Introducción al Dossier Ambiente, territorio y sociedad
Francisco Preiti
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Rafaela
Universidad Nacional de Rosario
Argentina
franciscojpreiti@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0003-1835-2633
Brian Ferrero
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Rafaela
Argentina
brianferrero@conicet.gov.ar
https://orcid.org/0000-0001-9295-9814
COMO CITAR ESTE ARTICULO
Preiti, F. y Ferrero, B. (2023) Introducción al Dossier Ambiente, Territorio y Sociedad. Revista de la Escuela de Antropología, XXXIII, pp. 1-8 DOI 10.35305/rea.viXXXIII.283
¿Por qué el desarrollo continúa siendo tan vital más allá de las críticas? Desde la década de 1980 múltiples voces se levantan en su cuestionamiento, pero aún el desarrollo sigue siendo una fuerza que moviliza pasiones, promesas, esperanzas y votos. En la Argentina de la década de 2020 el desarrollo es un deseo, una promesa incumplida, una meta para los próximos años y una tragedia. Tanto está en la base de las expectativas de una vida mejor, es el cristal refractario a través del que se evalúa la vida social con los estándares de los países del norte, como así es lucha contra las consecuencias que tiene en el ambiente, en la salud y que se traduce en desigualdades sociales. Sucede que el desarrollo es multifacético, polisémico, y por tanto polémico.
La antropología se ha constituido en un campo clave en esas críticas, señalando que el desarrollo es resultado de un momento social e histórico particular en el devenir de occidente. Los estudios antropológicos que comienzan a producirse a partir de la década de 1980 sobre el desarrollo, abrieron nuevos horizontes; en particular podemos mencionar, entre otros, a los trabajos de Rist (2002), Escobar (1999 y 2007), Ferguson (2003), Gupta (1998), Quijano (2000), Lins Ribeiro (2005). En estas miradas predomina la idea de desarrollo como discurso hegemónico, incluso con ciertas características religiosas, desde el que se ha tratado de controlar y ordenar los pueblos del Tercer Mundo, funcionando como nueva versión de la dominación colonial. El desarrollo como dispositivo institucional, económico, cultural y militar, entonces se comenzaría a desplegar al finalizar la 2° Guerra Mundial, cuando Estados Unidos se erige como una de las potencias centrales, disputando el dominio global frente al bloque socialista. El punto 4 del discurso sobre el estado de la nación del presidente norteamericano Harry Truman en 1949 se considera como un punto de inflexión. Desde entonces, la expansión del desarrollo está vinculada a procesos de modernización, a la consolidación de los estados-nación y en un primer momento a procesos de descolonización, a la consolidación del capitalismo y economía de mercado, y por tanto la generación de nuevos mercados. Los esquemas europeos y norteamericanos comenzaron a servir de parámetros para el modelo de sociedad a alcanzar. El mundo pasaba a estar dividido entre sociedades desarrolladas y otras sub-desarrolladas, o entre Primer y Tercer Mundo, consolidando un orden universalizante y una jerarquía de valores que pasaba a regirlo. El subdesarrollo, se volvió una forma de identidad en el mundo post-colonial; lo que la gente piensa que es, cómo llegaron a serlo y qué pueden hacer para modificar su situación está moldeado por las instituciones, ideología y prácticas desarrollistas (Gupta, 1998). En su lógica universalizante, el desarrollo implica una tendencia a la homogeneización de las condiciones ideales de vida.
El desarrollo también es un proceso deseado. Ofrece mejoras en la calidad de vida, acceso a salud, educación, rutas, bienes de consumo, ¿quién se puede oponer a vivir mejor? Se legitimó la misión del desarrollo, se lo consideró deseable y posible, surgieron instituciones, ONGs, políticas y programas internacionales y nacionales que tenían como objetivo la reversión del subdesarrollo. Así el desarrollo se convirtió en una nueva religión (Rist, 2002), con sus dogmas de fe, momentos de clímax, espacios para rendirle culto tal como para Lins Ribeiro (2005) como por ejemplo son las Grandes Obras de Desarrollo, sobre todo las represas hidroeléctricas, los nuevos centros urbanos planificados y de rápido crecimiento.
A las dimensiones mencionadas se suma como pilar fundamental del desarrollo como dispositivo, la confianza en la ciencia y tecnología. El desarrollo científico pasa a ser un objetivo en sí mismo, como fuerza que tracciona hacia la industrialización, la generación de infraestructura (vial, energética, urbana, agrícola, entre otras), el progreso económico de las naciones subdesarrolladas y mejorar las condiciones de vida. A partir de entonces la ciencia, que pasa a considerarse una responsabilidad del estado, y que es un área fundamental para la modernización y el progreso, debe impulsarse desde las políticas públicas. Así, el desarrollo y el progreso tecno científico aparecen como anverso y reverso de una teleología racional, unívoca.
No deja de ser relevante el que una de las películas con mayor promoción de 2023, haya sido “Oppenheimer” de Cristopher Nolan. Luego de 70 años de iniciada la “era del desarrollo”, después de las múltiples críticas que éste ha suscitado, y sobre todo en tiempos de acelerada crisis ambiental y recrudecimiento bélico, toma relevancia una narración fílmica que relata el devenir del Proyecto Manhattan, que llevó a la creación de la bomba atómica en Estados Unidos, y que fue el que dio el puntapié para que los estados tomen a su cargo el desarrollo científico y tecnológico. Las discusiones que acompañaron a esta película apuntaron a la doble cara de la ciencia que tanto lleva al progreso y bienestar como a la destrucción total. En la película se enfatiza que la ciencia tanto sirve a fines bélicos de aniquilamiento de poblaciones como puede derivar en la destrucción de todo el planeta tierra; es significativo que, si bien se maneja la hipótesis de que la bomba podría generar un efecto en cadena que elimine la atmósfera terrestre y todas las formas de vida, se sigue adelante con el proyecto. A las referencias al vínculo entre desarrollo y crisis ambiental se suman las discusiones sobre el rol de la ciencia y los científicos. El científico se ve angustiado al ver los resultados de su creación (el espectador no los ve, en un artilugio narrativo que exime de horror a quienes usaron la bomba), para luego caer en una maraña legal con acusaciones estatales, donde la ciencia toma perfil de inocencia y neutralidad tecnológica, mientras que el estado y los políticos pasan a ser los seres oscuros y perversos. Es notable la propuesta de este tipo de producciones culturales, cuando se incrementan las inquietudes por el rol del desarrollo frente a la crisis ambiental y se abre la pregunta sobre si las soluciones a esta crisis deben ser científico-tecnológicas o dadas por cambios de modelo productivo y político.
El rol de la antropología como ciencia también se ha puesto en discusión frente al desarrollo. Una doble posición es descripta por Arturo Escobar, quien establece la descripción ya clásica entre una antropología para el desarrollo y una antropología del desarrollo. La antropología para el desarrollo se vincula con la operación y puesta en acto de las intervenciones de desarrollo (tanto en su diseño, implementación y/o evaluación), procurando incluir la perspectiva o mirada antropológica en los proyectos de desarrollo. La misma encarna el componente práctico o de carácter operativo de los conceptos y hallazgos de la disciplina antropológica general. A su vez, la antropología del desarrollo propone el análisis del desarrollo como proceso cultural, político y económico. Este enfoque implica un cambio de foco desde el interés clásico de la antropología en el cambio cultural hacia un abordaje de las intervenciones de desarrollo o en lo que algunos comenzaron a llamar “la industria del desarrollo”. Esta postura ha sido muchas veces identificada con visiones post-estructuralistas y orientadas hacia un post-desarrollo.
Los textos que conforman el presente número de la Revista abordan discusiones situadas acerca de los problemas del desarrollo. El apremiante contexto social de asimetría en el acceso de las mayorías a derechos básicos como la vivienda, el trabajo, a un ambiente sano y a la salud, sumado a un panorama político y económico de liberalización de la economía y de predominio de las lógicas del mercado que atraviesa nuestra región, es producto no sólo de los modelos vigentes de desarrollo y de prácticas socioproductivas extractivistas sino también del empuje de procesos de acumulación de capital y presiones financieras internacionales. La sumatoria de tales procesos, sociales, económicos y políticos nos ha llevado a un estado de crisis de los modos de reproducción inmediata de la vida humana en nuestro país. Tanto en las grandes ciudades y zonas rurales como en periurbanos y áreas marginales, la presión antrópica sobre los ambientes y las externalidades del neoextractivismo que impactan en los territorios nos sitúan una vez más, en la reflexión acerca de la continuidad y viabilidad de los modos de producción social y patrones de consumo. Los profundos contextos de desigualdad social, el deterioro del ambiente y del lazo social, - y el impacto asimétrico de las consecuencias- se visualizan como procesos sociales inerciales de una contemporaneidad avasallante, voraz. Mientras la racionalidad dominante mide el mundo en términos de costos y beneficios, la valoración instrumental capitalista produce la naturaleza como “bienes y servicios” o la define en términos de “recursos” de un proceso de reproducción ampliada de capital. La racionalidad económica instaurada como una verdadera fe epocal, un discurso hegemónico, atraviesa el cuerpo social moldeando las subjetividades al punto tal que algunos científicos sociales piensan que “…el mecanismo que puso en marcha el ansia de ganancia fue comparable en efectividad solo con las explosiones más violentas en la historia del fervor religioso”. (Polanyi, K. 1944 en Escobar, A. 2007, p. 101). Otros pensadores, lisa y llanamente establecen que asistimos a una sociedad del cansancio (Han, 2012) donde las subjetividades han introyectado los mecanismos de valoración capitalista de modo tal que las instituciones coercitivas pierden fuerza al mismo tiempo que el empoderamiento empuja a los individuos hacia un agotador estado de positividad radical, de “poder hacer uno mismo”.
La sociedad occidental del siglo XXI es retratada por Han (2012; 2014) como una sociedad ya no disciplinaria, sino caracterizada por la optimización y el rendimiento en todos los planos de la existencia humana: “El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo. De esta manera, no está sometido a nadie, mejor dicho, sólo a sí mismo” (Han, 2012, p. 30). Frente a estos territorios de sacrificio, subjetividades auto disciplinadas y crisis civilizatorias, encontramos que las dificultades de convivencia democrática y de reproducción de la vida social en América Latina, y en Argentina en particular, adoptan la forma de problemáticas concretas, situadas en los territorios, vividas y resignificadas por los sujetos y los grupos sociales. Tales problemáticas se expresan no sólo como disputas de prácticas y sentidos hegemónicos y contra hegemónicos, sino como la vía reggia para la interpretación y comprensión de los conflictos sociales y las subjetividades emergentes.
El presente compendio de trabajos de investigación social ha sido elaborado en función de contribuir al estudio de diversas situaciones de conflictos ambientales y territoriales que se enmarcan en el contexto de un sostenido modelo de desarrollo agroexportador primarizado que se despliega en nuestro país. Bien se ha caracterizado la coyuntura como de reprimarización de la economía y de un consenso de los commodities (Svampa, 2013). Ante la crisis social y los discursos que la sostienen a través de un status quo profundamente injusto, como los discursos del desarrollo (Escobar, 1999; 2007) y las prácticas extractivistas que legitima, no obstante, se observa simultáneamente un empuje contra hegemónico en la articulación de sujetos políticos emergentes. Reivindicaciones territoriales, étnicas, asambleas comunitarias y discursos ambientalistas se oponen al sostenimiento de las prácticas y discursos de la desigualdad, la apropiación y el sacrificio. Esto último, que Svampa denomina ampliamente como “giro ecoterritorial”, se manifiesta para nosotros, como la emergencia de sujetos colectivos que disputan un campo de la experiencia social al cual se le percibe como injusto. Así, entendemos que, en los conflictos ambientales, un orden administrativo, un modo de ejercicio del poder y una distribución de roles de los sujetos y las cosas, en definitiva, un orden policial y contingente (Rancière, 1996) son puestos en evidencia y cuestionados.
El compendio exhibe un muestreo de casos de investigación antropológica y social, con el análisis de casos situados en Argentina. Asimismo, se incorporan el examen de políticas públicas (de desarrollo y conservación), las conflictividades que se despliegan en diversas áreas protegidas y las experiencias de los sujetos movilizados por la defensa de los territorios en casos particulares y contemporáneos en centro, sur y norte del país.
Los artículos de este dossier abordan al desarrollo desde posiciones críticas, partiendo de considerar que el actual modelo productivo predominante en la Argentina, implica desigualdades sociales, territoriales y contribuye a la degradación ambiental. En los trabajos etnográficos se abarca un abanico de enfoques que van de críticas internas al desarrollo, confiando en que aún puede ser una fuerza transformadora, y que puede aportar soluciones a la pobreza y la desigualdad, a otros enfoques que se acercan a rechazos de plano al desarrollo y al sistema socio-económico. Desde estas perspectivas el propósito último de los proyectos de desarrollo sería contribuir con la explotación social y del ambiente. Más allá de tal abanico de posiciones, sobresale el hecho de superar cualquier posición simplista que considere al desarrollo tan solo como un camino necesario para el bien común, como un instrumento de control o una imposición del capital sobre los pueblos menos favorecidos. En estos trabajos vemos la complejidad interna de los dispositivos de desarrollo, las tensiones y luchas que se generan a nivel local, y cómo el desarrollo no solo transforma el ambiente, sino que también necesita conservar la naturaleza como parte de su dinámica. Desde una mirada en conjunto, estos trabajos muestran que una estructura se reproduce por medio de procesos dinámicos y luchas en las que participan múltiples actores con intereses contradictorios y con diferentes grados de poder, dentro de contextos históricos y políticos particulares.
Referencias Bibliográficas
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