Representaciones del cuerpo y prácticas en Playa Grande. Crónicas de Linda Lindsay en la revista El Hogar, Argentina

Agustina González

Universidad Nacional de Rosario

Universidad Nacional de Mar del Plata

Argentina

gonzalezgilardi@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-4715-0765

Representations of the body and practices in Playa Grande. Chronicles of Linda Lindsay in the magazine El Hogar, Argentina

Abstract

This paper presents an analysis of chronicles written by Linda Lindsay published in El Hogar between 1946 and 1955 which deals with a series of her touristic trips around the world. This work only includes those chronicles referring to tourism in the city of Mar del Plata (Argentina) and its aim is to understand different social practices in terms of leisure time in the emerging area of Playa Grande to interpret different habits and representations around corporality in this place.

In this context, based on the idea that Playa Grande represents a social exclusive summer resort for the elite, the aim is to delve into which notions and representations of corporality were legitimated, as well as the practices and lifestyles that were promoted. With this purpose, we include chronicles of the printed press as a source of historical research and as a summary for the cultural study.

The results of this research paper allow us to rethink habits, behaviors, trends, corporality and representations in the southern area of the city that were evident in the news press and to explore how these images drive consumption and imitation in the middle class in that historical moment.

Keywords

El Hogar, Playa Grande, body, leisure practices, representations.

Representações do corpo e práticas em Playa Grande. Crônicas de Linda Lindsay na revista El Hogar, Argentina

resumo

Este artigo apresenta uma análise das crônicas escritas por Linda Lindsay publicadas na revista El Hogar, entre 1946-1955, cujo eixo central foi uma série de viagens turísticas a diferentes partes do mundo. Para esta escrita, serão tomadas apenas aquelas crônicas que se referem ao turismo na cidade de Mar del Plata (Argentina) para compreender as diversas práticas sociais ao redor do lazer no setor emergente de Playa Grande e, assim, interpretar os diferentes hábitos e representações em torno da corporalidade neste espaço. Nesse contexto, partindo da ideia de que o complexo de Playa Grande constitui um espaço social de exclusividade e férias de verão para a elite, pretende-se traçar quais noções e representações de corporalidade foram legitimadas naquele espaço, bem como as práticas e o estilo de vida que foi promovida. Para isso, as crônicas são incorporadas ao quadro da imprensa gráfica como fonte de pesquisa histórica e como síntese para o estudo da cultura.

Os resultados deste artigo permitem refletir sobre os hábitos, comportamentos, tendências, corporalidades e representações na zona sul da cidade que se condensaram na imprensa gráfica e pesquisar como estes motivaram o consumo e as emulações na cidade, nesse momento histórico.

palavras-chave

El Hogar, Playa Grande, corpo, práticas de lazer, representações.

FECHA DE RECIBIDO 11/07/2022

FECHA DE ACEPTADO 22/11/2022

COMO CITAR ESTE ARTICULO

González, A. (2022) Representaciones del cuerpo y prácticas en Playa Grande. Crónicas de Linda Lindsay en la revista El Hogar, Argentina. Revista de la Escuela de Antropología, XXXI, pp. 1-37. DOI 10.35305/rea.viXXXI.195

Resumen

Este artículo presenta un análisis de las crónicas escritas por Linda Lindsay publicadas en El Hogar, entre 1946-1955, cuyo eje central fue una serie de viajes turísticos por distintas partes del mundo. Para este escrito se tomarán únicamente las que hacen referencia al turismo en la ciudad de Mar del Plata (Argentina) con el fin de comprender distintas prácticas sociales en torno al ocio en el sector emergente de Playa Grande y, de esta manera, interpretar los diferentes hábitos y representaciones en torno a la corporalidad en este espacio.

En este contexto, partiendo de la idea de que el complejo de Playa Grande constituye un espacio social de exclusividad y veraneo de la elite, se pretende rastrear qué nociones y representaciones de la corporalidad fueron legitimadas en ese espacio, así como también las prácticas y el estilo de vida que se fomentaba. Para ello las crónicas se incorporan en el marco de la prensa gráfica como fuente de investigación histórica y cómo síntesis para el estudio de la cultura.

Los resultados que arroja este artículo permiten reflexionar acerca de los hábitos, los comportamientos, las tendencias, las corporalidades y las representaciones en la zona sur de la ciudad que se condensaron en la prensa gráfica e indagar respecto a cómo estas imágenes motivaron consumos y emulaciones en la clase media durante un momento histórico determinado.

Palabras Clave

El Hogar, Playa grande, cuerpo, prácticas del ocio, representaciones.

Introducción

Este artículo presenta un análisis de las crónicas escritas por Linda Lindsay publicadas en El Hogar, entre 1946-1955, cuyo eje central fue una serie de viajes turísticos por distintas partes del mundo. Para este escrito se tomaron únicamente las que hacen referencia al turismo en la ciudad de Mar del Plata (Argentina) con el fin de comprender distintas prácticas sociales en torno al ocio en el sector emergente de Playa Grande y, de esta manera, interpretar los diferentes hábitos y representaciones en torno a la corporalidad en este espacio.

En este contexto, partiendo de la idea de que el complejo de Playa Grande constituye un espacio social de exclusividad y veraneo de la elite, se pretende rastrear qué nociones y representaciones de la corporalidad fueron legitimadas en ese espacio, así como también las prácticas y el estilo de vida que se fomentaba. Para ello las crónicas se incorporan en el marco de la prensa gráfica como fuente de investigación histórica y cómo síntesis para el estudio de la cultura.

En una primera instancia se indaga acerca de las revistas gráficas como fuentes significativas capaces de sintetizar y organizar discursos y representaciones de la época. Acercándonos a ellas como un tipo particular de documento histórico, como un proyecto colectivo inscripto en un campo cultural donde juegan un rol de organizador de formas y en tanto fuentes que condensan discursos legitimados socialmente (Arce, 2008; Petra, 2007). Luego se contextualiza específicamente acerca de la revista El Hogar, sus principales características y el público al cual fue dirigida. En una segunda instancia se recorre puntualmente el corpus de crónicas de Linda Lindsay, adentrándonos en las particularidades de sus escritos. A continuación, se desarrolla acerca de las transformaciones espaciales en Mar del Plata como consecuencia de su crecimiento y apertura al turismo de masas. El foco está puesto en describir el surgimiento y las características de Playa Grande. Luego se puntualiza en la noción de cuerpo, este porta signos, tanto como los crea (Le Breton, 2017). Las mediaciones entre lo corporal y lo simbólico, atravesadas por cuestiones de género y clase posibilitan que las prácticas de estos signifiquen y que los actos se transformen en códigos sociales. En este sentido también se explora la relación cuerpo y espacio, advirtiendo que las experiencias de ocio en el balneario lo modifican y transforman. Posteriormente se indaga en la noción de representaciones sociales como una modalidad particular de conocimiento cuya función es la de privilegiar y retener hechos relevantes del discurso y descomponerlos en categorías simples (Moscovici, 1979; Mora, 2002). Según lo dicho, se analiza el contenido que circula en las crónicas a fin de advertir qué representaciones se difunden y como estas ordenan y producen sistemas de códigos y valores. En última instancia, mediante extractos del corpus, se analizan los comportamientos, prácticas y rituales permitidos en los balnearios antes mencionados, haciendo hincapié en Playa Grande, exclusividad y emulación al sur de la ciudad; cuerpos actividad física y baños de sol y modelo corporal para comprender sensibilidades, valores y actitudes de la zona sur de la ciudad. Finalmente se arriba a algunas reflexiones finales.

El hogar

Leer las publicaciones contextuales de la época permite acercarnos a entender los consumos, el estilo de vida, las representaciones sociales y las prácticas de los grupos retratados. Entendiendo su aporte como un tipo particular de documento histórico, como texto colectivo y forma discursiva particular (Beigel, 2003) las revistas gráficas pueden utilizarse como corpus de estudio porque funcionan como una síntesis para el estudio de la cultura. Asimismo, las revistas de circulación masiva deben abordarse siguiendo a Petra (2007), como un proyecto colectivo inscripto en un campo cultural donde juegan un rol de organizador de formas y en tanto fuentes históricas que condensan discursos legitimados socialmente (Arce, 2008). En su rol de textos colectivos estas nos conectan “no sólo con las principales discusiones del campo intelectual de una época, sino también con los modos de legitimación de nuevas prácticas políticas y culturales” (Beigel, 2003:110). Es en este sentido que las revistas asumen un carácter significativo ya que en ellas se cristalizan discursos y categorías que organizan las prácticas sociales de cada período. Constituidas como un espejo se conforman como un espacio de socialización privilegiado (Arce, 2008) donde se reflejan valores, pautas de conducta, lenguajes, interpretaciones, imágenes de la realidad, y modelos culturales.

Alberto Haynes1 erigió en la primera mitad del siglo XX su poderosa editorial desde la cual se gestaron grandes éxitos de la prensa nacional. Esta fue considerada uno de los primeros multimedios nacionales (Trujillo, 2016) ya que agrupó bajo su ala un diario, El Mundo (1928-1967), y una radio de igual nombre desde 1935. Además fue responsable de numerosas y masivas impresiones tales como: Mundo argentino, editada desde 1911, Mundo deportivo, Mundo agrario, Mundo infantil, desde 1949, y Mundo Peronista, desde 1951 a 1955. La revista El Hogar, conocida originalmente bajo el nombre El Consejero del Hogar, fue fundada en 1904 y se caracterizó por ser una publicación semanal heterogénea que alternaba contenidos recreativos, de moda y humorísticos.

Entre todas las publicaciones de la editorial, El Hogar se presentó como un magazine versátil destinado al público de clase media que lograba captar la atención de varios miembros de la familia. Esta característica fue parte de su éxito ya que la publicación circulaba por varias manos dentro del núcleo familiar y ofrecía a cada integrante pequeñas lecturas. Basta como muestra el primer encabezado de la revista “Para la mujer, la casa y el niño”, donde se incluye a una nueva audiencia protagonista. Los más pequeños de la casa descubrieron juegos e ilustraciones para completar en el segmento “para los más menudos”, mientras que sus madres o abuelas leían recetas o secretos de belleza. La amplitud de temáticas hacía posible la coexistencia de información literaria, recreativa, de moda, humorística y avisos publicitarios. Es preciso mencionar, que era frecuente la presencia de notas sociales sobre personajes de la élite porteña, sobre sus residencias, matrimonios y las fiestas organizadas por el círculo adinerado, de modo que, las referencias a un estilo de vida ostentoso aparecían como constante. La orientación hacia estos tópicos de sociedad la acercó al mismo tipo de oferta que su competencia2 pero habilitó su masificación, asegurando el éxito suficiente para volverse la base del emporio editorial (Ojeda, Moyano y Sujatovich, 2016).

Al indagar en las páginas de El Hogar encontramos notas sobre acontecimientos políticos internacionales y nacionales, costumbres extranjeras, eventos sociales, crónicas de amor, de viajes, moda, lugares de veraneo de la clase alta y secciones o artículos enteros aconsejando a las mujeres desde cómo cocinar hasta cómo ser hermosa o cómo borrar el cansancio y los secretos de la longevidad3. La impresión se convertía así en una guía que ordenaba la vida de quienes la leían, imponiendo temas de agenda y, como menciona Gandolfi Ottavianelli (2016) “parecía apuntar a la educación de un público” que contara luego de leerla con información diversa “que le permitiera no sólo estar al tanto de ciertas novedades que lo enriquezcan individualmente, sino que lo preparen para interactuar en sociedad” (pp. 3).

Si bien El Hogar se proclamaba como una revista para toda la familia y pretendía captar con sus contenidos a todos sus integrantes el principal consumidor de este medio eran las mujeres de la casa. Esta característica entre lo familiar y lo femenino dificulta su clasificación, en este artículo la abordaremos como una de hibridación de géneros (Ojeda, Moyano y Sujatovich, 2016), como un magazine de interés general pero fuertemente ligada al universo de lo femenino capaz de moldear conductas de las esposas y madres influyendo así en los comportamientos de la estructura del hogar. La revista forma parte del estilo de vida de la mujer, por lo que su contenido lejos de tener un fin meramente didáctico contribuye a sus prácticas culturales y a estructurar el espacio social en el que “desarrolla un conjunto de predisposiciones adquiridas en la primera infancia, que se concretan en conductas y en formas sociales permanentes en el tiempo, las que podemos definir como el habitus femenino” (Torre, 2011:12). En síntesis, un análisis sobre su contenido permite transparentar y exponer a modo de vidriera las predisposiciones en torno al rol de la mujer y las indicaciones sobre la manera correcta de ser, de actuar y de lucir.

Crónicas de Linda Lindsay

Las crónicas de Linda aparecen de manera irregular hacia 1940. Poco se conoce de su labor, vida privada o estudios, pero a través de este seudónimo dicha escritora se posicionó como una reportera capaz de circular por las calles de Punta del Este, por los pasillos del Ocean Club y visitar Playa Grande, registrando así entre notas de color y novedades sociales las actitudes de la clase privilegiada. Elina Gómez White4, su verdadero nombre, “describió fiestas en Mar del Plata, el esquí desde Bariloche, casas en Punta del Este, Biarritz o Cádiz, casamientos en México y en Londres” registrando todo lo que despertaba interés de la vida en la ciudad (La Nación, 1998)5 en palabras y fragmentos. De esta manera, las crónicas de Linda se dedicaron a comentar y fotografiar, enlaces matrimoniales, fiestas destacadas, viajes, modas, tendencias, y personalidades notorias del mundo de la aristocracia porteña que aún visitaba la costa de Mar del Plata.

Los viajes, las vacaciones y los destinos turísticos fueron para la corresponsal de El Hogar temática recurrente y material fructífero para explorar prácticas modernas y a advertir a raíz de ello las transformaciones en las representaciones. Las crónicas de viajes se han caracterizado por ser relatos anclados en hechos verificables y reales, aunque sometidos a cierto grado de ficcionalización (Alburquerque García, 2011) cuyo eje central está puesto en la travesía, los lugares y en todo lo que se relaciona a ello como costumbres, rituales, personas, etc. Debido a su aspecto de veracidad estas narraciones adquieren un rol legitimado como testimonio de épocas y concepciones históricas (Arce, 2008) resultando valiosas a la vez que minuciosas fuentes para el estudio de prácticas cotidianas turísticas. En las crónicas de Linda advertimos su subjetividad, la autora lejos de ocultar sus preferencias, exalta este rol personal en sus relatos exponiendo sus gustos y opiniones en cuanto a moda, lo que debe o no usarse, enfatizando enérgicamente en el aspecto de los cuerpos.

Las novedades en torno a las costumbres y prácticas en los más exclusivos balnearios de Mar del Plata e incluso el diálogo que la autora establece con las playas vecinas de Punta del Este predisponen y construyen el imaginario de ciertas formas de vacacionar. Las detalladas descripciones acerca de la rutina de los días de playa, los paseos, los juegos y la indumentaria se leen en clave pedagógica y cimientan en las lectores formas aceptadas de habitar y verse en estos espacios. En el transcurso de sus más triviales relatos la cronista trasmite valores y conocimientos que las mujeres absorben como un proceso informal de adquisición de capital cultural (Torre, 2011) contribuyendo a divulgar significados relacionados al género, a modelar comportamientos, sentimientos, aspiraciones, en suma, subjetividades femeninas, acordes a los valores socialmente aceptables (Del Cueto, Benítez y Molinari, 2011).

Por otro lado, la repetición y repercusión de estos tópicos evidencian el interés que despertaban las suntuosas actividades realizadas por la aristocracia a las lectoras de la revista. Si Mar del Plata funcionaba como caja de resonancia de todo lo que ocurría en el país (Torre y Pastoriza, 2002), Playa Grande como reducto amplificaba las últimas tendencias vaticinando consumos. A pesar de que la impresión se dirigió a un público de clase media, halagaba y fomentaba entre sus páginas las actitudes de la clase alta. Razón por la cual, puede pensarse que la los lectores de El Hogar eran familias con pretensiones de estatus social alto (Del Cueto, Benítez y Molinari, 2011) o aspiraciones de ascenso social6 (Bontempo, 2011). En palabras de Bontempo (ibíd.), ciertos distintivos sociales que circularon en las revistas, el cine y la radio tuvieron un rol importante en la elaboración de estas ideas. Si bien entre las páginas del semanario existían contenidos culturales y socialmente comprometidos, reinaban el entretenimiento y el imperio del consumo (Torre, 2011).

Según Moraña (2009) en el proceso de construcción del consumidor argentino la emulación fue un ingrediente fundamental. La estrategia de usar a las clases altas en la revista como modelos activaba el deseo de pertenecer a otra escala social superior y fomentaba la aspiración fundamental de la modernidad: la competitividad y el éxito, basados en la confianza en la movilidad social. La posibilidad de adquirir bienes y servicios, de lucirse y actuar acorde a las representaciones de la elite fue parte de un proceso en donde la cultura de consumo operó como sistema de significación. En diálogo con Milanesio (2014) entendemos el consumo como un fenómeno multifacético que incluye prácticas como comprar, usar, exhibir, ostentar y desear y que implica relaciones completas entre sujetos sociales y objetos. Según la autora, este es una experiencia sociocultural que ciertos grupos emplean para validar o crear identidades, diferenciarse de otros y establecer formas de pertenencia y estatus social. La recepción de El Hogar por parte de la clase media7 admite compendiar lo expresado. Impulsados por el afán de distinguirse de los consumidores de la clase obrera, los interlocutores buscan en las narraciones, publicidades y artículos de la revista claves y gestos que los asemejen a la vida aristocrática (Gandolfi Ottavianelli, 2016).

Los discursos difundidos en las crónicas, tanto como las publicidades y artículos al interior de El Hogar, fueron mediaciones que se ocuparon tanto de crear necesidades, como de impulsar deseos, convenciendo al público a través de la adquisición de ciertos productos y prácticas. En el complejo proceso de construir al moderno consumidor argentino, la figura de la mujer fue percibida como el eje de esta fiesta del consumo (Moraña, 2008). Convertida en la máxima expresión de la sociedad moderna, la propaganda se dirige a ella como encargada del hogar, pero también como inspiración en este contexto específico. En este sentido, el discurso periodístico ofrece diversas representaciones de lo que se espera de las mujeres, a través de la especificidad de sus consumos y prácticas. Siguiendo este razonamiento, las historias de Linda al sur de la ciudad fueron un medio para promulgar la vida estival de la clase alta y con ello exponer bienes materiales concretos como la indumentaria, pero al mismo tiempo desplegar preceptos vinculados a lo relacional y sobre todo lo corporal.

Mar del Plata, nuevas configuraciones espaciales y balnearios.

El crecimiento de la ciudad de Mar del Plata y su auge turístico no fue una escalada abrupta, sino que fue consecuencia de una paulatina construcción nacional y local. En la década de 1930 con el incremento de políticas de estímulo al turismo8, la pavimentación de la ruta 2 (1938) y la reconfiguración urbana del territorio, la ciudad se convierte en el balneario emblema nacional. El ascenso de Perón a la presidencia Argentina en 19469 y las políticas impulsadas durante su gobierno10 favorecieron la democratización de las vacaciones y otorgaron una dimensión política al turismo. En una búsqueda porque los argentinos conocieran su territorio e hicieran patria recorriendo el país, el turismo se constituyó como un eje fundamental del peronismo y como un tema de interés público. Volviéndose un tópico frecuente en las revistas y diarios, El Hogar dedicó números especiales a esta actividad y en distintas notas brindó información sobre lugares e instruyó sobre prácticas modernas (Piglia, 2007).

En este contexto, a mediados de la primera mitad del Siglo XX, los espacios distinguidos y característicos de la villa balnearia fueron transformados, de esta forma nació un nuevo dibujo de la ciudad (Pastoriza y Zuppa, 2004). El proyecto puesto en marcha entre 1934-1940 comprendió la urbanización de playas y costas, entre estas obras se hallaron dos prioritarias, los complejos Bristol-Casino-Hotel Provincial y Playa Grande. Mientras que el primero consistió en la construcción de dos edificios de idénticas dimensiones el Casino Central y el Hotel Provincial, una sección de balnearios, piletas de natación, playas subterráneas de estacionamiento y extensos paseos que rodeaban la edificación (Bartolucci,2004:116). El segundo fue descrito como un “balneario parque”, cubriendo un área de 78,000 m2, y mostrando una complejidad de resolución de niveles y de estructura vial (Pastoriza y Zuppa, 2004). Este complejo se constituyó como el espacio social de la aristocracia que veraneaba en la ciudad, configurándose como un centro privilegiado y de moda dentro de la ciudad. El Yacht Club al sur, el Restaurante Normandie, el Ocean Club y el golf y el Parque San Martín conformaron los sitios elegantes y exclusivos del balneario. Simbólicamente, el sector de la loma significó el escenario del goce del tiempo libre de la aristocracia porteña, un recinto exclusivo, prolijo, vistoso y moderno. Lo que allí ocurría sentaba el precedente de las modas y funcionaba como modelo para remedar prácticas y comportamientos.

Este rediseño espacial simboliza el espíritu de una época y marca el fin de una villa balnearia aristocrática y su transformación en una ciudad turística. La expansión hacia el sur se concretó con el objetivo de mantener a los visitantes ilustres de la ciudad previendo la popularización de la zona céntrica. En palabras de Pastoriza (2011), la idea general fue la de moldear una ciudad balnearia en la que todos hallaran su puerta de entrada, pero donde las distinciones y fronteras sociales permanecieran precisadas y delimitadas (: 127). Los distintivos y el rol de la prensa fueron concluyentes en línea con este pensamiento, el imaginario y la sensación de exclusividad se alimentaba mensaje mediante. Razón por la cual las crónicas que integran el corpus de análisis emplazadas y coetáneas a este período funcionan como un recurso que sustenta la sensación de reducto en las lectoras de clase media, y que a la vez permite revelar acontecimientos y tendencias y usuales en Playa Grande.

Reflexiones acerca del cuerpo y el espacio.

Como aportan Jacques Le Goff y Nicolás Troung (2005), el cuerpo tiene una historia y la constituye; es producto y agente como pueden serlo las estructuras económicas y sociales o las representaciones mentales. Pensar el cuerpo, es poder pensar, de otra manera, en el mundo y en los vínculos sociales que en él se inscriben ya que de él nacen y se propagan los significados que fundamentan la existencia individual y colectiva. Es medida y corazón de toda experiencia, encarnando lo social (Marcús, 2007) pero a la vez impregnándose de lo cultural. Las mediaciones entre lo corporal y lo simbólico posibilitan que las prácticas de estos signifiquen y que los actos se transformen en códigos sociales. Los resultados son distintos comportamientos, normas, técnicas, tipos de posicionamiento o caracterizaciones. En palabras de Bourdieu (2007) el cuerpo funciona como “resorte” capaz de poner en marcha los recuerdos, los gestos, las posturas. Siguiendo a Marcús (2007), el cuerpo es visto de esta manera como un significante con dos sentidos que se relacionan entre sí: como construcción socio-cultural, la incorporación de lo social y como recepción, es decir como socialización de lo corporal.

Retomando, el cuerpo se inserta en el marco de los significados que lo rodean y estructuran su existencia y está atravesados por los códigos de la cultura (Le Breton, 2002). Estos son cuerpos sexuados y genéricos, dos conceptos que se activan mutuamente. Los aportes de Scott (1986) han sido fundamentales para interpretar la noción de género. Según la autora el género es una categoría analítica necesaria para historizar las formas en las que el sexo y las diferencias sexuales han sido concebidos (2011). En sus palabras (1986), el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y una forma primaria de relaciones significantes de poder. Para Butler (2007), la orientación sexual, la identidad sexual y la expresión de género, son el resultado de una construcción y una producción social, histórica y cultural, de lo que se desprende que no existe una esencia natural ni roles de géneros biológicamente inscritos en la naturaleza humana. El género y el sexo son actos performativos (2007), no como un hecho individual, sino como una práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso hegemónico y heterocentrado produce los efectos que nombra (Butler, 2002:18). Al cuestionar la naturalidad del sexo, la autora no busca negar la materialidad del cuerpo. Para Butler pensar el cuerpo es pensar un campo de relaciones, resultantes de un proceso donde las normas reguladoras del “sexo” obran para constituir la materialidad de los cuerpos y, más específicamente, para materializar el sexo del cuerpo, para materializar la diferencia sexual en aras de consolidar el imperativo heterosexual. Lo que constituye el carácter fijo del cuerpo, sus movimientos y contornos es plenamente material, pero esta deberá concebirse como el efecto más productivo del poder.

Pensar acerca del cuerpo es también pensar el espacio en el que se inscribe y las relaciones que se construyen entre ambos. De esta manera al concebir al sujeto espacialmente se reconoce que nuestro actuar en el mundo hace y modela los lugares, y al mismo tiempo, deja en nosotros la marca de los lugares que habitamos (Lindón,2006). En este sentido, el tiempo de las vacaciones tiene efectos sobre el cuerpo. Las experiencias de ocio11 pueden ser comparables a sensaciones como la “libertad percibida” y la “espontaneidad” (Cuenca, Goytia, 2012), ya que estas permiten desarticular las rutinas en la ciudad y procuran momentos de esparcimiento atravesados por sensaciones de placer y satisfacción. En palabras de Kaczan12 (2019) las relaciones espacio-cuerpo, en el contexto de la playa, se distancian de la ciudad y sus normativas, creando las propias. Inaugurando experiencias culturales diferentes donde se promulgan otras distancias físicas, sensoriales, formas de comportamientos, emociones y afectos. Las maneras de habitar el espacio del balneario y específicamente el sector donde nuestras crónicas transcurren, Playa Grande, están fuertemente condicionadas por lo social.

Las crónicas de Lindsay demuestran el entrecruce entre el espacio de ocio, la naturaleza y la sociabilización de los cuerpos que allí se daba. Playa Grande es escenario de multiplicidad de curiosas actividades ocurriendo en simultáneo, Mientras que en un primer acercamiento sus relatos se deslizan de un tema a otro, desde los días en el balneario, las visitas de famosos13, las prácticas para tomar largos baños de sol, las fiestas de noche, las “glamours”, los paseos a Mar Chiquita, Miramar, Chapadmalal14, hasta las competencias de “boogie”15 y los matrimonios de renombre. En lecturas profundas podemos ahondar en la difusión de prácticas y consumos asociados a valores y sensibilidades propios de la aristocracia. Estas nociones calaron hondo en las representaciones que circularon y se difundieron en las narraciones y estuvieron fuertemente atravesadas por cuestiones de clase y por el paradigma del binarismo sexual, ligado a la necesidad de establecer claros roles para mujeres y para varones.

Representaciones sociales

Las formas de representar el cuerpo no son ajenas a las relaciones de poder ni al conjunto de sistemas simbólicos de una sociedad. Como marco de referencia las representaciones sociales comprenden una forma de conocimiento social que emerge del saber cotidiano. Según Moscovici (1979), la representación social es una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la comunicación entre los individuos (citado en Mora, 2002). En otras palabras, es el conocimiento de sentido común que tiene como objetivo comunicar, originado en el intercambio de comunicaciones del grupo social. Jodelet (1986) agrega, estas se presentan bajo formas variadas, más o menos complejas: imágenes16 que condensan un conjunto de significados, sistemas de referencia que admiten interpretaciones e incluso dan sentido y categorías que sirven para clasificar las circunstancias, y a los individuos. Continuando, podemos afirmar que funcionan como orientadoras de la conducta, de las relaciones y las comunicaciones sociales, por lo tanto, abordarlas permite establecer nexos entre el mundo personal del sujeto y su mundo material y social (Kaczan, 2011).

Según caracterizaciones, las representaciones sociales cumplen la función17 de, entre otras cosas, privilegiar y retener algunos hechos relevantes del discurso ideológico concernientes al sujeto y a la acción y descomponerlos en rasgos o categorías simples (Mora, 2002). De esta manera, las representaciones funcionan como un mecanismo traductor en tanto poseen una facilidad notable para archivar y hacer circular con fluidez conceptos complejos cuya acentuación remite a un sistema de valores y a ciertos modelos ideológicos (Arancibia y Cebrelli, 2005). Su capacidad de síntesis permite que funcionen activamente en la reproducción de las prácticas y en la constitución de las identidades sociales (ibíd.:5). Por lo expresado, determinan un saber que se construye de hábitos y vivencias personales y se nutre en modelos de pensamiento del contexto donde el individuo se desenvuelve (Kaczan, 2011).

Como consecuencia las formas de representar el cuerpo sexuado no estarán ajenas a estos procesos. Las representaciones que circulan en las revistas tienen un valor significativo ya que imprimen una ilusión referencial, dan por sentado aquello que se supone de los cuerpos, sin embargo, no son más que el producto de “un modo de ver el mundo” y de códigos de reconocimiento, cultural y genérico (Kaczan, 2011). Participando en la construcción de las representaciones sociales del cuerpo, la reproducción y valoración de ciertos atributos legitiman una imagen modélica y fomentan través de esquemas explícitos y disposiciones corporales, desigualdades sexo genéricas. En este sentido las revistas no son solo móviles de información, sino que exacerban su rol como herramientas pedagógicas debido a que inculcan patrones a lo largo de la experiencia social. Estas difunden representaciones hegemónicas y reproducen características de los sistemas dominantes del género y la sexualidad, de la misma forma que lo hacen los discursos que atraviesan las crónicas de Linda Lindsay. Las representaciones corporales funcionan como signos que resumen y fijan ideas que los grupos sociales adoptan como “naturales”, así los esquemas y posturas están tamizados por condicionamientos inculcados y aprendidos en la crianza y a lo largo de la experiencia social (Butler, 2007, Arfuch, 2002). Las diferencias en las representaciones y la proliferación de estas incurren en la fijación de estereotipos que evidencian el impacto que estas imágenes tienen en la configuración de los roles de género y la identidad.

El cuerpo existe en la totalidad de sus componentes gracias a la educación recibida pero también a los procesos de identificación que tienden en cierta medida a moldearlo (Le Breton, 2002), mejor dicho, a dar a nuestro cuerpo una determinada hechura de conformidad de acuerdo a las exigencias normativas de la sociedad (Acuña, 2001). En este proceso de materialización de la memoria colectiva (Bourdieu, 2007) la educación, las representaciones y las difusiones en medios resultan fundamentales. Este cuerpo a domesticar aprende culturalmente condiciones de existencia, que siguiendo a Bourdieu se incorporan al cuerpo en forma de habitus a través de experiencias acumuladas. El habitus, “sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones” (Bourdieu, 2007:86) origina prácticas individuales y colectivas. Este asegura la presencia activa de experiencias pasadas que laten en cada organismo bajo esquemas de percepción, pensamientos o acción y tienden a garantizar la constancia de las prácticas a través del tiempo (ibíd.). El Hogar, como revista que ocupó un rol central en el consumo de ciertas familias e influyó principalmente en la vida de las mujeres, moldeó habitus femeninos y masculinos. Pero además de estas maneras de actuar-habitus- también interviene en las expresiones del cuerpo. Las formas de andar, caminar, hablar, sentarse, las posturas y los gestos hacen a la hexis corporal, maneras adquiridas que lo convierten en un signo plausible de ser leído como imagen (Marcús, 2007). Dichas posturas responden a formas sociales no personales como la moda, las formas de pararse o posar (Torre, 2011) o de moverse en espacios geográficos específicos aprendiendo los rituales apropiados a cada uno. Acerca se indaga en los fragmentos de las crónicas, sobre todo a favor de registrar las representaciones sociales y las diferencias de roles promulgadas.

Aproximaciones y resultados

Playa Grande, exclusividad y emulación al sur de la ciudad.

Las crónicas de Linda Lindsay relatan con excesivos detalles las rutinas de la elite porteña en la zona sur de Mar del Plata, figurando la cotidianidad y los eventos, las comidas y los indumentos. Estas cronologías del verano insinuaban en tono pedagógico rituales a seguir, prácticas correctas y cómo conseguir lucir y actuar. Es en este cruce donde se destaca puntualmente el rol didáctico de los semanarios y su influencia para instalar imágenes. Como expresa Zuppa (2017), los lectores de la revista podían, mediante las crónicas, componer una representación anticipada del espacio privilegiado y construir imágenes que facilitan la identificación de escenarios, corporalidades y diversiones. Las notas periodísticas ordenan y encuadran la manera de resolver comportamientos, seguir rituales y objetos de uso (ibíd.) y nos permiten reconocer las cualidades propias de la zona sur balnearia. En el territorio de la loma determinadas prácticas, así como personalidades y formas de lucir se valoraron e incitaron por sobre otras. En este período de “promiscuidad social” la clase media temió la pérdida de signos de distinción que le permitieran diferenciarse de consumidores obreros (Milanesio, 2014:17) y buscó mediante la construcción de símbolos y el acceso a nuevos bienes, las características de su diferenciación. De esta forma, espiar los rituales estivales y adentrarse en los minuciosos detalles sobre como lucir y verse fueron cardinales en los proceso de emulación e imitación.

La apertura de la ciudad de Mar del Plata significó un escenario donde el gobierno peronista desplegó al máximo la cultura del consumo, exhibiendo la democratización de bienes y del entretenimiento, pero también fue una arena de conflictos y resentimiento de clase que implicó para los sectores de clase alta y media una “mezcla forzada” (Milanesio, 2014). En este proceso la clase alta en una lucha por retener el monopolio afianzó su poderío y reforzó las estrictas reglas de etiqueta en espacios como la playa (ibíd.). Playa Grande y Los Troncos se configuraron como un circuito chic, recinto de poderosas familias pero especialmente de los jóvenes de elite. La exclusividad de aquel «ver y ser visto» de la antigua Rambla, encontró formas precisas de ser usufructuados (Cajarville, 2021), este reducto se catapultó como una zona de encuentro privilegiada conformada por el espacio público de balnearios y parques y “la conformación de ámbitos privativos tales como clubes y hoteles de alta gama” (ibid,:123). El Ocean Club “uno de los grandes números de Playa Grande” y un “verdadero club de mar” (Lindsay, 1946, 1 Marzo) que fomentaba entre sus socios el deporte y la vida social18 fue una de las instalaciones más prestigiosas. Allí se concretaban almuerzos, encuentros de fin de tarde y jornadas de juegos, además el club contaba con una balsa, especie de embarcación, que funcionaba como sucursal mar adentro (Anexo 1). El golf también se configuró como un espacio social importante, sitio impuesto para las fiestas, “tantas que las que se realizan parecen hermanas gemelas” (Anexo 2) y una seguida de la otra. La presencia de “jóvenes glamours” o “glamorosas” expresa lo moderno y exclusivo de los eventos. Pocos lugares se mencionan en tantas ocasiones como el Ocean y el Golf, sin embargo el balneario Marypesca asoma también como complejo de encuentro y reuniones en líneas de la autora.

Simbólicamente, el sector de la loma significó un escenario de goce del tiempo, un recinto exclusivo, escrupuloso, vistoso y moderno. Lo que allí ocurría sentaba el precedente de las modas y funcionaba como modelo para remedar prácticas y comportamientos. De la misma manera este imaginario se alimentaba de comportamientos y similitudes con balnearios extranjeros, las noticias de Punta del Este tienen un importante y reiterativo protagonismo en los escritos de Linda.

En “Haciendo de Corresponsal Extranjero” (Anexo 3) Linda relata aventuras en países del exterior, comenzando por Nueva York para luego adentrarse en el verano de Punta del Este. El desarrollo de las vacaciones en las playas uruguayas describe los lugares más visitados “Las mañanas se reparten entre Playa Brava, Playa Mansa o excursiones a Portezuelo” y los espacios más exclusivos “por la noche la gente come, baila y juega en el casino del Nogaró” para luego enlistar cualidades de su visita. En esta lista leemos comentarios sobre moda y las tendencias que se lucen, “salidas de baño de esponja, cortas, hasta la línea del short”, indicándonos no solo las prácticas del vestir extranjeras sino el largo correcto de la prenda. A su vez leemos “chicas aerodinámicas, con piernas perfectas y un color dorado precioso” enlistando las cualidades físicas dentro de las modas y actitudes. De lo que se desprende, aquí el cuerpo aparece como un espacio a moldear y las maneras de verse como indicaciones a seguir. Asegurándonos que lo observable en Punta del Este, espacio de visitas reconocidas, debe reproducirse en las playas locales.

Las corporalidades de la clase alta fueron el reflejo a seguir. No solo por las lectoras de la revista sino por quienes frecuentan el sur de Mar de Plata. La moda se impuso desde el exterior a la zona exclusiva de la ciudad y se difundió al publicarse en la prensa. En otra del mismo año19 la autora remarca la comparación entre Playa Grande y Punta del Este, confirmando las sospechas de que las tendencias provenientes de Uruguay se imponían a rajatabla en nuestro país. En el Anexo 4 leemos: “Short a toda hora, parece ser la consigna. Aún no aparecen por la noche, como en Punta del Este, pero se los ve ya definitivamente impuestos en las calles (…) Es que en verdad nuestras chicas tienen el tipo de silueta que justifica el “short” con magníficas piernas finas y alargadas”.

Cuerpos, actividad física y baños de sol

El período en el que se inscriben las crónicas se vio atravesado por la influencia de tendencias mundiales20 en torno al trabajo físico sobre el cuerpo. Este se vio empapado por disposiciones sociales que condicionaron su manera de verse, de actuar y de ser. El impacto de estos preceptos generó la insuficiencia del cuerpo natural monopolizándolo como estándar colectivo, con la intención de augurar una nueva felicidad corporal, la del cuerpo ario, exagerado en el cuerpo deportivo (Belting, 2007) este encarnó el discurso del mejoramiento de la especie humana en su conjunto y se alineó en los ideales hegemónicos. Si bien en un punto en el espacio de la costa y la playa, el cuerpo se comporta con menos estructuras, menos prejuicios y menos velos (Kaczan, 2019), lo corporal fue influido por estas tendencias. Las crónicas de Linda demuestran esta figura del cuerpo y no ignoran la relevancia del ejercicio físico. En “Como en el país de las amazonas”21 leemos “ejercicios físicos, gimnasia, juegos en la playa, son algo así como el santo y seña que se pasa todo el mundo para saber cómo estar al día en la actividad marplatense” en estos los hombres se destacan y demuestan habilidades con “verdaderos números de circo” (Anexo 6). Los concursos de “boogie”- mover el esqueleto- también llaman la atención de la autora que los compara con “números de acrobacia cómica”. En el contexto argentino, la popularización y difusión de la cultura física representa tendencias internacionales pero a la vez constituye su propia historia22 donde se entrecruzan las doctrinas modernas y particularidades históricas.

Las prácticas corporales de la educación física, junto a la gimnasia y los deportes han tenido un papel activo en los procesos de generización contribuyendo fuertemente al armado de ciertas masculinidades y feminidades (Levoratti y Scharagrodsky, 2021). Durante el peronismo la cultura física se incluyó entre los temas a difundir por el Estado y encontró un lugar destacado en la agenda pública y privada argentina (Orbuch, 2013, Cornelis, 2005). Según Scharagrodsky, los métodos, ejercicios y actividades promulgados bajo este mandato contribuyeron a establecer fuertes roles de género. Acorde a esto, las representaciones ligadas al ejercicio físico en las crónicas de la autora revelan esta asimetría23. En este sentido, “los que se destacan, son naturalmente, los muchachos” (Anexo 6), encarnando el ideal de masculinidad perseguido. Asociado a una virilidad fuerte, emprendedora y claramente dirigida al espacio público, vinculada a la formación de un ciudadano disciplinado, energético y valiente (Scharagrodsky, 2002). Los tratamientos corporales fueron productores y reproductores de desigualdades de género, donde se esencializaron y naturalizaron atributos asociados a identidades, contribuyendo a establecer diferencias y asimetrías.

En sintonía con esto, las representaciones de las figuras masculinas y en los escritos de Linda acentúan y evidencian las diferencias corporales. Mientras que en los varones la fuerza y la actividad física importan en el desarrollo de su aspecto lúdico, en las mujeres se valoran los resultados de esas prácticas. Las referencias sobre los cuerpos tonificados de las chicas veraneantes se repiten. Ellos se configuran haciendo, son quienes nadan, “hacen pirámides y verdaderos números de circo”, “escalan Himalayas de sillas”24 y saltan mientras que en las mujeres se acentúan los resultados y no el proceso. Ellas son dueñas de “piernas aerodinámicas” (Anexo 7), de un “estilo deportivo” y sus cuerpos son “figuras gráciles”25. Estas representaciones femeninas, en palabras de Arfuch, producen y reproducen, reflejan y transforman estereotipos y modelos imperantes, según tendencias hegemónicas y leyes tácitas a las que, por otra parte, contribuyen a consolidar (1996). Como explica Acuña (2001), producto de la civilización del ocio, del esparcimiento y de la imagen y el consumo, estos cuerpos deportivos, sanos, hermosos y fuertes se transformaron en un deseo mediatizado.

Expresamos, junto a Torre (2011), el importante rol que adquieren estas revistas en el proceso de socialización colectiva en el que se definen las identidades masculina y femenina. La autora expone mediante Schulz: los medios crean la cultura y el ambiente simbólico y cognoscitivo en el que cada persona vive, y constituyen un recurso que las personas usan en las interacciones sociales para situarse, o para convertir en significativa su propia actuación. Y continúa, si los medios dan resonancia a una determinada representación de lo femenino, es posible que no solo consigan atención sino que promuevan valores y estilos de vida (2011:15). Las representaciones plasmadas son una manera específica de conformar expectativas de género y definir habitus femeninos y masculinos. En las revistas con gran recepción femenina, así también como en estos fragmentos, encontramos la coexistencia de un habitus femenino y un habitus masculino, lo que constituye un mundo social dividido (Torre, 2011). Si bien estas fronteras de campos de interés parecen integrarse en el espacio de ocio, lo cierto es que mediante las disposiciones corporales advertimos lo contrario. La cronista construye un orden social fundado a partir de la división de roles de género y atribuye comportamientos ligados al universo femenino o masculino, de manera tal que a las mujeres les corresponde ser dueñas de figuras gráciles y a los hombres realizar verdaderos números de circo, siendo protagonistas del ejercicio físico en el espacio público. En esta dirección el contenido promulgado en los medios es transmisor y reproductor de habitus diferenciados, donde se alineó a los varones como seres activos y fuertes, mientras que las mujeres se vieron como pasivas y elegantes. Mientras a unos se los retrató puestos en acción, y se festejó sus los logros, en las otras se destacó reiteradas veces cómo lucían. Transparentados en el diagrama de los cuerpos, las posturas y los gestos identifican géneros claramente asimétricos. Los cuerpos portan diferentes formas de hexis esperadas para cada género y clase social.

Otra de las modas destacadas a tono con las tendencias mundiales corresponde a las tonalidades de piel aceptadas. Durante la primera mitad del Siglo XX, los baños de sol se promovieron y afianzaron como una práctica con beneficios terapéuticos, pero a la vez de fuerte valor estético. El sol, “la inundación de sol” y los “cuerpos en la arena” (Anexo 8) dan cuenta de esta costumbre. La importancia de lucir “tostados” en detrimento de mostrarse “pálidos” acentúa la aceptación de este color en la piel. La popularidad de esta práctica se comprueba en las cargadas y bromas a los veraneantes que recién llegaban y no habían podido disfrutar del sol (Anexo 9). Se destacan las actitudes de permanecer al sol fundando así una novedosa conducta de abandonar las bondades de la palidez y de aprobar los privilegios de verse bronceadas (Zuppa, 2017). Dejarse tostar o volverse “rôties”26 como agrega Linda para las privilegiadas turistas significaba una oportunidad de disfrutar de las libertades de las vacaciones al aire libre (Kaczan, 2019).

Así, los baños de sol se inscriben dentro de las prácticas medicinales de carácter natural y encuentran en el aire marino, un recurso indicado para el cuidado de la salud (Zuppa, 2017). El sol aparece vinculado a la alegría de vivir27. En línea a este pensamiento, en sus crónicas Linda reitera la satisfacción y la alegría de visitar el balneario, en detrimento de de lo vivido en las grandes ciudades. Los principios del higienismo alentaron las prácticas turísticas respaldando sus fines terapéuticos. En Mar del Plata “uno no se cansa”, “¡Uno se siente, en verdad, tan aligerado, tan activo, tan joven!” (Anexo 10), se llega para “descansar, para saturarse del binomio maravilloso sol y mar” (Anexo 11) y a respirar “bocanas de su aire magníficamente puro, renovado” (Anexo 12). Lo cierto es que para los veraneantes el tiempo en la ciudad se traduce como un tiempo vivificante, en nuevas energías en “fuerza, nuevos propósitos, optimismo”28.

Modelo corporal

Las crónicas de la autora estuvieron dirigidas para las mujeres lectoras del Hogar, ya que en ellas circularon abundantes ideas sobre la apariencia corporal de las mujeres, acerca del matrimonio y sinfín de consejos sobre moda femenina. Como expresa Le Breton (2002), la apariencia corporal es ese modo cotidiano de ponerse en juego socialmente, y este juego en las proximidades de Playa Grande parece describir reglas concisas y muy claras. Del buen parecer mediante la forma, la apariencia se convierte en un signo cuya cualidad primordial es la de la calificación moral o social, una especie de capital para los actores sociales (íbid).

Las formas del cuerpo, la vestimenta y los hábitos resultan rasgos valorables en estas prácticas del ocio. Linda subrayó en repetidas ocasiones la importancia de portar cierta corporalidad, desentrañando nuevamente la preferencia por cuerpos flacos, deportivos y trabajados físicamente. La autora llegó a enfatizar, en la cantidad de comida correcta o incorrecta para los días de playa (Anexo 13). Linda escribió, “atacar, en un número que antes nos hubiera hecho estremecer, los deliciosos sándwiches de mariscos” y continuó “Y digo que antes nos hubiese hecho estremecer, porque la gran noticia, es que las “glamours”29, jóvenes independientes y solteras de Playa Grande, no se preocupan ya por un cierto aumento en la silueta e incluso es eso lo que parece estar de moda”. Aquí, esbozó las preocupaciones en torno a la alimentación de las jóvenes, desde una mirada atravesada por los mandatos estéticos, el cuerpo debía ajustarse a la moda balnearia. Las formas de moverse y actuar - hexis corporales- al sur de la ciudad estaban fuertemente controladas y más para las “glamours”. Por otra parte las críticas a otras figuras corporales no tardan en aparecer, “y las chicas gorditas-y otras que siendo gorditas no son chicas- siguen la moda. Si antes los pantalones, quedaban mal, ¡calculen como quedarán ahora!” y prosigue “gorditas, con ese cabello corto, las blusas marineras- ¡por qué no vi una, sino cincuenta así!”. La versión feliz, como expresó la propia autora, de esa misma moda la encarnan “unas chicas de esplendida silueta bronceada y fina, cuyas figuras son una belleza frente a tanto sol y tanto colorido brillante de la naturaleza” (Anexo 14). Esta oposición entre la flacura-gordura se acompaña de cualidades asociadas a rasgos positivos para el primer término y negativos para el segundo. Tal es así, que Linda nos recuerda “es cierto que cada uno se viste como quiere o como puede, pero también hay otra cosa que se llama la estética” (Anexo 15), y lucir según estándares de belleza para la cronista se relacionó con el peso corporal.

Pero si la flacura se perseguía era bien preciado, la juventud también lo era. Las chicas gráciles y “glamours” de las que las crónicas tanto se jactan eran también jóvenes. Los conocimientos difundidos en estas notas contribuyeron a construir valores que adquirieron las mujeres relacionados al capital social (Torre, 2011). Las mujeres debían ser jóvenes, actuar sutiles, ser deportivas y mostrarse. En los escritos de Linda descubrimos cuerpos veraneantes, los conocemos a través de sus rutinas y admiramos de ellos la felicidad con la que disfrutan del mar y el sol. Estos relatos “los vuelve imagen pública y deseable”(Kaczan y Rueda 2017) y podemos a través del testimonio de las revistas gráficas y las crónicas diseñar un repertorio variado de apariencias, actitudes, prácticas, actividades, y modas que se experimentaban y difundían al sur de la ciudad de Mar del Plata.

Reflexiones finales

El cuerpo es un territorio cargado de significaciones y representaciones donde se construyen e imprimen constantemente imágenes culturales. De acuerdo a ello, las revistas, actúan como medios de difusión que promueven sistemas de referencia y conjuntos de significados que dan sentido y funcionan como orientadores de la conducta, por lo tanto abordarlas permite establecer nexos entre lo representado y su influencia en las lectoras.

A través de comprender El Hogar como una valiosa fuente de análisis que legítima comportamientos a la vez que ordena conductas y, desde las crónicas de una autora poco conocida Linda Lindsay, pudimos aproximarnos al sentir del veraneo de la aristocracia en el ámbito exclusivo de Playa Grande. Percibimos mediante extractos y recortes los días de calor, los paseos por el Parque San Martín, las noches de fiesta, las modas y las tendencias en torno al cuerpo. En este sentido, estas narraciones funcionan como testimonio de una época por lo que la interpretación de su contenido revela valores, sensibilidades y discursos modélicos de clase y género.

Desde diversas perspectivas, el estudio de las crónicas fue propicio para desandar la influencia de este tipo de contenidos en el sentido de construcción de una identidad de clase y de género. Advirtiendo que en las representaciones incitadas se reproducen discursos dominantes cuyo contenido acentúa y delimita diferencias. De esta forma describimos el rol expositivo de exhibir las rutinas como una manera de predisponer comportamientos en la clase media, fomentar consumos materiales y simbólicos en el afán de emular e imitar la élite. Las palabras de Linda no se muestran ajenas a los mandatos sobre cómo lucir, comportarse o actuar y estos gestos calan hondo en las lectoras de El Hogar.

De allí que lo que se define y experimenta en el espacio de exclusividad que es Playa Grande sean prácticas que incluyen imaginarios y representaciones donde se condensan imperativos y preceptos sobre las figuras del cuerpo supeditados a la cultura física, los hábitos modernos y los roles sexo genéricos. Los aspectos simbólicos sobre lo analizado dan cuenta no solo del rol formador y pedagógico de un magazine cómo El Hogar, sino también como medio que produce y promueve representaciones, a través de las cuales se construyen miradas del pasado.

Referencias bibliográficas


1 Haynes había llegado al país en 1877 desde Inglaterra, y luego de trabajar como empleado del Ferrocarril Gran Oeste Argentino, a raíz de una asociación con una agencia de publicidad inglesa, se dedicó al periodismo.

2 Revistas como Caras y Caretas, Para Ti o Plus Ultra integraban el ámbito de las impresiones graficas destinadas a público femenino y si bien cada una presentaba contenidos propios las similitudes en los tópicos, avisos y notas las asemejan, por lo que podían considerarse competencia comercial de El Hogar.

3 Algunos segmentos habituales del Hogar eran: “Cocina del hogar” o “Cómo ser hermosa”, mientras que por ejemplo en El Hogar 1940, edición 29 de Marzo Nº 1589, encontramos artículos titulados: “Recetas para borrar el cansancio!” y “Bailar y casarse he ahí el secreto de la longevidad” a modo de consejos para la mujer.

4 En sus primeros años trabajó en la redacción de Noticias Gráficas y luego se incorporó en El Hogar donde publicó episódicamente crónicas desde 1940 a 1960.

5 La Nación, Sociedad, 19 de Mayo 1998. Disponible en : https://www.lanacion.com.ar/sociedad/linda-lindsay-nid97094/

6 Entre 1946 y 1955, Perón estuvo al frente de la presidencia del país y sentó las bases de cambios sin precedentes, como consecuencia varios factores (políticas económicas nacionalistas, el incremento del salario real, la migración interna, la industrialización por la sustitución de importaciones y las políticas de justicia social) amplios sectores de la población tuvieron acceso a nuevas prácticas y espacios de consumo. El ascenso social ocasionó una participación de los sectores de menores ingresos en el mercado de consumo convirtiéndose en un emblema de la justicia social peronista cuyo objetivo fue mejorar la calidad de vida de los trabajadores (Milanesio, 2014:21) concibiendo un acceso al bienestar abarcativo.

7 En palabras de Adamovsky (2009) hay una gran dificultad para definir y diferenciar la clase media ya que no es una “cosa directamente observable” (:11) en detrimento de lo que ocurre con los empresarios u obreros. No fue hasta mediados del S. XX que la expresión se hizo frecuente y emergió una representación respectiva de ella (Garguin, 2007). Al calor de las transformaciones políticas, sociales y culturales que representó el peronismo finalmente hacia 1950 la clase media se constituyó como un sujeto de consideración promovido por intereses políticos ajenos a ella y como un sector intermedio en la polarizada sociedad dividida entre pueblo y oligarquía.

8 A mediados del 30 se evidencia una reactivación económica que permite capear la crisis de 1929, centrada en la pequeña y mediana industria y fortalecida por los sectores medios en pleno ascenso. Dicho proceso es legitimado por el arribo de sectores diversos a la costa marplatense entre los años 1935-1940, inaugurando la antesala de las políticas peronistas en torno al vacacionar. Además, en relación al crecimiento del turismo pueden verse avances que argumentan lo mencionado, en 1934 se crea la Dirección Nacional de Parques. Bajo el lema elegido para la dirección “conocer la patria es un deber” se construyen grandes complejos, rutas, caminos ferroviarios y hoteles. Se busca favorecer el acceso al balneario, la inauguración de la ruta 2 (1938) y la implementación del boleto compartido dan cuenta de esto.

9 Si bien Perón llega al poder en 1946, en 1943 ingresa en la Secretaría de Trabajo e incursiona en nuevos aspectos en el orden laboral. El “sábado inglés”, un mediodía más de descanso, y los diez o quince días de vacaciones anuales pagas son una advertencia de los cambios a futuro.

10 Un conjunto de iniciativas nacionales procuraron la implementación del proyecto del turismo social. El decreto 1740, en 1945: el derecho a las vacaciones remuneradas obligatorias a los trabajadores y empleados argentinos. Luego, un decreto de Personería Gremial, amplió los fondos facilitando las posibilidades a los gremios e instituciones para el servicio social. Muchas de estas decisiones se acentuaron con la sanción de la ley que creaba la Dirección de Turismo y Parques de la Provincia de Buenos Aires y se reforzó con las disposiciones del II Plan Quinquenal, que contaba con un apartado especial destinado al turismo. Véase más en: Pastoriza, E. (2002) en Turismo social y acceso al ocio: el arribo a la ciudad balnearia durante las décadas peronistas, en Las puertas al mar. Consumo, ocio y política en Mar del Plata, Montevideo y Viña del Mar. Editorial Biblos y Universidad Nacional de Mar del Plata, Buenos Aires, pp. 17-32.

11 Es necesario mencionar el ocio como una experiencia integral de la persona y un derecho humano, una práctica resultado de actividades de libre elección, que produce cultura (Dumazedier, 1964). Desde los planteos humanísticos actuales, se entiende que el ocio es una vivencia que se encuadra en el mundo de las emociones, un fenómeno tanto individual cuanto social, que se desarrolla en espacios concretos de interacción (Iso-Ahola, 1980, Rodríguez y Agulló, 2002, Cuenca, Goytia, 2012). En este sentido el ocio, como otras experiencias humanas de alcance psico-social, se desarrolla como una conducta situada en un espacio y un tiempo. También debiera entenderse desde una aproximación que considere lo subjetivo, lo social y cultural, o el ambiente donde se desarrolla la experiencia de ocio (Iso-Ahola, 1980). Estas diferentes formas de conceptualizar el ocio nos permiten establecer una clara relación entre comportamientos y el espacio en los que se desarrollan. La relación entre cuerpo y ocio estuvo atravesada por conectar estas experiencias, las costumbres al aire libre, los baños de sol y mar con los imaginarios corporales que dominaron la época.

12 Se puede indagar más sobre la relación entre cuerpo y espacio balneario en los trabajos de la autora, quien trabaja desde hace tiempo aspectos vinculados al cuerpo los espacios del ocio y las representaciones.

13 John Parris canta en Playa Grande, concentrando la atención de los jóvenes y nadadores. El Hogar, 1946,8 Marzo Nº 1899, “Como en el país de las Amazonas”.

14 El Hogar 1952, 1 Febrero Nº 2203 “Bajo el Marplatense sol de Febrero”.

15 El Hogar 1946 8 Marzo Nº 1899, “Como en el país de las Amazonas”.

16 Denis (1979) afirma que “los estudios sobre las representaciones sociales emplean el término imagen en el sentido de figura o conjunto figurativo, es decir constelación de rasgos de carácter concreto que hacen entrar en juego la intervención de lo imaginario, individual o social, o de la imaginación. Así a pesar de las distinciones entre imagen y representación, dentro de estos estudios la primera se toma como una de las especies del género representación, junto a las representaciones de lenguaje y de relaciones (M. Denis, 1979 citado en Jodelet, 1986).

17 Según Darío Paez (1987) (citado en Mora, 2002) existen cuatro funciones sintéticas de las representaciones sociales, 1)Privilegiar, seleccionar y retener hechos relevantes del discurso relacionados al sujeto en interaccion, 2) Descomponer este conjunto de rasgos en categorías simples, 3) Construir un mini-modelo del entorno a partir del discurso que impregna al sujeto, y 4) En el proceso reconstruir y reproducir la realidad otorgándole un sentido y una guía operacional para la vida social. Véase más en: La teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici, Athenea Digital,num.2 otoño 2002.

18 La Nación, 24 Enero 2013, La tradición sigue vigente en Playa Grande. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/la-tradicion-sigue-vigente-en-playa-grande-nid1548434/

19 “Crónicas con Yodo” por Linda Lindsay El Hogar Nr. 1898, Marzo 1946.

20 Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX como parte del impacto del pensamiento biologicista se afianzó la doctrina eugénica. El temor a que los grandes cambios sociales- industrialización, hacinamiento en urbes, epidemias, y grandes guerras entre otros- lograran la degeneración de la raza, permitió a la biología ingresar al campo de lo científico. Así, considerando la sociedad como un gran organismo, el pensamiento eugénico buscó no sólo optimizar la vida de las personas sino “mejorar” la descendencia humana, valorando lo positivo y “aprovechable” de la raza humana. Bajo estos postulados se acrecientan las tendencias a moldear el cuerpo y se popularizan las ciencias físicas.

21 El Hogar 1946 El Hogar, 1946,8 Marzo Nº 1899, “Como en el país de las Amazonas”.

22 Desde finales del siglo XIX en Argentina como parte de un fuerte clima militarista y de consolidación del estado-nación, la instrucción de soldados, la práctica de la gimnasia y la formación de jóvenes saludables estuvieron ligados a la construcción de la nacionalidad (Scharagrodsky, 2006). En este contexto los ejercicios militares fueron dirigidos únicamente a varones y estuvieron fuertemente ligados a concebir un carácter masculino asociado a la ética, la moral y la fortaleza física. Durante el siglo XX se produce una consolidación institucional de formación en Educación Física, en este transcurso, el Sistema Argentino de Educación Física creado por Romero Brest se instaló en la escuela primaria y a pesar de distanciarse de modalidades anteriores las desigualdades entre varones y mujeres siguieron acrecentándose. Paralelamente, el discurso peronista, concedió amplia importancia al deporte, la educación física y actividades de tipo recreativa, argumentando que estos eran un medio para mejorar la especie, un factor de salud, y su realización era fundamental para mejorar el potencial humano necesario para producir y reproducir riqueza de la nación (Scharagrodsky, 2006) apelando a estas disciplinas en nombre del orden social y para formar física y moralmente a los hombres y mujeres argentinos. Para más información véase: Scharagrodsky (2006) ‘Ejercitando’ los cuerpos masculinos y femeninos. Aportes para una historia de la educación física escolar argentina (1880-1990) y Cornelis (2005) Control y generización de los cuerpos durante el peronismo. La educación física como transmisora de valores en el ámbito escolar (1946-1955).

23 El ideal femenino estuvo ligado a la maternidad, siendo su fin la eugenesia, y a presuntos morales que debieron respetarse en los ejercicios físicos y la gimnasia: el decoro, el pudor, la gracia, el recato, la delicadeza y la elegancia en los movimientos (Scharagrodsky, 2006).

24 El Hogar, 8 Marzo, 1946.

25 El Hogar, 14 de Febrero, 1947.

26 Término proveniente del francés que refiere a “asar” o “tostar”:

27 “Sol en Playa Grande. Una inundación de sol. Cuerpos en la arena. Y una desbordante alegría de vivir que se manifiesta en insospechable cantidad de formas” (El Hogar Marzo,1946,Nr. 1898)

28 El Hogar, 28 de Marzo, 1952.

29 En palabras de Calzón Flores (2012) el termino glamour connotaba en sus inicios algo así como hechizo o encanto mágico. En este período, según Dyhouse (2011), el concepto se vinculó con la modernidad y su popularidad estuvo fuertemente vinculada a la industria del cine y a la moda de Hollywood. Durante el siglo XX el término se asoció al brillo, las pieles, los vestidos ajustados y a los labios típicamente rojos. En este sentido las mujeres glamorosas portan un encanto sofisticado y con connotaciones sexuales, por lo que su imagen trae aparejada una idea de mujer que contrasta con virtudes tradicionales como la inocencia o el pudor (Calzón Flores, 2021). De esta manera el glamour está asociado a la mujer moderna-transgresora y también a la mujer seductora que, es bella y delgada (Rodríguez y Díaz-Soloaga, 2018). Las glamours que figuran en las crónicas de Linda se intuyen como jóvenes, flacas, independientes a la moda y solteras. En sus palabras se las ve almorzando solas en el Club de moda, aparentemente “despreocupadas por la alimentación” vistiendo igual que las estrellas de cine estadounidense o argentinas.

Anexo 1 1946,1 Marzo Nº ١٨٩٨

Punta del Este y su conexión con Playa Grande

Anexo 3 El Hogar, 1 de Febrero, 1946, Nº 1894

Anexo 2 1947,14 Febrero Nº 1948

Modas y curiosidades en Punta del Este

Anexo 4 y 5 El Hogar, 1 Febrero, 1946, Nº 1894

Anexo 6: Juegos, pirámides humanas, “boogie” y actividades físicas en la playa

El Hogar, 8 Marzo, 1946, Nº1899.

Anexo 7 El Hogar, crónica “Haciendo de corresponsal extrajero”,1946,1 Febrero, Nº 1894

Inundación de sol en Playa Grande

Anexo (8) El Hogar, 1 Marzo, 1946, Nº 1898

Anexo 9 Baños de sol y pieles tostadas en Playa Grande- El Hogar, 1 de Febrero, 1952, N1º 2203.

Revitalizarse en tiempos de vacaciones

Anexo 10 El Hogar, 18 Enero, 1955, Nº2359- Anexo 11 El hogar, 18 Febrero 1955, Nº 2362

Anexo 12 El Hogar, 1 de Febrero, 1952

Anexo 13 El Hogar, “Mar del recuerdos”, 14 Febrero, 1947 Nº 1948- Anexo 14 El Hogar, 1 Marzo,1946, Nº 1898

Estéticas de la delgadez

Anexo 15 El Hogar “Y mis primeras impresiones”, 18 Enero, 1955, Nº 2359.

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