“Errante y vagabundo andarás por la tierra”. Breves comentarios en torno a la construcción y vigencia de estereotipos antigitanos1

Omar Ferretti

Universidad Nacional de Rosario

Argentina

oferrett@gmail.com

https://orcid.org/0000-0003-1855-5197

“Wandering and vagabond you will walk the earth”. Brief comments on the construction and validity of anti-gypsy stereotypes

Abstract

The aim of this article is to explore the situation of hyper-foreignness and racism suffered by the Gypsy People and offer a description of the most frequent behaviors that the members of this diaspora have developed to protect themselves from discrimination and/or persecution by the majority society. The route proposed in the article recognizes a starting point in the anti-Gypsy climate experienced that is lived in Europe from the formation of modern States during the fifteenth century, moment in which the persecutions against the Romany People began, which extend to the present time.

Keywords

Rom, antigypsyism, prejudices, stereotypes, discrimination.

“Errante e vagabundo você andará na terra”. Breves comentários sobre a construção e vigência dos estereótipos anticiganos

RESUMO

Este artigo pretende explorar a situação de hiperestrangeirismo e racismo sofridos pelo Povo Cigano e oferecer uma descrição dos comportamentos mais frequentes que os membros desta diáspora desenvolveram para se protegerem da discriminação e/ou perseguição por parte da sociedade maioritária. O percurso proposto neste artigo reconhece um ponto de partida no clima anticigano que se vive na Europa desde a formação dos Estados modernos durante o século XV, momento em que se iniciaram as perseguições contra o Povo Rom, que se estendem até nossos dias.

palavras-chave

Rom, anticiganismo, preconceitos, estereótipos, discriminação

FECHA DE RECIBIDO 12/07/2022

FECHA DE ACEPTADO 20/03/2023

COMO CITAR ESTE ARTICULO

Ferretti, O. (2023) “Errante y vagabundo andarás por la tierra”. Breves comentarios en torno a la construcción y vigencia de estereotipos antigitanos. Revista de la Escuela de Antropología, XXXII, pp. 1-19. DOI 10.35305/rea.viXXXII.245


1 Este artículo es una versión ligeramente modificada de una monografía que lleva por título: “Gitanos, pasado y presente de una minoría subalternizada”, presentada en marzo de 2021 como trabajo de cierre para un curso de posgrado dictado bajo modalidad virtual por la doctora Voria Stefanovsky en la Universidad de la Patagonia Austral (Unidad Académica Río Gallegos). De impronta meramente ensayística, no hay detrás de los contenidos vertidos en sus páginas un trabajo de corte empírico, decantándose, al contrario, por una lectura reflexiva realizada en base a las fuentes bibliográficas de habla hispana suministradas por la cátedra.

Resumen

Este artículo tiene como objetivo explorar la situación de hiperextranjería y racismo sufrida por el Pueblo Gitano y ofrecer una descripción de las conductas más frecuentes que los miembros de esta diáspora han desarrollado para protegerse de la discriminación y / o persecución por parte de la sociedad mayoritaria. El recorrido propuesto en el artículo reconoce un punto de partida en el clima antigitano que se vive en Europa a partir de la formación de los Estados modernos durante el siglo XV; momento en el que se inician las persecuciones contra el Pueblo Rom, que se extienden hasta el momento actual.

Palabras Clave

Rom, antigitanismo, prejuicios, estereotipos, discriminación.

Introducción

Los antepasados de los actuales gitanos abandonaron las regiones del Punjab y del Rajhastan (noroeste de la India) hace poco más de 1000 años. De ahí en más, nunca detuvieron su marcha hasta el punto de hacer del viaje una forma de vida. Aunque las causas que determinaron su éxodo todavía no han podido ser esclarecidas, un buen número de investigadores (Lee, R., 2018; Pániker, A., 2014; Rodríguez, S., 2011; Kumpanya Romaní de Colombia, 2008; Holländer Cartes, M.V., 2006) sospechan que pudo deberse a la invasión islámica llevada a cabo por el ejército del sultán Mahmud de Ghazni entre los años 998 y 1030. Después de un largo peregrinar por tierras del Cercano Oriente y Asia Menor, logran cruzar el estrecho del Bósforo en Turquía y en los albores del siglo XIV llegan a Grecia, que se convertirá así en el primer país de Europa en recibirlos. Al verlos, los griegos los confundieron con los “atsinganos”, una secta religiosa maniquea proveniente de Persia, compuesta mayormente por músicos, adivinos y encantadores de serpientes; pero los recién llegados, además de descartar su pertenencia a dicho grupo, les explicaron que ellos venían de Egipto y que estaban realizando un peregrinaje religioso de expiación; probablemente, se haya tratado de una estrategia de supervivencia, ya que la Iglesia acostumbraba a dar asilo y limosnas a los penitentes religiosos. Por otra parte, los ampliamente difundidos exónimos con los cuales se los conocerá después, provienen de este primer encuentro con los griegos. Así, recordemos que “cíngaro” deriva de “atsingano”, mientras que “gitano” lo hace de la palabra “egipciano” por creer que provenían de Egipto.1 Este malentendido trajo consecuencias respecto al supuesto origen de los gitanos, ya que por mucho tiempo se creyó que eran originarios de Egipto, cuando en realidad ellos se estaban refiriendo al “Egipto menor” o “pequeño Egipto”, que así es como se conocía a una región de Turquía en aquella época.

A los grupos humanos siempre les ha costado concebir la idea de unidad en la diversidad. En efecto, cuando la presencia del “otro cultural” golpea en las puertas de nuestras murallas lo primero que sentimos es asombro y un poco de desconfianza, puesto que sus formas de vida, sus prácticas cotidianas y sus maneras de concebir el mundo nos resultan, la mayoría de las veces, extrañas e incomprensibles a nuestro particular y etnocéntrico punto de vista. Sin embargo, esto no impide que del asombro podamos pasar a la curiosidad, y luego a la necesidad o deseo de establecer con el extraño algún tipo de reciprocidad. De hecho, en la larga historia de nuestra especie, las migraciones e intercambios entre grupos humanos culturalmente diferentes, han sido más bien la regla que la excepción. Los primeros tiempos de los Roma por territorios de Europa, confirman esta última afirmación dando cuenta de las relaciones y de los innumerables intercambios, sobre todo económicos, que mantenían con los “payos” de la sociedad sedentaria.2 Al principio circulaban libremente, ya que contaban con salvoconductos o cartas de recomendación: una suerte de “pasaporte” que la Iglesia y los reyes otorgaban a los peregrinos religiosos. Desde luego que hubo excepciones, Clebert señala que en Francia, por ejemplo, en donde el vagabundeo constituía oficialmente un delito desde 1350, los gitanos son mal considerados desde el principio de su estancia y únicamente en la provincia de Provenza se les trata como peregrinos y se les alimenta; asimismo, no debemos pasar por alto la situación de esclavitud a la que fueron tempranamente sometidos en los principados de Moldavia, Valaquia y Transilvania.3

El comienzo de las persecuciones

¿Cuándo se los empieza a perseguir, y por qué motivos? La conformación de los Estados modernos en el siglo XV, significó el comienzo de las persecuciones de las que el pueblo Roma no se librará hasta el día de hoy. Entre los motivos que comienzan a despertar la animosidad de los gayés, se encuentran: la ausencia entre los gitanos de un domicilio fijo, el uso de una lengua totalmente extraña y desconocida, los raros vestidos y abalorios con los que cubrían sus cuerpos, el color de su piel –“es negra como la del demonio”, repetían con disgusto los europeos-, la inquietante habilidad de sus mujeres para las artes adivinatorias, que las vinculaban sospechosamente con el mundo de la brujería, y la costumbre de algunos grupos de alimentarse de “carne muerta”. Respecto del clima claramente antigitano que se desarrolla para esta época en Europa, Voria Stefanovsky escribe:

Los sedentarios comienzan a ver en el gitano al intruso que viene a robarles los animales o a aprovecharse de su cosecha y a engañarlos con la quiromancia para luego partir con el botín. Las mujeres fueron asociadas erróneamente a una imagen libertina, estereotipo muy explotado en las representaciones artísticas, sobre todo en las literarias (2010: 166).

Destaca Clebert que dichas persecuciones fueron la consecuencia lógica de una clase de vida incompatible con las reglas de una sociedad esencialmente propietaria; pero sobre todo –y en este punto coincidimos con Feierstein (2014)- respondieron a un modo de construcción de identidad por exclusión propia de los Estados nación modernos, que opera estigmatizando, invisibilizando o forzando la asimilación de grupos con identidades múltiples. De este modo, al negar lo múltiple, el Estado moderno desconoce toda identidad que no sea la que hegemónicamente se construye como “identidad nacional”. Así, la España de los reyes católicos definirá su identidad a partir de lo “occidental y cristiano” y este modo de construir tal identidad por exclusión, permitirá expulsar a judíos, moriscos y perseguir a los gitanos a través de leyes escritas y de pragmáticas. Es importante añadir que para el mundo medieval -anterior a la conformación de dichos Estados- la pobreza estaba sacralizada y se le otorgaba un valor positivo, en cuanto que, como señala Susín Betrán, “servía como prueba para lograr la santificación tanto del pobre, representación de Cristo, como del que lo socorría ejerciendo la caridad” (2000: 106). Con la modernidad, en cambio, la riqueza lejos de ser denostada como lo era antes, se convierte en un valor supremo al punto que su tenencia y acumulación comienza a ser considerada una señal de que Dios está de nuestro lado. Debido a este cambio de mentalidad, aquellos grupos, como los gitanos, que en un principio habían podido circular libremente con salvoconductos sobreviviendo gracias a la mendicidad y al ejercicio de la caridad, ahora serán considerados “falsos pobres” (Susín Betrán, R., 2000; San Román, T., S./F.) y como tales, se verán inmersos en un proceso de estigmatización y criminalización. Vale recordar que los discursos discriminatorios que la civilización sedentaria irá construyendo en torno a los Rom, y que aún hoy perduran como un estigma que los condena a ser una minoría étnica subalternizada, irán cobrando fuerza a partir de esta coyuntura histórica.4 Con respecto a los estereotipos antigitanos que comienzan a arraigarse, se pueden mencionar algunas descripciones de época que ya los caracterizan como: “vagos”, “oportunistas”, “ladrones”, “embusteros” que, con gran astucia, hacen de su situación de marginalidad una “profesión” para vivir a costilla de inocentes víctimas, etc.5

El antigitanismo, una violencia invisibilizada

El antigitanismo es una forma de racismo que elige a los gitanos como objeto de odio, rechazo agresivo y discriminación. El término fue acuñado por primera vez en 1997 por el historiador alemán Wolfgang Wipperman (Piasere, L., 2018), con el fin de visibilizar una violencia que durante siglos se mantuvo oculta en los pliegues de la conciencia colectiva europea.

De acuerdo con el escritor Ricardo Piglia (cit. en Halperin, J.: 1993), el poder es siempre paranoico y construye dos límites para defenderse de los grupos más refractarios; en una de las fronteras la diferencia se convierte en señal de amenaza, en la otra, en un enigma indescifrable; y como dos hebras de una misma urdimbre, dichos trazos se entrecruzarán para ir tejiendo una imagen del otro que siempre estará sujeta al delirio paranoico de los sectores hegemónicos. Así, la identidad de los romaníes se verá permanentemente acosada y violada por una mirada ajena que no dudará en urdir las narrativas más delirantes con tal de acabar de una vez y para siempre con la presencia de “indeseables” dentro de su territorio.6 Como si los estigmas que desacreditaban a los gitanos no fuesen ya suficientes, en toda Europa comienzan a circular una serie de leyendas que no perseguían otra cosa más que difamar y alimentar el antigitanismo de la población sedentaria. Una de estas historias afirmaba que “los gitanos eran descendientes de Caín”, otra, que habían “aconsejado a Judas para que traicione a Jesús”; otra, que, siendo “soldados de Herodes, habían asesinado a los niños de Belén”; y por último, la historia que los culpaba de “haber fabricado los clavos con los que se había crucificado a Cristo”. Esta construcción de una otredad negativa, es un requisito indispensable para implementar procesos de deshumanización que permitirán luego al Estado moderno llevar adelante prácticas sociales genocidas (Feierstein, D., 2014).

El antigitanismo arderá en toda Europa como reguero de pólvora, especialmente en la España de los reyes católicos. Aquí, los gitanos sufrirán todo tipo de intentos por ser asimilados o exterminados. La primera pragmática, decretada en 1499, pretende no sólo terminar con los derechos que les habían concedido a los Rom como peregrinos, sino también poner en práctica técnicas de exterminio y de disciplinamiento, deshumanizando a su población y convirtiéndola en blanco de los peores maltratos:

Que hasta los 60 días siguientes, cada egipciano viva por oficios conocidos y mejor supieren aprovecharse estando en los lugares donde acordaran asentar o tomar vivienda de señores a quienes sirvan (…) si pasados los 60 días, fueren hallados juntos, sin oficio y sin señores, que den a cada uno unos cien latigazos y los destierren perpetuamente de estos Reinos (…) a los que vuelvan a reincidir que les corten las orejas y a los más rebeldes que queden cautivos para toda la vida (cit. en Fernández, H., Jiménez, N. y Pérez, I., S./F.: 64 – 65).

La crueldad del Estado español alcanzará su momento más álgido en 1749, a partir de un acontecimiento que pasará a la historia con el nombre de La Gran Redada o Prisión General de los Gitanos: un plan de exterminio urdido por Vázquez Tablada, obispo de Oviedo, autorizado por el rey Fernando VI y ejecutado en secreto por el marqués de Ensenada. Entre julio y agosto de ese fatídico año, fueron apresados alrededor de 12.000 Kalés -prácticamente todos los gitanos y gitanas que tenían domicilio fijo en territorio español-, los que intentaron huir durante la redada fueron asesinados. A los hombres se los separó de las mujeres con la finalidad de impedir nuevos nacimientos, y se los envió, junto a los niños mayores de doce años, a trabajos forzados en los astilleros de la Marina. Mientras tanto, las mujeres y los niños fueron ingresadas a prisiones o fábricas. El encarcelamiento de gitanos duró hasta 1765, año en el que el rey Carlos III decretó su indulto. Muchas de las víctimas de esta redada fallecieron por las terribles condiciones a la que fueron expuestos en las prisiones y por la dureza de los trabajos forzados.

Antigitanismo y racismo científico

Al racismo antigitano de vieja data, se le va a unir en el siglo XIX el racismo científico del conde de Gobineau y de Césare Lombroso, entre otros; por supuesto, el mencionado connubio tendrá consecuencias desastrosas para el pueblo Rom. El conde Joseph Arthur de Gobineau, fue una figura que estuvo muy identificada con lo más reaccionario del Romanticismo. Hacia 1854 este filósofo francés publicará el Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas; en dicha obra desarrolla la teoría de la superioridad racial aria y considera que la decadencia de la humanidad se debe sobre todo a la mezcla de razas. Aunque haya sido un filósofo identificado con el movimiento romántico, Gobineau es considerado el precursor del racismo científico, doctrina que impulsará fuertemente el desarrollo de la craneometría. Su doctrina inspiró, ya en pleno siglo XX, los experimentos de eugenesia e higiene racial practicados en los campos de concentración por el nazismo. Por su parte, Lombroso escribió sobre los gitanos y los definió como “la imagen viva de una raza entera de delincuentes, y que aun aquellos que hubieran querido salir de la criminalidad, no habrían sido capaces de ello a causa de la influencia de su raza” (cit. en Piasere, L., 2018: 27). La enfermera Eva Justin, adscripta al racismo científico y experta en craneometría, trabajó durante el nazismo en el Centro de Investigaciones sobre Eugenesia e Higiene Racial como estrecha colaboradora del psicólogo Robert Ritter, famoso por sus trabajos sobre la criminalidad genética de los gitanos. En 1943, Justin logra doctorarse en Antropología con una tesis titulada: Destinos biográficos de los niños gitanos educados de manera inadecuada y sus descendientes, en la que aplicaba de modo estricto los dictámenes de Ritter y sostenía que en los gitanos las influencias sociales no podían compensar la enorme importancia que tenían los factores raciales. En el orfanato St. Josef de la ciudad de Mulfingen, Justin registró, cosificó y midió los cráneos de más un centenar de niños y niñas sintis que habían sido brutalmente separados de sus familias. Terminado los estudios antropométricos en el St. Josef, los niños gitanos fueron deportados al campo de concentración de Auschwitz donde ninguno logró sobrevivir (Piasere, L., 2018). Otto Rosenberg, un activista gitano y sobreviviente del holocausto, recuerda en sus memorias al nefasto dúo:

Querían saber de todo, preguntaban de dónde veníamos, quiénes eran nuestros padres, quiénes nuestros abuelos y cosas por el estilo. Algunos estaban en condiciones de responder a las preguntas, pero otros, ya más mayores, no eran capaces de contestar así sin más, de golpe y porrazo. Aún recuerdo que a una vieja, que tendría más de ochenta años, pero que todavía era una mujerona alta y fuerte, le raparon el pelo por ese motivo (…) Tal vez no había dicho la verdad o puede que no hubiera respondido a lo que Eva Justin y el doctor Ritter querían saber; el hecho es que se escapó y se escondió en el camino de Falkenberg. Entre los dos la encontraron con la ayuda de la policía, desde luego, y fue entonces cuando la raparon. ¡Y todo eso a una mujer de ochenta años! Al final parecía un puercoespín, con esos pelos que le dejaron en la cabeza. Pero eso no fue todo, porque luego la obligaron a estar de pie mientras le echaban agua helada encima, y recuerdo que en ese tiempo hacía mucho frío. Creo que murió al cabo de tres días. ¡Este es el tipo de cosas que hacían! Yo no presencié los hechos, pero vi el cadáver de la mujer, vi su cabeza con pelos blancos como pinchos. La enterraron en el cementerio de Marzahn, en una especie de caja de hojalata, ni siquiera en un ataúd (2015: 17).

Se estima que entre 1933 y 1945 el régimen nazi asesinó, según cifras muy conservadoras, a medio millón de gitanos, la gran mayoría pertenecientes al grupo de los sintis o manouches.7 Sin embargo, luego de la Segunda Guerra Mundial Alemania se negó a reconocer este holocausto (Nedich, J., 2010; Charlemagne, J., 1984), impidiéndoles a los gitanos recibir la indemnización que la ley establece a favor de las víctimas del nazismo.8

Invisibilización y extranjería del pueblo Roma

De acuerdo con el sociólogo Charles Cooley, adquirimos una noción de quiénes somos viéndonos reflejados en las actitudes y en los comportamientos de las otras personas hacia nosotros e imaginando qué piensan de nosotros. Ese espejo para mirarse a sí mismo se apoya en tres momentos: 1.- lo que imaginamos que los otros ven en nosotros; 2.- la forma en que creemos que nos están juzgando; y 3.- la forma en que nos sentimos sobre esos juicios. Ahora bien, si este espejo comienza a “devolver”, como en algunos parques de diversiones, imágenes deformadas, producto de imaginarios colectivos cargados de prejuicios y estereotipos desfavorables, entonces el grupo difícilmente pueda construir una imagen positiva de sí mismo.

En muchos países europeos predomina aún hoy el concepto de nacionalidad indeterminada (Charlemagne, J., 1984) que junto con el de hiperextranjería (Nedich, J., 2010) producen una situación de catástrofe que arroja a los gitanos afuera del mundo. Para ilustrar con mayor precisión esta penosa situación, se puede mencionar el hecho de que durante la guerra entre Bosnia y Serbia, en Italia aceptaban a los yugoslavos que llegaban como exiliados, pero rechazaban a los gitanos yugoslavos argumentando que no eran yugoslavos sino gitanos. En Argentina se vivió algo similar a partir del año 2000, con la llegada a nuestro país de familias rumanas de origen gitano; los niños de estas familias salían a mendigar todos los días con su pequeño acordeón a cuestas, en el centro de las grandes ciudades, desde la mañana temprano hasta bien entrada la tarde; cuando algunos activistas y funcionarios se acercaron para hablar del tema con las autoridades del Consulado rumano, estos se defendieron diciendo que no podían hacer nada porque las familias no eran rumanas sino gitanas. Otra vez la incapacidad del Estado para aceptar a los grupos con identidades múltiples, y de paso, adiaforización (Bauman, Z. y Donskis, L., 2015) mediante, seguir condenándolos a vivir como parias.9

Por otro lado, si bien la falta de documentación es un problema no menor que afecta a buena parte de los integrantes de la comunidad Rom en todo el mundo, cabe destacar que el concepto de extranjería utilizado aquí supera el marco legal o jurídico.10 Para poder entender el alcance de dicho concepto y mostrar las consecuencias que tiene en la subjetividad de los miembros que pertenecen a minorías subalternizadas, quisiéramos hacer una digresión refiriéndonos ahora a un incidente padecido por una ciudadana argentina de nombre María Lamadrid, afrodescendiente por quinta generación de nacidos y criados en Buenos Aires. Hace unos años esta mujer fue demorada en Aeroparque, a pesar de contar con todos los documentos que exige la ley en estos casos. Cuando preguntó cuál era la causa de la injustificada demora, los funcionarios del aeropuerto le respondieron: “es que su pasaporte dice que usted es ciudadana argentina, y en Argentina no hay negros” (Villalpando, W., 2005: 124). Además de hacernos reflexionar sobre el consenso que generan algunos estereotipos, el percance sufrido por nuestra compatriota nos sirve también para problematizar y enriquecer el concepto de extranjería. En efecto, como le pasó a María en Aeroparque, uno puede sentirse extranjero, intruso, o impostor, incluso teniendo todos los papeles en regla.11

Entre los Rom, obviamente, son las mujeres las más afectadas a la extranjería y a la discriminación ya que están más expuestas durante los contactos mixtos, por ser más fáciles de identificar debido a su “atuendo étnico” (pollera de tul larga hasta los tobillos y pañuelo sujetado de forma circular en su rodete), y porque todavía sobrevuela sobre ellas el fantasma de una narrativa ampliamente compartida en el mundo entero que las acusa de robar niños.12 La activista gitana Alejandrina Moura da Fonseca en un intento por denunciar la hiperextranjería que padece a diario la diáspora Rom, nos recuerda que “los gitanos no son un mundo aparte, sino parte de este mundo” (cit. en Martínez Galiana, J., 11 /12/1999). La frase de Moura también nos invita a cuestionar nuestros modelos identitarios, y a repensarnos desde nuestras semejanzas y diferencias, intentando generar espacios abiertos al diálogo y a la comunicación con el “otro cultural”, para poder garantizar finalmente el respeto a la diversidad y a la buena convivencia.

Por su parte, el escritor y también activista Jorge Nedich, nos advierte que en nuestro país “los gitanos no son sujetos de derechos” (cit. en López Ocón, M., 15/07/2018). Imposibilitados de acceder a trabajos formales, no tienen aportes, ni seguro social para la vejez, no pueden acceder al crédito, ni a la vivienda, ni al sistema de salud; suelen ser discriminados en los hospitales y los empleados de las medicinas prepagas cuentan con un listado de apellidos gitanos para que puedan identificarlos, aduciendo luego una serie de excusas para negar la afiliación.13 En el currículum educativo, tanto de nivel primario como secundario, no figura la enseñanza de la historia y la cultura del pueblo gitano entre sus contenidos; esta invisibilización es una forma de discriminación y maltrato que contribuye a levantar el muro que los condena a vivir en un mundo aparte.

Formas de conducta frente a la discriminación

De manera frecuente, encontramos entre los miembros de grupos escarnecidos y tratados con desprecio y discriminación, formas de defensa del yo (Allport, G., 1977), es decir, ajustes o estrategias que llevan adelante tales miembros para encontrar un poco de alivio a su sufrimiento. Así, en el caso de los romaníes, algunos aceptarán con total resignación la agresión de la “civilización sedentaria”, sintiéndose parte de una “raza maldita”. Hasta es probable, incluso, que, en un intento por expiar sus pecados, justifiquen ese destino “por haber fabricado los clavos con los que se dio muerte a un inocente”. En este sentido, es importante recordar que la introyección de estereotipos negativos es un mecanismo lamentablemente muy utilizado por los integrantes de minorías subalternizadas como la gitana; aludiendo a dicho proceso Stefanovsky escribe: “la introyección de estereotipos genera secuelas identitarias muy profundas en los individuos que pasan a percibirse desde la mirada del otro” (2020: 21). Gordon Allport, abrevando en Kurt Lewin, definirá a dicho mecanismo con el nombre de autodenigración o identificación con el grupo dominante. Por su parte, Perrot y Preiswerk, retomando un trabajo de Marc Swartz sobre los truks de la Micronesia, prefieren hablar de etnocentrismo negativo, un complejo de inferioridad colectivo que tienen los pueblos colonizados, como resultado de un cuestionamiento radical de sus culturas por parte del colonizador.14

No resulta nada raro que de la autoinculpación se pase luego a la negación (Allport, G., 1977) o autoexilio (Nedich, J., 2010), en donde los integrantes rompen lazos con su familia y con su comunidad de pertenencia para iniciar una “nueva vida” con los miembros del grupo dominante, ocultando entre estos la información acerca de su identidad estigmatizada. Si bien es cierto que la comunidad gitana considera a estos miembros como traidores, también es justo decir que la misma comunidad suele perdonar sin guardar ningún tipo de rencor a los arrepentidos que, luego de un tiempo, regresan para restablecer sus lazos con la familia y la comunidad.

Otras veces, el único modo en que pueden sobrevivir los integrantes de las minorías subalternizadas, es por medio de lo que Allport llama aquiescencia pasiva, esto es, un pánico a rebelarse frente a las injusticias, que los lleva a la resignación y a conformarse con su suerte. Este mecanismo de ajuste está, por supuesto, muy ligado a la introyección de estereotipos negativos; de allí que de forma bastante frecuente, los gitanos prefieran no hacer denuncias ante situaciones de injusticia o de violencia por miedo incluso a las represalias que puedan sufrir.15

Una forma de defenderse del malestar que provocan “estos espejos que deforman”, es a través del refuerzo de los vínculos endogrupales, una conducta que, si se analiza bien, se ubicaría en las antípodas de la negación o el autoexilio, y que, de acuerdo con algunos autores, podría ser el resultado de la persecución de la que han sido víctimas los miembros del grupo. Al replegarse en la comunidad de pertenencia y reducir al mínimo los contactos con el otro, es como los individuos con identidades deterioradas encuentran un poco de alivio a su sufrimiento (el autor/a, 2021; Allport, G., 1977). Entre los Rom, por ejemplo, este “espíritu de clan” se activa cuando la comunidad condena a los escritores gitanos que revelan al gayé aspectos de su cultura que ellos no quieren dar a conocer (Stefanovsky, V., 2020; Nedich, J., 2010).

Con la llegada del nuevo milenio, junto al recrudecimiento de antiguas formas de discriminación y racismo, creció también el trabajo de la militancia activista; esta genuina forma de defensa y de resistencia, diametralmente opuesta a la aquiescencia pasiva, se da cuando los miembros de las minorías subalternizadas se suman a organizaciones políticas (no exclusivamente partidarias), con el fin de luchar por sus derechos y así poder mejorar la situación existente.

Palabras finales

A pesar del incansable trabajo que viene realizando la militancia activista romaní –sobre todo a partir de 1971 cuando en la ciudad de Londres se realiza el Primer Congreso Internacional Gitano-, el pueblo Roma aún hoy continúa siendo el más discriminado del mundo (Nedich, J., 2010). Con múltiples dificultades para ejercer derechos de ciudadanía, su destino parece marcado a fuego por la maldición bíblica que pesa sobre Caín (“errante y vagabundo serás en la tierra”). Su situación, en la mayoría de los países que conforman la Comunidad Europea, puede calificarse de catastrófica. Cuando alguna autoridad se acuerda de ellos es para deportarlos, o “en el mejor de los casos”, para sedentarizarlos. Sin embargo, una vez que se los sujeta a un territorio, se los obliga a vivir en condiciones miserables de vida arrinconándolos en guetos, esos espacios vacíos, inaccesibles debido a su invisibilidad e ideados para repeler y atenuar el impacto que producen los extraños (el autor/ a, 2017; Bauman, Z., 2006). Las políticas segregacionistas están a la orden del día, a pesar de las protestas y denuncias de los organismos internacionales de Derechos Humanos. Así, en el año 2008, el gobierno italiano de Berlusconi, realojó a los “nómadas” en campamentos cercados con telecámaras de circuito cerrado y presencia de vigilantes (Piasere, L., 2018). Para la misma fecha, en Kosice, ciudad de Eslovaquia, nombrada como la “capital europea de la cultura”, se habían erigido un total de ocho muros antigitanos de dos metros de alto por treinta de largo, y en 2012 la embajada de Estados Unidos alertaba a los organismos internacionales por la construcción de muros antigitanos en la localidad turística de Baia Mare en Rumania (Fernández, H., Jiménez, N. y Pérez, I., S./F.).

Si bien la condición de los gitanos que viven en otras partes del mundo, no llega a alcanzar los ribetes dramáticos y / o trágicos que tiene en Europa, su situación no deja de ser igualmente de preocupante, al ser víctimas de los prejuicios y estereotipos que ya hemos comentado en este trabajo y que los condena a vivir en los márgenes. Los prejuicios son afirmaciones falsas y sobre la base de tales afirmaciones no se puede vivir en paz con el prójimo. De acuerdo con Villalpando, el contexto actual resulta propicio para entender que la sociedad se enriquece, en todo sentido, cuando reconoce su pluralidad y no cuando se divide entre sí por prejuicios o miedos infundados. Para garantizar la diversidad y enriquecernos como sociedad debemos interpelar, en primer lugar, los propios imaginarios acerca de los modelos identitarios y de sociedad que hemos internalizado como ciudadanos de un modelo de Estado – nación que, históricamente, ha operado por exclusión, negando, invisibilizando o forzando la asimilación de grupos con identidades múltiples. Adoptar dicha perspectiva, nos daría la oportunidad de comenzar a desarticular la compleja trama de antigitanismo (y de otras “alterofobias”) en nuestra región, y de asumir nuestra impostergable responsabilidad para con el otro despojado. La misma responsabilidad que nos exigía el filósofo Emmanuel Lévinas, como condición para ser una persona de bien; fundamento más que necesario para la construcción de un proyecto emancipador.

Referencias Bibliográficas


1 En la Conferencia Mundial contra el Racismo, realizada en Durban (Sudáfrica) en 2001, las diferentes asociaciones gitanas que se encontraban allí presentes demandaron respeto al único nombre por el que los gitanos de todo el mundo quieren ser conocidos e identificados, que es el término Roma, con acento tónico en la “a”, plural del nominativo Rom, palabra que en lengua romanés (idioma de origen sánscrito que hablan los gitanos) significa: hombre.

2 Los etnónimos “gayé”, “payos”, “nianch” o “criollos” son los nombres que los romaníes aplican a los que no son gitanos. La presencia de estos últimos es fundamental para construir desde la diferencia, y más aún, desde la oposición, la “Romipen” o “identidad gitana”. Por otra parte, vale destacar que entre los oficios gitanos más requeridos por los “payos sedentarios” se encontraban los de herrero (fabricación de hornos, artesas, pailas, herraduras e instrumentos de labranza) y veterinario (de equinos). Otros oficios tradicionales que traían los gitanos y gitanas cuando llegaron a Europa en el 1300, estaban vinculados al “arte circense” y a la adivinación.

3 De acuerdo con la Guía de Recursos contra el Antigitanismo, redactado por Fernández, Jiménez y Pérez Motos, el primer documento escrito en el que se deja constancia de la compra y venta de gitanos en estas regiones data de 1386.

4 Adherimos aquí a la definición de minoría étnica que propone Jorge Ceballos: “grupo de personas que comparten ciertas características culturales distintivas, y que tienen serias dificultades al encontrarse al interior de sociedades, que en condición mayoritaria, expone a tales grupos a sufrir discriminación y prejuicios por parte de los grupos culturales dominantes (cit. en Holländer Cartes, M., 2006: 2).

5 Fuertemente imbuida por este clima de época, la literatura del Siglo de Oro español servirá para transportar tipos y perfiles gitanos muy desfavorables, dejando su huella indeleble a través de La Gitanilla (1613) de Miguel de Cervantes, un verdadero compendio de antigitanismo que contribuyó a perpetuar los estereotipos que aún hoy siguen vigentes en el imaginario de la sociedad criolla; en uno de los pasajes más icónicos de esta novela se puede leer: “Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana de hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte” (cit. en Galletti, P., 2021: 115).

6 Los nómadas son “indeseables” porque inquietan al Estado, le ofrecen dura resistencia y son muy difíciles de asimilar. A propósito de este otro “no normalizado”, escribe Rabinovich citando a Théodore Monod: “los nómadas son hombres libres que disgustan a los poderes centrales porque se les escapan, molestan a los gobiernos y a los burócratas que no pueden llegar a dominarlos, de ahí la tentación de exterminarlos” (2017: 179).

7 Con el nombre de sintis o manouches se conoce a los grupos gitanos que habitan los territorios de Alemania, Francia e Italia.

8 A los fines de visibilizar este genocidio olvidado, la memoria ejemplar del pueblo Rom ha optado por algunos de estos tres términos para nombrarlo y así poder sacarlo del olvido: 1.- Porraimos (“Violación”, según la forma dialectal que adopta el romaní entre los gitanos de Los Balcanes); 2.- Samudaripen (“Asesinato en masa”); y 3.- Kali Tras (“Miedo Negro”, según el romaní de los Rom rusos).

9 No resulta extraña la respuesta evasiva del gobierno rumano, teniendo en cuenta que en este país los gitanos fueron esclavizados por más de cuatro siglos. Por otra parte, el antigitanismo es allí una ideología instalada y naturalizada. En 2014, su presidente, Traian Basescu, declaró, sin ruborizarse, ante los medios que lo entrevistaban: “Tenemos un problema que debe decirse, y es que se hace muy difícil la integración de los gitanos nómadas; muy pocos trabajan y muchos de ellos, como es su tradición, viven de lo que roban” (cit. en Fernández Garcés, H., Jiménez, N., y Pérez Motos, I., S./F.: 22). Muy sospechosa la declaración de Basescu, considerando que en su país la población romaní (alrededor de 3 millones) se encuentra desde hace mucho tiempo sedentarizada.

10 En la Argentina se estima que viven unos 300.000 gitanos. El 95 % de la población gitana no terminó la escuela primaria; de ese 95 %, el 40 % es analfabeto y no tiene documentos (Nedich, J., 2018).

11 En relación al concepto de extranjería que aquí proponemos, el antropólogo Alejandro Grimson afirma: “Uno puede sentirse extranjero con documentos, extranjero en su propia tierra o extranjero en tierras que atraviesa como ciudadano (...) cuando uno se siente “extraño en casa”, ya no se trata de una cuestión legal o jurídica, sino más bien simbólica: la pertenencia (2009: 13).

12 Antiguas leyendas urbanas refieren que las gitanas roban niños escondiéndolos debajo de sus largas polleras. Será por eso que actualmente algunas romíes prefieren vestirse con pantalones o con polleras más cortas para pasar desapercibidas en los encuentros con la población “criolla”, y vuelven a lucir el diacrítico cuando regresan a su vecindad o comunidad. Por otra parte, la invisibilización como estrategia de supervivencia parece haberse puesto al día entre las gitanas argentinas de origen ludar (grupo de origen rumano), al adoptar de forma prácticamente definitiva el “uso criollo” en materia de ropa (Pena, C., 2005).

13 Gordon Allport considera a los rótulos étnicos como símbolos de potencia primaria; dichos símbolos tienen la capacidad para hacer resaltar de manera hiperbólica un atributo y ocultar al mismo tiempo otros atributos importantes del individuo. Por otra parte, los nombres propios y los apellidos pueden actuar también “como símbolos de potencia primaria, especialmente si provocan asociaciones étnicas” (1977: 203).

14 Al tratarse de un pueblo tradicionalmente ágrafo, gran parte de la historia del pueblo Rom fue elaborada por la Gypsy Lore Society, una asociación de eruditos británicos que durante buena parte del siglo XIX, se dedicó a producir conocimiento sobre el Pueblo Gitano siempre desde una mirada eurocéntrica y racista. Sus estudios contribuyeron a reproducir la imagen negativa y estereotipada que demonizaba a los gitanos y fomentaba su exclusión (Matache, M., 2016).

15 Entre los atropellos que históricamente, gitanos y gitanas de diferentes partes del mundo han soportado con más o menos resignación, se pueden enumerar: vandalismo, quema y destrucción de carpas, sustracción arbitraria e ilegal de vehículos, prohibición de tránsito y estadía en los territorios donde residen, apropiación de niños y niñas por parte del Estado para que sean educados en orfanatos o por “familias decentes” (naturalmente, payas), esterilización forzada a sus mujeres, prohibición del ingreso a supermercados y centros comerciales (Radovich, J.C., 2011; Nedich, J., 2010).

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