¿Y ellos de dónde vienen? Trayectorias de la juventud neorrural del MoCaSE-VC

Juio Batkis

Universidad de Buenos Aires

Argentina

julio.batkis@gmail.com

https://orcid.org/0000-000X-XXXX-XXX

Where Do They Come From? Trajectories of Neo-rural Youth in MoCaSE-VC

Abstract

In academic production, city-to-country migration, or neo-ruralism, has been understood as a process mainly led by middle and upper-class sectors that revalue the rural as a tourist and residential space, in opposition to a city considered increasingly chaotic, impersonal, and/or unsafe. However, this work aims to highlight cases of city-to-country migration where the protagonists are young people from urban popular sectors who build a life project in rural territories. In particular, I emphasize experiences that have been driven by the Peasant Movement of Santiago del Estero - Via Campesina (MoCaSE-VC) since the establishment of the Peasant University (UNICAM) in Ojo de Agua, a community with more than 60 inhabitants from different towns and cities of the country. I am interested in investigating the daily practices of these young people from "popular neighborhoods," paying special attention to the ways in which they intertwine their life trajectories with the political-organizational projects in defense of the territory carried out by MoCaSE-VC. The aim of this paper is to propose possible lines of research recognizing the current state of the issue. Thus, I propose three keys of analysis as a starting point for investigating the "return to the countryside" that youth are carrying out in rural areas of Santiago del Estero.

Keywords

Migrations, Youths, New Ruralities, Territory, Peasant Organization.

De onde eles vêm? Trajetórias da juventude neo-rural do MoCaSE-VC

resumo

Na literatura acadêmica, a migração cidade-campo, ou neo-ruralismo, tem sido entendida como um processo realizado quase exclusivamente pelas classes média e alta que revalorizam o rural como espaço turístico e residencial, em oposição a uma cidade vista como caótica, impessoal e/ou insegura. No entanto, neste artigo, estou interessado em destacar os casos de migração cidade-campo em que os protagonistas são jovens de setores urbanos populares que constroem um projeto de vida em territórios rurais. Em particular, destaco as experiências que foram promovidas pelo Movimiento Campesino de Santiago del Estero - Via Campesina (MoCaSE-VC) por meio da criação da Universidad Campesina (UNICAM) de Ojo de Agua, uma comunidade com mais de 60 habitantes de diferentes cidades do país. Estou interessado em pesquisar as práticas cotidianas desses jovens de “bairros populares”, atendendo especialmente os modos em que eles entrelaçam suas trajetórias de vida com os projetos político-organizativos de defesa do território realizados pelo MoCaSE-VC. O objetivo deste artigo é propor possíveis linhas de pesquisa, reconhecendo o estado atual da questão. Assim, proponho três pontos-chave de análise como ponto de partida para investigar o “retorno ao campo” que os jovens estão realizando nas áreas rurais de Santiago del Estero.

palavras-chave

Migrações, Juventudes, Novas Ruralidades, Território, Organização Campesina.

FECHA DE RECIBIDO 23/10/2023

FECHA DE ACEPTADO 20/04/2024

COMO CITAR ESTE ARTICULO

Batkis, J. (2024) ¿Y ellos de dónde vienen? Trayectorias de la juventud neorrural del MoCaSE-VC. Revista de la Escuela de Antropología, XXXIV, pp. 1-17. DOI 10.35305/rea.XXXIV.291

Resumen

En la producción académica se ha entendido la migración ciudad-campo, o neorruralismo, como un proceso protagonizado casi de manera exclusiva por sectores medios y altos que revalorizan lo rural como espacio turístico y residencial, en oposición a una ciudad considerada cada vez más como caótica, impersonal y/o insegura. Sin embargo, en este trabajo me interesa destacar aquellos casos de migración ciudad-campo donde los y las protagonistas son jóvenes de sectores populares urbanos que construyen un proyecto de vida en territorios rurales. En particular destaco las experiencias que han sido impulsadas por el Movimiento Campesino de Santiago del Estero - Vía Campesina (MoCaSE-VC) a partir de la constitución de la Universidad Campesina (UNICAM) de Ojo de agua, comunidad con más de 60 habitantes provenientes de diferentes pueblos y ciudades del país. Me interesa indagar en las prácticas cotidianas de estos jóvenes provenientes de “barrios populares” poniendo especial atención a los modos en los cuales entrelazan sus trayectorias de vida con los proyectos político-organizativos en defensa del territorio que lleva adelante el MoCaSE-VC. El objetivo de este trabajo es plantear posibles líneas de investigación reconociendo el estado actual de la cuestión. Así, propongo tres claves de análisis como punto de partida para indagar en la “vuelta al campo” que la juventud está llevando adelante en los espacios rurales santiagueños.

Palabras Clave

Migraciones, Juventudes, Nuevas Ruralidades, Territorio, Organización Campesina

Introducción

Las áreas rurales en Argentina, sobre todo aquellas provincias donde la agricultura capitalista ha avanzado por sobre los territorios de comunidades campesinas e indígenas, atraviesan un proceso de despoblamiento que se agudizó durante la segunda mitad del siglo pasado, en relación a los procesos de acumulación del modelo agropecuario dominante (Giarraca y Teubal, 2008). De esta manera, según datos censales del INDEC (2010), la población rural nacional pasó de un 27% en 1960 a un 9% en 2010. En el caso de Santiago del Estero, provincia que actualmente presenta el mayor índice de población rural del país (31%), esta tendencia al despoblamiento del campo se agudizó durante la década de 1990, a partir del avance de la frontera agraria sobre los territorios comunitarios de campesinos e indígenas.

Históricamente, la demografía rural de Santiago del Estero se ha caracterizado por la migración de sus pobladores hacia otras provincias con mayor demanda de mano de obra estacional, por lo general para la desflorada o la cosecha. No obstante, a partir de la década de 1970 la crisis del trabajo rural estacional tuvo como consecuencia un marcado “éxodo rural” que afectó principalmente a la población joven que migró a la ciudad en búsqueda de mejores condiciones de vida (Araujo y Passeri, 2013). Según diferentes testimonios que recuperé en mi trabajo de campo, durante la década de 1990 era común ver en las comunidades campesinas santiagueñas a niñxs y adultxs mayores. Mientras que la mayor parte de la población adulta se encontraba trabajando ya sea en la cosecha o en alguna ciudad. Con la crisis de la producción algodonera y el alza en el precio de la tierra, producto de la expansión del cultivo de soja en la provincia, los desplazamientos de la población rural santiagueña adquirieron un carácter de expulsión forzosa. Varias familias han sido desplazadas a parcelas reducidas o directamente fuera del campo en procesos que han sido analizado como movilidades por expulsión (Neiman y Blanco, 2021). Este proceso de despojo no ha sido libre de conflictividad y resistencias, y han adquirido visibilidad a partir de la conformación del MOCASE1 en 1990, tal como plantea Barbetta (2010).

Ahora bien, el despoblamiento del campo a nivel nacional se ha desacelerado durante los últimos 20 años, esto se debe en parte a que una mayor porción de la juventud decide quedarse en el campo y, por otro lado, a un proceso novedoso donde habitantes de distintas ciudades del país migran a territorios rurales (Sili, 2019). Entre estos últimos, podemos distinguir a aquellos que vuelven a sus tierras luego de haber vivido, trabajado y/o estudiado durante un período en la ciudad, pero también existen casos de lo que distintos autores han llamado “neorruralismo”, es decir, nuevas generaciones de habitantes rurales. Sin embargo, por mucho tiempo en la producción académica, se ha entendido la migración ciudad-campo como un proceso protagonizado de manera exclusiva por sectores medios y altos que revalorizan lo rural como espacio turístico y de residencia, en oposición a una ciudad considerada cada vez más caótica, impersonal y/o insegura, proceso conceptualizado por Rainer y Malizia (2014) como “migración de amenidad”.

En contraposición a este planteo, en este trabajo me interesa destacar aquellos casos de migración ciudad-campo donde los protagonistas son jóvenes de sectores populares urbanos que han migrado a territorios rurales en relación a proyectos políticos y sociales. Algunos de estos procesos han sido impulsados por el MoCaSE-VC a partir de la constitución de experiencias de vuelta al campo en Santiago del Estero, en articulación con organismos estatales y organizaciones urbanas que trabajan con jóvenes de barrios populares en todo el país. De manera tal que entiendo estos procesos de movilidad ciudad-campo como parte de la lucha integral por la tierra y el territorio campesino que lleva adelante la juventud del MoCaSE-VC, en pos de revertir la tendencia de convertir el campo argentino y santiagueño en un “territorio de exclusión” caracterizado por el monocultivo.

Metodología

La metodología utilizada en este trabajo es de carácter cualitativo, utilizo el trabajo de campo etnográfico como una forma de producir conocimiento en el intercambio cotidiano con los y las sujetos protagonistas: los y las jóvenes del MoCaSE-VC. Los datos de esta investigación son producto de diversas instancias de observación y participación entre los años 2017 y 2022, en diferentes territorios organizados en el MoCaSE-VC, pero sobre todo de varias estadías en la UNICAM, Dpto. Ojo de Agua, Santiago del Estero. Estas instancias de observación y participación las sostuve como estudiante, miembro de equipos de extensión e integrante de las Brigadas de Escolarización “Monte Adentro” del MoCaSE-VC. En este proceso participamos de varias instancias y encuentros masivos, como los campamentos provinciales y nacionales de la juventud, las pasantías vivenciales a territorios campesinos, la escuela de la memoria histórica y la escuela de agroecología.

Además, es producto de varios años de trabajo en el marco de distintos proyectos de extensión de las Facultades de Filosofía y Letras (UBA), Facultad de Agronomía (UBA) y Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), desde los cuales se han recabado registros de diversas instancias de formación del movimiento. El corpus documental con el que trabajo es una producción colectiva llevada a cabo por un equipo interdisciplinario a lo largo de sucesivos proyectos de extensión universitaria.2 dependientes de las secretarías de extensión de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (FFYL-UBA) y la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación Nacional (SPU). En este sentido, complemento los datos obtenidos durante mis instancias de trabajo de campo en la UNICAM con la consulta etnográfica de diversos registros elaborados en el marco de estos proyectos. De esta manera, este artículo es también producto del trabajo sostenido por las Brigadas de Escolarización del MoCaSE-VC, grupo de jóvenes, estudiantes, docentes, talleristas y extensionistas que forma parte del Área de Formación del MoCaSE-VC.

Marco teórico

Mi trabajo se inscribe en la discusión sobre las reconfiguraciones demográficas y socioespaciales de los espacios rurales que ha sido abordada desde la geografía pero también desde disciplinas como la sociología y antropología, generando el campo de los “estudios territoriales”. Existe un conjunto de bibliografía que destaca como novedad la movilidad ciudad-campo, donde sectores (mayoritariamente de clase media y alta) se mudan al campo en búsqueda de una “mejor calidad de vida”. Estos fenómenos han sido conceptualizados desde la academia inglesa como procesos de “contraurbanización” (Murdoch y Marsen, 1994), o como “neo-ruralidades” desde los académicos europeos continentales (Kayser, 1990; García Bartolomé, 1991). Este es un enfoque que también se encuentra presente en el pensamiento de académicos y académicas latinoamericanos que estudian las reconfiguraciones del mundo rural. Giuliani (1990) se concentra en los emprendimientos rurales de alta tecnología que surgen en el campo de Sao Paulo, Brasil, llevados a cabo por personas de clase media-alta urbana con gran capital económico y cultural. En los últimos años, distintos autores argentinos analizaron los procesos novedosos de migración ciudad-campo en Argentina a la luz de la noción de “neorruralismo”, tomando como caso fundante los clubes de campo y countries que analizan Lacarrieu y Thuillier (2001). Analizan la forma en que lo rural adquiere un nuevo valor en el mercado inmobiliario y turístico para las clases medias que buscan una mejor “calidad de vida” en virtud de sus diferencias con una ciudad presentada como caótica, contaminada e impredecible. En este sentido, algunos autores han conceptualizado una “migración de amenidad” desde la ciudad hacia el campo (Rainer y Malizia, 2014). Del mismo modo, Silli (2019) describe cómo diferentes territorios rurales atraviesan un proceso de “renacimiento rural” debido a su revalorización como espacio de vida por parte de pobladores urbanos. Este autor diferencia principalmente dos tipos de movilidad ciudad-campo, aquella protagonizada por sectores medios y medio-altos que buscan una mejor calidad de vida en territorios rurales en relación a su relativa conectividad a los centros urbanos, su valor paisajístico o histórico-patrimonial, sin necesariamente haber tenido alguna conexión directa con aquellos espacios, pero que en relación a su capital económico y cultural acceden a construir una “nueva vida” en estos territorios. Un segundo tipo se trata de jóvenes o personas mayores que luego de haber migrado y permanecido un período de vida en las ciudades, ya sea estudiando o trabajando, retornan a proseguir su vida en territorios familiares.

Otros autores observan este proceso de movilidad ciudad-campo en el marco de las transformaciones que atraviesan los espacios rurales en las últimas décadas, donde el campo deja de ser el espacio privilegiado de la producción agrícola intensiva. Graziano (1999) plantea la existencia de un nuevo paradigma de ruralidad. La flexibilización y la pluriactividad serían fenómenos comunes para el campo y la ciudad luego de la crisis industrial y agrícola de la segunda mitad del siglo pasado. Este autor plantea la existencia de “dos campos” donde el modelo agroindustrial de exportación de commodities resulta hegemónico, pero también resiste la agricultura de subsistencia, y en el que se abren paso tanto nuevas ruralidades agropecuarias de nicho local (lo que llama “neo-ruralidades”), como emprendimientos de turismo y vivienda rural de carácter no agrario. Más allá de los enfoques específicos de cada trabajo, todos estos autores acuerdan en lo que Carneiro (1998) conceptualiza como “rurbanización”, es decir, un proceso de mayor interrelación entre culturas tradicionalmente consideradas “urbanas” con aquellas que son parte de la “ruralidad”. Este autor plantea que el campo cada vez es menos el espacio privilegiado del trabajo agropecuario, siendo así la “pluriactividad” laboral la estrategia preferida de las poblaciones rurales para afrontar la crisis del empleo rural. En este sentido, los ingresos de una familia rural pasan a depender más de la combinación del trabajo agropecuario en el propio predio, con el realizado en otros lugares, además de los trabajos ocasionales en el pueblo, las remesas de algún miembro que vive en la ciudad, la percepción de programas sociales o laborales del Estado, entre otros. Rua (2006) propone la noción de urbanidades en lo rural para referirse a aquellas territorialidades que tradicionalmente se asocian a la urbanidad pero que se encuentran en las zonas rurales. Es decir, observa el uso recreativo o habitacional de los espacios rurales, pero también a las prácticas laborales tradicionalmente urbanas, no ligadas a tareas agropecuarias –de corte familiar o empresarial- del campo tradicional.

En esta línea, podemos entender las migraciones de la ciudad hacia el campo como parte constitutiva de esta nueva ruralidad no agrícola, donde el campo adquiere un valor como mercancía en virtud de su atractivo como espacio turístico o residencial, pero a su vez, como un espacio donde aparecen prácticas laborales tradicionalmente asociadas a la ciudad. Algunos de estos trabajos analizan cómo esta forma particular de valorización de lo rural como territorio turístico y/o residencial no está exenta de tensiones con las prácticas y visiones del campo como un espacio productivo, tanto de los pequeños como grandes productores (Craviotti, 2007). La instalación de countries o la llegada de sectores urbanos de clase media y alta a los espacios rurales ha implicado un proceso de “gentrificación” de estos territorios, que desplazó a sus habitantes y desarticuló complejos productivos locales. En esta línea Quirós (2014) analiza las tensiones que surgen en aquellas localidades donde se ha dado un proceso de neorruralismo a partir de las migraciones hacia el campo de diferentes sectores de clase media, con sus propias ideologías y adscripciones políticas. De esta forma, la autora muestra cómo entran en tensión los sentidos respecto de lo rural que tienen aquellas personas nacidas y criadas en el pueblo respecto de los y las recién llegados y llegadas, y destaca las tensiones y disputas que genera este proceso en clave de “generaciones”, donde se destaca el factor de local-rural o recién llegado-urbano.

Otra línea de trabajos plantean la existencia de nuevas ruralidades “como proyecto” de distintas organizaciones de pequeños productores, campesinos y comunidades indígenas frente al modelo productivo de los agronegocios (Ratier, 2002). En esta línea coinciden autores como Ávila Sanchez (1999) y Giarraca (2001) quienes presentan las transformaciones recientes de la ruralidad no ligadas únicamente a una romantización de las clases medias urbanas, sino como cambios estructurales consecuentes a la globalización y la expansión de la agricultura capitalista sobre las “ruralidades tradicionales”. En este sentido, las llamadas nuevas ruralidades no serían más novedosas que las formas de valorización extractiva que el paradigma de los agronegocios genera en el campo, ya sea a partir de la producción concentrada o de la generación de renta financiera o a partir del turismo rural. Ávila Sánchez (1999) habla de una confluencia en nuestro país de una agricultura capitalista, moderna y agroexportadora, y de experiencias de resistencia contrahegemónicas al proyecto totalizante de ruralidad neoliberal, donde confluyen pequeños productores, campesinos y sectores de la pequeña agroindustria. Por su parte, Giarraca (2001) presenta “el campo” como una categoría polisémica, descriptiva de la complejidad que reviste lo rural en nuestro país. Concibe el campo como una “arena de disputa” entre muchas ruralidades, agrarias y no-agrarias, entre las que destaca: la de las empresas trasnacionales, la del agroturismo, aquella de los pequeños y medianos productores agroindustriales (ganaderos, tamberos, entre otros) y la de campesinos, indígenas y “nuevos desocupados”.

Dentro de la línea de trabajos que abordan las nuevas ruralidades en el campo argentino como un proceso en disputa y construcción, algunas perspectivas se enfocan en analizar los procesos de persistencia y resistencia en el territorio considerando las acciones de los sujetos ya sea a partir de la profundización de las disputas socioambientales en los campos y ciudades (Galafassi, 2009), o bien como experiencias organizativas en torno a la conflictividad por la tierra (Giarraca, 2008; Pankonin, 2016). En esta perspectiva es importante identificar algunos planteos del trabajo de Murmis (1994) como un antecedente a otros escritos que ponen foco en la aparición de nuevos actores sociales en la reestructuración del mundo rural. Así, Giarraca (2008) reconoce la aparición de identidades colectivas campesinas en el marco del surgimiento de nuevos movimientos sociales en el campo, entre los cuales el surgimiento del MOCASE en 1990 es un ejemplo paradigmático en la región.

Quienes retoman esta perspectiva observan cómo la dinámica del neoliberalismo en el campo produjo una masa de trabajadores rurales excluidos, que en muchos casos ha implicado un desplazamiento a los pueblos y ciudades de diferentes lugares del país, pero que también ha generado el resurgimiento del campesinado como actor político en los territorios rurales (Domínguez, 2009). Este autor entiende la emergencia de lo campesino en el país a partir de las prácticas organizativas en resistencia al avance del agronegocio, pero también como los procesos de subjetivación en torno a determinadas prácticas productivas y laborales, la revalorización de los saberes, y la conformación de una memoria e identidad campesino-indígena en torno a los procesos recuperación del territorio comunitario (Pankonin, 2016). En otro trabajo, Domínguez, Lapegna y Sabbattino (2006) abordan cómo la aparición de estos sujetos colectivos ha puesto en discusión, tanto en la arena política como en la producción académica, las nociones respecto del campesinado y los procesos organizativos en los espacios rurales, dando lugar a la constitución de “territorialidades emergentes” en el campo argentino, es decir, a formas de entender, habitar y producir los territorios rurales, diferentes (y disidentes) a los modos de valorización productiva y financiera del campo.

Discusión: la vuelta al campo como proyecto político

“Donde vemos monte nativo es que hay una familia campesina que se ha organizado y ha resistido a los intentos de desalojo por años” Registro de las Pasantías Vivenciales a territorios campesinos, Quimilí, 2022.

En los últimos años, distintas organizaciones sociales, campesinas y de la agricultura familiar han hecho foco en estos procesos de revalorización de los espacios rurales como espacio de vida de las comunidades más allá de la dimensión productiva o ligada a su valor económico como espacio turístico o patrimonial. De esta manera, la forma de producción, la transmisión de los saberes ancestrales, así como la permanencia y formación de los y las jóvenes en las comunidades rurales han adquirido una dimensión política y reivindicativa propia de las organizaciones. Así, habitar el campo se ha vuelto para las organizaciones campesinas sinónimo de la resistencia en los territorios comunitarios contra los procesos de expulsión y concentración de la tierra, llevados adelante por el sector del agronegocio.

Este contexto de avance de la frontera agraria y resistencia socioterritorial ha puesto de manifiesto la emergencia de un sujeto político novedoso así como la creación de una espacialidad propia, que Domínguez (2016) entiende como la constitución de una territorialidad campesina emergente. En tanto que sostiene un modo de gestionar la producción, organizar la tenencia de la tierra y vivir en los espacios rurales diferente (y divergente) al modelo de ruralidad hegemónico de los agronegocios. En este sentido, entiendo las acciones de movimientos socioterritoriales del MoCaSE-VC como acciones prefigurativas a lo que Ratier (2002) llama la construcción de nuevas ruralidades como proyecto, donde la disputa a la hegemonía del agronegocio funciona en clave organizadora de la acción política cotidiana. En este sentido, me acerco a la categoría reivindicativa de “vuelta al campo” que sostiene el movimiento para entender los procesos de movilidad ciudad-campo que impulsa:

(…) la vuelta al campo la necesitamos todos, campesinos, indígenas, niños, mujeres, jóvenes. Ahí tenemos que plantearnos el debate, la juventud que queremos. Cuánta gente hay que quiere volver al campo? Y tenemos que animarnos porque ya empezó. La estamos construyendo junto con organizaciones de la ciudad. Va mucho más allá de nuestras banderas. Es tierra, techo y trabajo”, Campamento Nacional de Jóvenes, 2017, UNICAM, Dpto. Ojo de Agua.

A lo largo de los años, y a partir del intercambio con diferentes organizaciones populares de las ciudades, el MoCaSE-VC ha articulado la “vuelta al campo” en su reivindicación por la defensa del territorio campesino e indígena. Miembros del movimiento cuentan que a partir de la resistencia en la “Carpa negra de La Simona” (localidad de Los Juríes, Dpto. Taboada) en el año 2001, se ha convocado a un primer campamento nacional de jóvenes donde se han puesto en común problemáticas de ambos territorios y ha sentado las bases para reivindicaciones comunes como el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), incluyendo organizaciones urbanas y rurales de todo el país.

“como habíamos hecho vínculo con Ser.Cu.Po de buenos aires y llegaron muchos compas de las villas, y ellos colocaban otras carpas de colores, eran muy curiosas para los que vivían en el monte, pero para ellos no era curioso nuestras carpas negras, porque ellos vivían en esas carpas en las villas miserias, y ahí se generó un intercambio del campo y la ciudad, (…) eso marcó historia para todos los campamento de después, en ese campamento se pensó algo que hoy los compañeros podemos disfrutar, en ese campamento se pensó crear la escuela de agroecología, y la universidad campesina (…) en ese mismo campamento se pensó la vuelta al campo con todos esos jóvenes que venían de buenos aires, ahí hicimos el primer rancho campesino y urbano, con ellos discriminados allá y nosotros acá, en la misma situación de discriminación. Campamento provincial de la juventud, Simbol Bajo, Central de Añatuya, Septiembre de 2021

A partir de ese intercambio, se ha conformado en el movimiento una noción de juventud más amplia, en la que se incluye a jóvenes de las comunidades campesinas (del monte) y a jóvenes de la ciudad, pero específicamente a aquellos provenientes de los barrios populares. El reconocerse en sus luchas particulares, en un contexto nacional agitado donde la juventud adquiría protagonismo (las luchas populares del 2001), generó una identidad política con problemáticas en común como la falta de oportunidades educativas y laborales, o la persecución y violencia policial, pero también con sueños y reivindicaciones comunes como la vuelta al campo. La expulsión de jóvenes de las comunidades campesinas y la exclusión de jóvenes de los barrios populares se construyeron como contracaras de una misma estigmatización, y de esa identificación nació una lucha común entre organizaciones del campo y la ciudad.

Vuelta al campo es un eje que se trata mucho en la ciudad. Muchas veces allá no se entienden como parte del campo, y cuando empiezas a preguntar nos vamos dando cuenta que nuestro padres y abuelos vinieron del campo, porque fueron desplazados, por necesidad de trabajo, o porque les han dicho que allá está el progreso. Grupo de discusión tierra y territorio. Escuela de la Memoria Histórica del MoCaSE-VC, UNICAM , Junio de 2018.

Para el movimiento campesino, la vuelta al campo es algo que se construye a partir de la formación y el trabajo cotidiano de los y las jóvenes, en el proceso de identificar la propia historia familiar con la historia de despojo. Quizás no sea hacia el mismo territorio donde los propios padres o abuelos fueron expulsados, pero la movilidad ciudad-campo adquiere la característica de una “vuelta” al campo en tanto reconocerse parte de una historia y lucha común como movimiento. En este sentido, esta reivindicación no implica solamente un desplazamiento físico, una relocalización o una migración en el sentido más clásico del término, sino también conlleva un proceso de re-subjetivación. Para muchos de los y las jóvenes de la UNICAM, irse a vivir al campo significó el reconocimiento de la propia historia familiar en una historia común de despojo y expulsión. En primer lugar de una territorialización excluyente (GEPCYD, 2014) en el campo, y luego, de una exclusión y negación de sus derechos en las ciudades (Chaves, 2005). En suma, la vuelta al campo implica para la juventud del movimiento campesino el reconocimiento de este doble proceso histórico de exclusión del campo y de la ciudad.

Conclusiones

Asistimos en nuestro país a un proceso de profunda transformación de los espacios rurales, a partir de la profundización del modelo del agronegocio en territorios históricamente ocupados por poblaciones campesinas e indígenas. Pero a su vez existe un proceso de valorización económica de los espacios rurales en virtud de su valor turístico o residencial, que por lo menos hace veinte años está generando una movilidad en sentido ciudad-campo, protagonizada por sectores medios y altos.

Sin embargo, a partir de los procesos de resistencia que llevan adelante las comunidades campesinas e indígenas organizadas en defensa de sus territorios, se produjo un tipo de migración ciudad-campo relacionado con un proyecto contrahegemónico de ruralidad, que organizaciones como el MoCaSE-VC llevan delante de manera prefigurativa. En este proceso, distintos jóvenes provenientes de barrios populares de todo el país entrelazan sus proyectos de vida con un proyecto político organizativo en territorios rurales, del cual la UNICAM es un ejemplo paradigmático.

Estos casos de movilidad ciudad-campo, a diferencia de los procesos de migración de amenidad que Rainer y Malizia (2014) analizan, están relacionados con la manera en que organizaciones socioterritoriales del campo y la ciudad construyen un proyecto de nueva ruralidad inclusiva que busca revertir el histórico despoblamiento del campo, y a su vez las dinámicas de exclusión del cual son objeto los y las jóvenes de las ciudades. De esta manera, forman parte de la construcción de territorialidades emergentes que se oponen a los procesos de territorialización excluyente del paradigma de los agronegocios (GEPCYD, 2014).

Para concluir, planteo tres claves para continuar con esta investigación sobre cómo la juventud del MoCaSE-VC pone en práctica la “vuelta al campo popular” como categoría y proyecto reivindicativo. En primer lugar, la noción del uso de los espacios rurales como espacios de vida, donde el habitar el campo se constituye en una forma de acción política de resistencia. Luego, la conformación de una identidad política como juventud que incluye tanto a jóvenes del campo como de la ciudad en reivindicaciones y prácticas comunes. Y por último, los procesos de formación y conformación de una memoria histórica que conducen a reconocer la historia personal en el marco de procesos políticos y económicos más generales.

Referencias Bibliográficas


  1. 1 Nombre que llevaba la organización durante su creación en 1990, previo a articularse a nivel internacional en la organización “Vía Campesina”

  2. 2 UBANEX “Formación de jóvenes campesinos/as en la Escuela de Agroecología del MoCaSE-VC” dirigido por Anahí Guelman y María Inés Maañón. Cs. de la educación FFYL-UBA; Extensión SPU “Valorización de la memoria e identidad campesino-indígena en la historia nacional” dirigido por Pablo Reales. Ambiente y Turismo UNDAV y Voluntariado SPU “Promoción y continuidad de trayectorias educativas de jóvenes campesinxs y trabajadores de la economía popular” dirigido por María Inés Maañón. Cs. de la educación FFYL-UBA

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