un lugar peligroso. Resultan elocuentes, en el mismo sentido, las opiniones registradas sobre aquel espacio por diversos usuarios en Google Maps.

Sobre la base de la definición de Armando Silva del imaginario social: “aquellas representaciones colectivas que rigen los procesos de identificación social y con los cuales interactuamos en nuestras culturas haciendo de ellos unos modos particulares de comunicarnos e interactuar socialmente” (Silva, 2006: 104), se encuadra el peligro vivido en torno al Cementerio San Vicente y sus cercanías, del cual se deriva el habitar consecuente.

El peligro como condición metodológica

Con la advertencia de algunos conocidos sobre la peligrosidad del Cementerio San Vicente y sus alrededores, (peligrosidad que se potenciaba por mi condición de extranjero) la primera visita a aquel lugar fue en agosto de 2021, no sin antes recibir un listado de recomendaciones y buenas prácticas.7 Adicionalmente, en los comentarios de los usuarios de Google Maps (Google, s.f),8 de treinta, doce se refieren a la peligrosidad del lugar y sus alrededores. De modo que, aún sin pisar el cementerio, el peligro fue la primera información significativa acerca del campo; luego, con la interacción, se reafirmó como un dato sobresaliente. Por otro lado, es oportuno reiterar enfáticamente que el lugar de estudio está reconocido socialmente como un espacio, entre varios de la ciudad, que debe ser evitado.

Sobre esta base, en las primeras oportunidades, el acceso y la permanencia en el campo fue difícil. En primer lugar, también “fui afectado” (Favret-Saada, 1990) por el imaginario del peligro vivido, fueron practicadas las recomendaciones para habitar aquel espacio, con ciertas torpezas que hoy son reconocibles.9 Asimismo, al no contar con movilidad propia y residir relativamente distante del campo, se utilizó el transporte público y el uso del mismo implica riesgos para la entrada y salida del barrio, y por lo tanto, inconvenientes prácticos con respecto al campo. En segundo lugar, y muy relacionado con lo anterior, la práctica etnográfica estuvo limitada generalmente al horario laboral del cementerio. Las primeras interacciones, si bien fueron significativas en lo relativo al peligro vivido, al mismo tiempo, estuvieron afectadas por la desconfianza mutua, el asombro de los locales con mi presencia allí y las reiteradas invitaciones a abandonar esta investigación, por creerme inexperto en el habitar específico que exigía el cementerio, o en términos nativos: por lucir donado.10

La extranjería ha sido una condición insoslayable durante el trabajo de campo y si bien hoy no ha desaparecido totalmente, al menos ya no es preponderante.11 Tal y como reconoce Silva (2006: 59) “El uso social de un espacio marca los bordes dentro de los cuales los usuarios familiarizados se autoreconocen y por fuera de los cuales se ubica el extranjero (...)”; y aunque no se hizo presente la xenofobia de los locales, la expresión vos no sos de acá marcaba no solo un límite de pertenencia, sino sobre todo un límite interpretativo.

Por otra parte, constreñido por el peligro vivido, la información en el campo (además de la observación participante) ha sido obtenida a través de entrevistas informales y formales sin medios técnicos; solo usé el cuaderno de notas en algunas ocasiones. Esto obedece a que es recomendable portar el menor número de valores en la zona de estudio previendo que, por un lado, las pérdidas materiales sean menores en caso de un asalto, y por el otro, evitando que la posesión de un dispositivo electrónico me convirtiera en foco de atención.

Paralelamente a las condiciones anteriores, la pandemia de covid-19 ha estado vigente durante parte del trabajo de campo.12 La interacción se ha visto limitada por las medidas sanitarias recomendadas, en especial, la distancia física que mantuvimos los nativos y yo. Algunas personas parecían indiferentes a la pandemia y hubo la necesidad de mantener una distancia física prudente con vistas a minimizar un posible contagio. En contraste, otras personas se mostraban particularmente temerosas de la interacción cercana y segura.

El habitar y el peligro vivido

“El miedo es un elemento cada vez más estructurante en el comportamiento de la ciudad” (Silva, 2006: 203) y así los ciudadanos se ven obligados a practicar estrategias que los alejen o los hagan transitar a salvo de/por los lugares marcados socialmente como peligrosos. En este caso, la opción de evitar el cementerio y sus cercanías queda descartado, pues el trabajo se enfoca en las personas que por diversas razones habitan el cementerio y sus cercanías.

De Certeau (2000) reconoce que el orden imperante en un determinado espacio, organiza el conjunto de sus posibilidades y prohibiciones. Tal y como señala Giglia (2012), la relación que establecemos con el espacio está mediada por la cultura, pues cada lugar que habitamos está sujeto a un proceso de interpretación en el cual intervienen tanto las configuraciones que nos preceden, como las propias que construimos y ejercitamos en la práctica. En relación a ello, Lindón, Agilar y Hiernaux (2006: 12) afirman que la construcción de sentidos y significados relativos a los lugares son el resultado “de un proceso de contraste entre los elementos materiales y las representaciones, esquemas mentales, ideas e imágenes con los que los individuos se vinculan con el mundo, que por otra parte son de carácter socio-cultural”.

Cada lugar tiene su propia lógica de uso, es decir, posee normas, ya sean escritas o consuetudinarias, que modelan el habitar. De modo que, los lugares que habitamos poseen un orden que somos capaces de reconocer y, en consecuencia, actuar; de lo cual se desprende que el habitar significa también la producción y reproducción de la lógica propia del lugar. En este sentido, se acuerda con Giglia (2012) en que el habitar y el habitus (Bourdieu, 2007) están mutuamente referidos: “El habitus permite el habitar y el habitar se hace mediante el habitus. Este último no está hecho solo de repeticiones y rutina, sino que es también un instrumento creativo de producción de nuevas maneras de habitar” (Giglia, 2012: 17).

Rotker (2019) declara la existencia de una nueva ciudadanía: la víctima-en-potencia, la cual exige una especial interacción social que, en el caso de las mujeres, aunque no privativo de ellas, adquiere un comportamiento restrictivo de la ciudadanía. “La inseguridad cambia el cotidiano de las personas, es un límite a la libertad, a los derechos; es en las ciudades donde cada vez más el espacio público es percibido como atemorizante” (Falú, 2009: 25). Las personas con las que interactué en el campo, si bien no se nombran como víctima-en-potencia, las estrategias del habitar cotidiano que narran y las que presencié, apuntan directamente a contrarrestar aquella nueva ciudadanía a la que se refiere Rotker.

En su explicación de lo imaginario, Silva (2006: 97) advierte que la percepción imaginaria no se traduce en su condición de veracidad o falsedad pues “los imaginarios son así verdades sociales, no científicas”. Por su parte, Lindón, Aguilar y Hiernaux (2006) resaltan como características fundamentales del imaginario la subjetividad y la imaginación simbólica, todo lo cual apunta a que el imaginario genere en los sujetos efectos de realidad. Con esto en mente, ha quedado fuera de los intereses de este trabajo calibrar la correspondencia entre la tasa de incidencia de delitos en la zona estudiada y la percepción que de ello tienen las personas involucradas; pues es suficiente el imaginario del peligro vivido, de la ciudadanía víctima-en-potencia para que el habitar adquiera estrategias con vistas a contrarrestarlo.

Según los testimonios de las personas con las que se interactuó en el campo, reconocer que el cementerio y sus cercanías son un lugar peligroso forma parte del saber local, todo el mundo sabe eso y, en consonancia, el habitar del peligro vivido está incorporado. Siguiendo a Bourdieu (2007) podríamos decir que este habitar específico es producto (y a la vez productor) de las “estructuras sociales internalizadas”: está hecho cuerpo. En este último sentido, no solo se hace referencia a que el cuerpo, individual, adquiera determinadas características, como puede ser la tensión muscular y el andar rápido propio de saberse víctima-en-potencia; sino que se refiere con mayor énfasis a que el cuerpo de quien vive el peligro actúa sobre la base de disposiciones (in)corporadas por el saber común de que aquel lugar (y otros que frecuenta) es heavy.13

El campo

1. Vecinos

Mi visita al Cementerio San Vicente tuvo como propósito indagar sobre la devoción a la Ramonita, una joven asesinada por su pareja en los años treinta del siglo pasado y que en lo sucesivo fue objeto de veneración por atribuírsele el poder de conceder favores. Gabriela, vecina del cementerio, me cuenta que en los años ochenta y noventa era muy grande el número de personas que visitaban su tumba y le dejaban ofrendas: sobre todo los pedidos a la Ramonita estaban dirigidos a la salud y para que los estudiantes pasaran de año les traían las carpetas al final del curso como muestra de agradecimiento.14

Gabriela es cuarta generación en el barrio Maldonado y al solicitarle que describa el barrio, la inseguridad como tema (que ella asocia en lo fundamental al ascenso del mercado de la droga) aparece de inmediato; al igual que el empobrecimiento de la zona, en primer lugar, por la desindustrialización durante la última dictadura militar, y en segundo lugar, como producto de las políticas neoliberales posteriores. Tanto Gabriela como Samuel, otro vecino de la zona, si bien coinciden en que el barrio es peligroso, relativizan esta circunstancia. Ellos se creen inmunizados ante posibles eventos de violencia, pues argumentan que, al ser nacidos y criados en el barrio, conocen a los choros de toda la vida, y no son blanco de los peligros que se ciñen sobre mí, por ejemplo, porque vos no sos de acá.

Gabriela ofrece una anécdota que reafirma la creencia de la inmunidad que portan los nacidos y criados en el barrio. Ella cuenta que unos seis años atrás, sufrió un único episodio de violencia en el barrio. Al descender del colectivo en la parada frente al cementerio y al iniciar las pocas cuadras que la separaban de su casa, fue asaltada y desposeída de la mochila que llevaba; aquí me muestra la mano izquierda y dice que se la torcieron para quitarle sus pertenencias. A la mañana siguiente, continúa Gabriela, le dejaron la mochila en la puerta de su casa con una nota, escrita en un papelito, en la cual los agresores se disculpaban, pues no me habían reconocido la noche anterior.

Una narración que también apunta hacia el mismo sentido de la inmunidad me relata Samuel cuando le pido, en su calidad de nacido y criado en el barrio, que me cuente sobre los peligros de la zona. Yo llego a mi casa a las 2 am en mi auto, dice Samuel, y veo a los chicos (choros del barrio) que están en la esquina y no me preocupo; nos conocemos desde siempre. Sin embargo, una noche cuando llegué tarde a casa en un Remis, los mismos chicos estaban allí y cuando entré a mi casa, chorearon al remisero.

Relatos como los de Gabriela y Samuel son comunes en el barrio.1516 Sin embargo, hay una característica morfológica de la zona, en especial, en los pocos negocios existentes en torno al Cementerio San Vicente, que podría leerse como una contradicción frente a la creencia en la inmunidad de los nacidos y criados en el barrio, por lo menos como un factor que relativiza tal idea. Me refiero a la fortificación de los inmuebles y, con mayor precisión, a los pocos negocios que hay en las inmediaciones. Estos negocios, en su mayoría kioscos, tienen un diseño pensado para disuadir o contrarrestar el posible delito. La imagen que ofrecen es un pequeño local (generalmente el living o estacionamiento de la vivienda) en el cual el cliente nunca ingresa, ya que está completamente enrejado, tiene un pequeño acceso a través del cual se intercambian las mercancías directamente desde la vereda.

2. Trabajadores

Al interior del cementerio, en cambio, a pocos metros del acceso por la calle Martín Cartechini hay dos puestos de flores completamente accesibles, sin fortificar. Entrando por la puerta de Cartechini se encuentra un puesto de flores a la izquierda y otro a la derecha. Según las trabajadoras de estos puestos, durante todo el tiempo que llevan laburando allí no han sido objeto de violencia. Gloria trabaja en uno de esos puestos desde 1982, desde que tenía doce años: aquí todo es tranquilo; más allá, señala en dirección a la zona del cementerio parque, sí asaltan mucho y los jóvenes van a drogarse. En contraste con la opinión de Gloria, Gabriela afirma que la zona más antigua del cementerio es igualmente peligrosa: allí practican magia negra. Con esto Gabriela identifica a los devotos de San La Muerte,17 que según ella relata, son los narcos del barrio.

En relación con esta última cuestión, vecinos y trabajadores del cementerio afirman que durante el horario en que el camposanto permanece cerrado los devotos de San La Muerte realizan allí sus rituales. Cada tanto encontramos cosas de esas, dice Diego, trabajador del cementerio, al referirse a las ofrendas, encontramos cigarrillos, alcohol, monedas, velas, todo junto a huesos humanos; rompen los osarios para eso, y cuando el familiar del fallecido lo encuentra… Diego se lamenta de que no hay suficientes trabajadores para ocuparse de todo y que la policía que custodia el lugar tampoco lo puede contener.

La vida social del cementerio no termina cuando cierra sus puertas. Más allá de los devotos de San La Muerte, afirman los trabajadores de San Vicente, luego del horario de servicio del camposanto, estudiantes atraviesan su predio para ir y venir de la escuela; los narcos del barrio esconden allí la droga cuando anticipan un operativo; y la gente se mete a robar lo que pueda, sobre todo bronce.

El primer contacto con un funcionario del cementerio, tuvo como propósito el interés por la Ramonita y acordamos el encuentro en el camposanto a las 10 am en el edificio administrativo que se encuentra en la zona parque, cercano al acceso de la calle Soto. Nos trasladamos hasta la tumba de la Ramonita, a una distancia de aproximadamente ochocientos metros desde donde estábamos, en auto y custodiados por otro auto conducido por un policía. El uniformado se mantuvo todo el tiempo junto a nosotros mientras el funcionario me ofrecía la información disponible. La compañía perpetua de la policía no fue una cuestión azarosa; por el contrario, forma parte del dispositivo de seguridad de los trabajadores del cementerio. Para apoyar esta medida describen que un funcionario de la gestión anterior sufrió una lesión en la cabeza como resultado del accionar de unos sujetos (seguramente vecinos de acá) para quitarle la máquina de cortar césped. Además de recorrer el cementerio en compañía y/o en automotor, algunos de los trabajadores que no poseen movilidad se organizan para ingresar y egresar del cementerio juntos.

El cuerpo de vigilancia del cementerio está a cargo de la Policía de la Provincia de Córdoba. Leonel es policía de infantería, y me señala con el dedo el escudo de ese cuerpo armado que tiene pegado con velcro en el hombro de la camisa. Acá hacemos horas extras; en mi trabajo regular, vuelve a señalar el escudo pegado a su hombro, yo trabajo 24 y descanso 48 horas. De estas últimas, él destina 8 horas al servicio de seguridad del cementerio desde hace siete años. A mi pregunta, me dice que no es obligatorio hacer horas extras pero que las toma porque el sueldo no alcanza. En relación con donde hacer las horas extras, Leonel argumenta que eso depende del lugar que vos te busques. De modo que, él ha decidido hacer sus horas extras en el cementerio. Según me cuenta Leonel, y sus compañeros reafirman,18 los turnos en el cementerio son peligrosos, pero nosotros estamos acostumbrados a eso, cuando estamos en la calle siempre estamos expuestos. Las noches [en el cementerio] son peores, porque por los árboles, muchas zonas quedan completamente oscuras. A diferencia de los trabajadores del cementerio y de los visitantes, referidos a continuación, los policías no tienen el recaudo de transitar en parejas la mayoría de las veces, sobre todo porque en no pocas ocasiones están acompañando a algunos trabajadores.

3. Visitantes

A lo largo de los meses de trabajo de campo en el Cementerio San Vicente se ha podido constatar que al menos en los horarios en que el mismo está abierto al público son pocas las personas que van a visitar a sus difuntos19: nunca he visto a más de diez personas en un mismo día y en escasas ocasiones he visto a una persona sin compañía dentro del cementerio.

Jessica perdió a su madre como consecuencia de la pandemia de covid-19 y visita su tumba junto a su pareja. Ellos viven en San Vicente,20 y vienen de tanto en tanto, me dice ella, porque como mi madre murió al principio de la pandemia, en ese momento los protocolos no permitían velatorios y la circulación estuvo restringida durante mucho. Con estas visitas regulares, Jessica trata de compensar el largo tiempo que no pudo venir. Ella visita la tumba de su madre cuando el esposo la puede traer en el auto, aquí no vengo sola ni en pedo, afirma categórica, mientras su pareja, Luis, me hace señas para destacar que su compañera no exagera. Luis coincide con que el cementerio es peligroso, fijate que a cada rato salen noticias de operativos, secuestro de drogas y armas de fuego por aquí mismo, y si a eso le sumás lo que no sale en la tele… Las razones del peligro en el cementerio, según Jessica y Luis, son focalizadas por la droga y la soledad del lugar: acá te roban y te matan por sacarte cualquier cosa y nadie se entera, viste como es la gente acá, que están drogados, se lamenta Jessica.

Jessica y Luis, antes de morir la madre de ella, nunca habían venido al cementerio, de modo que el imaginario del peligro de la zona no les viene por experiencia propia ni tampoco por relatos de conocidos, sino por los medios de comunicación y por ese saber evidente que equipara peligro y cementerio. El que no vive acá, ni trabaja, no tiene nada que buscar. Solo venís si tenés algún familiar fallecido. Acá no hay nada.

Ante la pregunta de qué hace al cementerio y sus cercanías tan peligroso, vecinos, trabajadores y visitantes afirman que se debe a la droga. Aquí hay cocinas de cocaína, ¿viste?, me dice un vecino, pero la yuta está metida, si no, ¿por qué no han acabado con eso?

Conclusiones

El Cementerio San Vicente y sus alrededores en su condición de lugar antropológico reúne identificaciones, relaciones e historicidad (Augé, 2000), otorga una lógica (inscripta y simbolizada) de funcionamiento evidente para quienes allí concurren. Sin embargo, tal y como el propio Augé (2000: 61) destaca, el lugar antropológico no es monolítico y uniforme para todos los involucrados, por el contrario, es de escala variable puesto que “es la idea, parcialmente materializada, que se hacen aquellos que lo habitan de su relación con el territorio, con sus semejantes y con los otros. (...) Varía según el lugar que cada uno ocupa y según su punto de vista”.

Sobre la base de las entrevistas y el trabajo de campo que se ha reseñado hasta aquí, se puede apreciar que para aquellas personas que frecuentan el Cementerio San Vicente, trabajadores y visitantes, así como para los vecinos del lugar, el imaginario del peligro vivido estructura y condiciona el habitar, si bien con distintos matices. Cada uno de estos grupos reconoce discursivamente la lógica particular del cementerio y sus cercanías, y las verbalizaciones son diversas y en la mayoría de los casos se corresponden con la generalidad del grupo donde se ubique el enunciador. En la práctica, los tres grupos habitan el lugar con recaudos.

Las prácticas socio-discursivas de los tres grupos sociales en los que hago foco están relacionadas con la exposición cotidiana al peligro y la subjetividad consecuente. Hay una distinción sobre la intensidad del imaginario del peligro vivido y el habitar que depende directamente del grado de exposición al cementerio y sus cercanías. De manera general, se puede afirmar que, a menor exposición cotidiana al cementerio, mayor es la intensidad del peligro vivido.

Con esta regularidad en mente, los vecinos del cementerio poseen una intensidad baja, al menos discursivamente, del peligro vivido. Por una parte, declaran la inmunidad frente a la violencia que poseen los nacidos y criados en el barrio. Por otra parte, en la práctica cotidiana los negocios están fortificados para eludir el posible delito y la circulación dentro del barrio se restringe durante las horas de la siesta. Tal y como suele suceder en los barrios de la ciudad de Córdoba, durante el rango horario de 14 a 17, es decir la siesta, los negocios cierran y la movilidad queda reducida casi a cero, según pude comprobar.

Los trabajadores del cementerio, por su parte, se encuentran en la intensidad media del peligro vivido, tanto en el discurso como en la práctica. Este grupo de personas frecuenta el cementerio diariamente en el rango horario que desempeñan su labor y activa un dispositivo de seguridad específico para su habitar laboral. Adicionalmente, para ingresar y retirarse de su puesto de trabajo usan movilidad propia aquellos que la poseen, y quienes no, ingresan y egresan del cementerio en compañía mutua.

En la intensidad alta del peligro vivido se encuentran las personas que visitan a sus difuntos. Esto se explica en relación con el dispositivo de seguridad que despliegan para habitar el cementerio. En este grupo, las estrategias del habitar son más extremas, llegando incluso a anular el habitar: si no cuentan con las condiciones propicias no visitan el cementerio. Igualmente, son los visitantes, el grupo que comunica mayor temor en sus relatos del peligro vivido.

Entendiendo con Hiernaux (2007) que el imaginario guía la acción de los sujetos, o en términos de Giglia (2012) y para el caso que trato aquí, el habitar, las personas que frecuentan el Cementerio San Vicente y sus alrededores, en dependencia de la intensidad del imaginario del peligro vivido, desplegarán sus propias estrategias espacio-temporales. Estas estrategias se corresponden, por un lado, con las condiciones materiales de existencia de cada persona, y por el otro, con las redes de solidaridad y cuidado mutuo que tejen en el ámbito vecinal, laboral y familiar.

Referencias Bibliográficas


1 Adyacente al Cementerio San Vicente se encuentra el Cementerio Musulmán y el Cementerio Israelita, y si bien este trabajo solo se enfoca en el primero de estos, es oportuno declarar que un trabajo posterior sobre los otros dos cementerios podría aportar nuevos datos sobre el tema que aquí trato.

2 Durante las restricciones impuestas con motivos de la pandemia de covid-19, el cementerio ofreció sus servicios hasta las 14 horas; luego, con el paso a la nueva normalidad, volvió a su horario habitual.

3 Tipo de cementerio en el que el enterramiento ocurre directamente en la tierra y se señaliza con una losa o una cruz, generalmente. Su diseño está orientado al paisaje natural.

4 En el año 2003 el Equipo Argentino de Antropología Forense descubrió una fosa común correspondiente al año 1976. Al año siguiente fueron encontradas otras dos fosas comunes. Luego de los trabajos correspondientes, en el año 2006, se inaugura el Memorial a los Desaparecidos en el mismo emplazamiento donde fueron encontrados los cuerpos.

5 Si bien en este trabajo solo me ocupo del cementerio y sus inmediaciones, el peligro vivido tiene fronteras flexibles, y estas varían de sujeto a sujeto.

6 Van en itálicas todas las expresiones nativas.

7 Entre ellas está no ir solo, llevar el menor número posible de propiedades encima, vestir lo menos elegante posible, regresar antes de la siesta, llevar solo la cantidad de dinero indispensable y no llevarlo todo en el mismo lugar.

9 Siempre fui solo al cementerio y hasta que establecí relación más estrecha con trabajadores y vecinos lo recorrí sin compañía. Además, en varias ocasiones, me quedé en el barrio durante el horario de la siesta. Todas estas acciones son vistas por algunos locales como imprudencias.

10 Expresión local que alude a estar expuesto y de modo evidente a algún suceso desafortunado.

11 La explicitación de la extranjería del autor tiene el propósito de dar cuenta de las condiciones de producción de este trabajo.

12 Durante los meses de diciembre de 2021 y enero de 2022, hubo un fuerte rebrote en Argentina del virus covid-19.

13 Anglicismo, en el contexto nativo equivale a “peligroso”.

14 Todos los nombres de las personas involucradas han sido cambiados con la intención de preservar su identidad.

15 No ofrezco más relatos de este tipo porque todos apuntan hacia la idea de la inmunidad de los nacidos y criados en el barrio. En tal sentido, los entrevistados afirman nunca haber sido víctimas de violencia en torno al Cementerio San Vicente, y lo explican bajo la misma lógica que Gabriela y Samir.

16 A pesar de que no es interés de este trabajo, creo oportuno declarar que hay en el barrio una lucha por la distinción entre vecinos. Algunos quieren desmarcarse de la “mala fama” del barrio y se presentan como familia de laburantes, mientras acusan a otros vecinos y familias de ser choros y dealers (anglicismo, y en el contexto nativo equivale a “vendedores de drogas”) y los responsabilizan por la inseguridad barrial y el estigma de los que allí viven.

17 Devoción popular extendida en Argentina cuya representación gráfica suele ser una imagen de un esqueleto sosteniendo una guadaña. Suele ser asociada su devoción con sectores delictivos de la sociedad. Para mayor información sobre este tema, puede consultarse el artículo de Alejandro Frigerio del año 2016 titulado San La Muerte en Argentina: usos heterogéneos y apropiaciones del “más justo de los santos”, disponible en https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/110865

18 En relación con el habitar de los policías, la información es limitada pues solo participé parcialmente en algunos turnos diurnos. No he creído oportuno participar de los turnos nocturnos, ni exponerme junto a ellos por mayor tiempo por una razón particular: me ha parecido contraproducente (por ahora y para los objetivos mayores de mi investigación) quedar identificado con la policía. Esto se debe a que, la mayoría de las personas con las que he establecido relación, creen que la policía está involucrada en el mercado de la droga.

19 Debe considerarse que, durante el trabajo de campo se ha convivido con restricciones a la movilidad relativas a la pandemia de covid-19. Además, es plausible deducir que la movilidad puede haberse limitado individualmente por el miedo al contagio.

20 El barrio San Vicente se encuentra cercano al barrio Maldonado, donde se ubica el cementerio.

Figura 1. Ubicación general del área / Ibistate Lemus vía Google maps

Figura 2. Ubicación del cementerio en la Ciudad de Córdoba / Ibistate Lemus vía Google maps

Figura 3. Ubicación específica del cementerio / Ibistate Lemus vía Google maps

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Otros recursos

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