Criar la seda, tejer la vida.
Saberes locales frente al neo-extractivismo de litio en la Sierra de Ancasti, Catamarca
Luciana Fernández
Universidad Nacional de Catamarca
Argentina
luferanqui@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-9763-3845
Luis Daniel Hocsman
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de Córdoba
Argentina
ldhocsman@hormail.com
https://orcid.org/0000-0002-7109-5145
Raise silk, weave life.
Local knowledge against lithium neo-extractivism in Sierra de Ancasti, Catamarca
Abstract
This work recovers the experience of silkworm breeding, carried out by the weavers of Santa Gertrudis (Ancasti, Catamarca), in a context marked by the progress of lithium extraction projects. We reflect on local knowledge and practices, in contrast to the logic promoted by companies and governments. In this sense, we observe how the “development” of the proposal is reconfigured into a "sustainable" version that promotes the "energy transition", materialized in new business ventures that advance at the expense of the sacrifice of the territories of the peasant communities. But they organize to resist in various ways.
Keywords
Local knowledge, territory, resistance, neo-extractivism, lithium
Criar a seda, tecer a vida.
Conhecimento local contra o neo-extrativismo do lítio na Serra de Ancasti, Catamarca
resumo
Este trabalho recupera a experiência da criação do bicho-da-seda, realizada pelas tecelãs de Santa Gertrudis (Ancasti, Catamarca), num contexto marcado pelo avanço dos projetos de extração de lítio. Refletimos sobre saberes e práticas locais, em contraste com a lógica promovida por empresas e governos. Neste sentido, observamos como a proposta de “desenvolvimento” é reconfigurada numa versão “sustentável” que promove a “transição energética”, materializada em novos empreendimentos empresariais que avançam à custa do sacrifício dos territórios das comunidades camponesas. resistir de várias maneiras.
palavras-chave
Conhecimento local, território, resistência, neoextrativismo, lítio.
FECHA DE RECIBIDO 20/02/2024
FECHA DE ACEPTADO 15/04/2024
COMO CITAR ESTE ARTICULO
Fernández, L. y L. D. Hocsman. (2024) Criar la seda, tejer la vida. Saberes locales frente al neo-extractivismo de litio en la Sierra de Ancasti, Catamarca. Revista de la Escuela de Antropología, XXXIV, pp. 1-17. DOI 10.35305/rea.XXXIV.295
Resumen
Este trabajo recupera la experiencia de la cría de gusanos de seda que llevan adelante las tejedoras de Santa Gertrudis (Ancasti, Catamarca), en un contexto marcado por el avance de proyectos de extracción de litio. Reflexionamos sobre los saberes y prácticas locales, en contraste con las lógicas impulsadas por las empresas y gobiernos. En este sentido, observamos cómo la propuesta del “desarrollo” se reconfigura en una versión “sustentable" que propicia la “transición energética”, materializada en nuevos negocios empresariales que avanzan a costa del sacrificio de los territorios de las comunidades campesinas. Pero ellas se organizan para resistir de diversas formas.
Palabras Clave
Saberes locales, territorio, resistencias, neo-extractivismo, litio
Introducción
Las tejedoras de seda nativa o coyoyo, son mujeres de distintas generaciones, vecinas del paraje Santa Gertrudis, distante unos 5 kilómetros de la Villa de Ancasti, en el departamento homónimo, provincia de Catamarca. En la actualidad, sus tejidos se confeccionan para ser comercializados en el reducido mercado turístico local. Se encuentran organizadas con el objetivo de reproducir en cautiverio la mariposa que empupa siendo gusano y produce los capullos de seda. Estos forman una cápsula que queda colgada de las plantas, hasta que escapan de ella volando, luego de su metamorfosis.
La iniciativa de criar en cautiverio las mariposas surgió recientemente, cuando las tejedoras comenzaron a detectar la escasez de capullos en el monte, ya que para confeccionar una prenda necesitan gran cantidad de estos. A partir de su experiencia nos preguntamos: ¿En qué consiste la práctica de hilar y tejer la seda, en tanto saber local? ¿Cuáles son los motivos que las movilizan a intentar reproducirlas? ¿Qué factores provocan la merma de capullos, y cuál es la relación con los impactos de la ecología-mundo capitalista a nivel local, expresado en la irrupción del neo-extractivismo minero?
Las tejedoras y el campesinado ancasteño
El campesinado ancasteño mantiene vivas algunas prácticas productivas de origen ancestral, como la recolección de frutos del monte nativo para la elaboración de arropes, y también el hilado y tejido de seda silvestre o coyoyo. Las tejedoras de seda silvestre forman parte de este conjunto de habitantes, manteniendo una práctica que, como parte de una tarea familiar y comunitaria, requiere de una coordinación de esfuerzos. Ellas forman un grupo de diez mujeres de diferentes generaciones que residen en Santa Gertrudis, un paraje ubicado en la Sierra de Ancasti al este de la provincia de Catamarca, en la región conocida como NOA (noroeste de Argentina). La seda se obtiene a partir de una mariposa que empupa en la vegetación nativa. Este insecto forma una cápsula que queda colgada de las plantas hasta que escapa de ella volando luego de su metamorfosis (Jurado Cazaux y Zapata, 2018). La cápsula o capullo se cosecha y se cuelga, a modo de guirnaldas, en lugares frescos y secos, generalmente bajo los aleros de las casas para que la oruga cumpla su ciclo y nazca la mariposa. Luego se hierven los capullos con ceniza para poder ablandarlos y finalmente se hilan, obteniendo un finísimo hilo de seda que es usado para confeccionar delicadas prendas en el telar. El color de la seda varía según las plantas parasitadas por la oruga, desde el marrón oscuro al beige. Además, el hilado y tejido de lana de oveja, se suma a la diversificación de tareas que hacen posible la vida de las familias serranas.
La mayor parte de la población de Ancasti, sobre un total de 3000 habitantes1, mantiene una economía diversificada, ya que conservan lógicas productivas vinculadas al trabajo familiar y no remunerado, como en el caso de la ganadería extensiva, una actividad predominante y base de la economía campesina en la zona. Si bien la creciente sequía viene dificultando la continuidad de las prácticas agrícolas, hasta hace algunos años también se realizaban distintos tipos de siembra, especialmente de zapallo, maíz, y hortalizas. Estos saberes y prácticas productivas tradicionales, desde las últimas décadas, se vieron afectadas por la creciente presencia del Estado, especialmente a través de las políticas que incorporaron a gran parte de la población a empleos o becas municipales.
Los habitantes ancasteños desarrollan una producción ganadera, agrícola y artesanal, combinando esta actividad predial con venta estacional de fuerza de trabajo. Como peones rurales son contratados en fincas de la zona para realizar diversas tareas, tales como manejo de animales, construcción y/o reparación de alambrados y cercos, etc. A su vez, parte de estos pobladores son asalariados o “becarios” (complemento monetario proveniente de partidas y/o subsidios) bajo la órbita estatal que cumplen turnos de media jornada, por lo que complementan sus ingresos como peones rurales o realizando trabajos de albañilería y mantenimiento en las casas de fin de semana que empiezan a proliferar en los pequeños pueblos, como Anquincila y alrededores. Esta diversificación de estrategias económicas se lleva adelante por distintos integrantes del grupo familiar. Cabe destacar que, con el propósito de garantizar la subsistencia alimentaria, llevan adelante la cría de animales para la provisión de carne (vacunos, cabritera, porcina y aves de corral).
Otro segmento de la población ancasteña lo constituye una suerte de pequeña élite local, conformada por chacareros capitalizados dedicados a la producción ganadera en sus fincas, contando con contratación de mano de obra; siendo además propietarios de almacenes de ramos generales donde se abastece gran parte de la población local2. Estos chacareros están fuertemente vinculados a las actividades político-partidarias y han sido representantes del gobierno local en distintas funciones, períodos, y adscripciones partidarias.
Seda, monte, patrimonio y ancestralidad
Las mujeres de Santa Gertrudis se destacan por su gran habilidad técnica y por mantener viva una práctica que da cuenta de la relación y vínculo con el territorio que habitan, en una relación de intercambio, como entramado de vida que hace posible la producción de seda y la reproducción del coyoyo como “especie compañera”, en el sentido dado por Haraway (2019).
Cuenta Patricio Funes, un vecino de las tejedoras de seda, que cuando él era un niño los pobladores de Ancasti siempre andaban a caballo con una manta de coyoyo doblada en el apero. En ese tiempo, comenta Patricio, tejían las mujeres y algunos hombres, mientras que los niños se encargaban de recolectar los capullos en el monte. En cambio, en la actualidad solo algunas vecinas tejen y sus trabajos son elaborados con el fin de ser comercializados. Por otra parte, Josefa Quiroga nos comentaba que antaño las pequeñas aprendían a hilar observando a las tejedoras mayores, pero primero ellas comenzaban a tejer en el telar. Josefa es una tejedora de coyoyo de más de ochenta años, vecina de Santa Gertrudis. Ella nos explicó cómo preparaba la seda, y mostró cómo ablandaba los capullos con lejía (agua con ceniza) en un tarro de lata que calentaba en el fogón. Todo lo hacía con la ayuda de su nieta, llamada Florencia, quien estaba aprendiendo el oficio. También su madre, Elvira Bulacio, nuera de Josefa, posee una gran destreza para hilar la seda, haciendo hilos tan delgados como los de coser (Fernández, 2022a).
Aunque las técnicas se mantienen, las lógicas de producción y consumo van cambiando. No solo se teje, como antes, para el uso cotidiano doméstico sino principalmente para ofrecer las prendas en el reducido mercado turístico emergente. La venta de estos tejidos se realiza en las casas de las tejedoras aunque en algunas ocasiones son ellas quienes salen a participar de alguna feria. Como Elvira, que por su edad está en condiciones de aceptar las invitaciones. En estos casos, los viajes implican conocer lugares y personas diferentes y también ser valorada por su tarea.
Por otra parte, la iniciativa de criar en cautiverio las mariposas surgió recientemente, cuando las tejedoras comenzaron a detectar la escasez de capullos en el monte. Según el testimonio de Elvira, comentó su preocupación con técnicos que trabajaban en la zona (del ex Instituto de Agricultura Familiar Campesina e Indígena3) que le propusieron hacer una cría en cautiverio del gusano de seda tradicional de China, cuyo alimento son las hojas de morera. Para este fin presentaron un proyecto productivo, por el que cinco mujeres comenzaron la cría de gusanos de seda tradicional en habitaciones especialmente acondicionadas. Además, Elvira procuró activar por una vía distinta a la propuesta tecnológica de los profesionales4. Consiguió huevos del gusano nativo, que luego de nacer fueron resguardados en una jaula hecha de madera y malla mosquitera, mientras los alimentaba con ancoche, la planta donde ellos se crían en el monte. Por eso, también empezó a reproducir la planta en muchas macetas. Después de unos meses, los gusanos de seda nativa se encontraban empupando en una rama colocada en la jaula y esperaban que pronto aconteciera el nacimiento de las mariposas, dejando los capullos a disposición de la tejedora.
A su vez, este trabajo viene siendo reconocido a nivel provincial, valorado como “patrimonio inmaterial”. La obra de las maestras tejedoras dio sentido al proyecto denominado “Seda del monte, tesoro escondido”, destinado a salvaguardar la técnica de obtención de hilados y tejidos de seda silvestre. La propuesta consistió fundamentalmente en fortalecer al grupo “las chicas tejedoras”, conformado por cinco vecinas de Santa Gertrudis, y coordinado por Doña Paula Romero. El proyecto obtuvo fondos para la “Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial”, Crespial-UNESCO a fines del 2016 (El Esquiú, 2017). Sin embargo, al margen de esta valoración, consideramos que la patrimonialización no da cuenta de los agenciamientos territoriales locales en los que interviene la textilería de coyoyo, pues más allá de ser artesanías de alta calidad, los tejidos hablan de otras maneras de habitar y sentir el territorio. En el caso de las tejedoras, el textil de coyoyo encierra un cuerpo de conocimientos transmitidos de generación en generación, materializados a partir de las prácticas necesarias para recolectar el capullo, preparar el hilo y tejer la seda. En este caso, señalamos que los discursos patrimoniales de la posdisciplina arqueológica ponen al servicio del mercado turístico las investigaciones disciplinarias (Haber y Fernández, 2023) en un mecanismo que muestra y a la vez oculta los sentidos locales, las maneras otras de vivir en y con el territorio.
Pensamos en las tejedoras y en su labor, que implica mucho más que hilar y tejer. Su tarea se entrelaza en la crianza de otras vidas, como criar a los animales y cultivar la chacra. El tejido es parte de un entramado que va cobrando vida gracias a las manos que lo alimentan. Se entrelaza también con las abuelas que hacían ollas de barro, con abuelos que plantaron árboles frutales, con el vecindario, con quienes sembraron y cosecharon trigo y maíz, con las madres que partían los granos en el mortero de quebracho para preparar mazamorra. Todos estos, y muchos otros, son recuerdos que comparten doña Paula, Josefa y Martina, maestras tejedoras de Santa Gertrudis. De las conversaciones con las tejedoras surgen sus memorias como parte constitutiva del territorio vivido (Barabás, 2008), una territorialidad impregnada de experiencias y sentires de los habitantes de ayer y de hoy. Ellas conviven con habitantes de otros tiempos, como la difunta Salomé, tejedora de coyoyo, partera y curandera, y a quien se le prende una vela cuando se pierde algún animal para que propicie su encuentro. Además, doña Salomé fue maestra de las actuales tejedoras que, como doña Paula, practican y transmiten el conocimiento ancestral de hilar y tejer la seda silvestre (Fernández, 2021).
El tejido de seda nativa se recupera en el discurso patrimonial, soslayando las múltiples manifestaciones de la vida social de estas mujeres en la comunidad. Escuchándolas, nos preguntamos cómo se manifiestan las contradicciones entre los saberes que forman parte de sus tareas cotidianas, con las visiones hegemónicas sobre lo ambiental y lo cultural. Tenemos en cuenta que la violencia epistémica (Haber, 2015), encarnada en la academia y las instituciones gubernamentales, opera como mecanismo de invisibilización del conocimiento local, valorando un pequeño fragmento aislado del contexto. En contraste, nos implicamos para contraponer la mirada única y universal con el pluriverso que nos rodea, como plantea Escobar (2016).
Así, consideramos que el tejido puede servirnos como metáfora para dar cuenta del entramado comunitario que se va conformando para defender la vida, desde una perspectiva de ecología de saberes, construyendo politicidad popular en los territorios, como sostienen Gutiérrez Aguilar y otras (2017), frente al despojo y las violencias engendradas mediante el despliegue del sistema-mundo capitalista. Santa Gertrudis pasó a ser clave para comprender cómo se entrecruzan los sentidos locales, basados en la relacionalidad del habitar cotidiano en la comunidad local de seres, con los agenciamientos territoriales de la ciencia y el Estado, que vectorizan el espacio tiempo relacional y mercantilizan los seres que habitan en la comunidad local (Haber y Grosso, 2022). Los planes gubernamentales enuncian el reconocimiento de las tejedoras en términos de patrimonio intangible, circunscripto en la puesta en valor y la promoción turística. Pero a todo esto se suma, también propiciado por los distintos niveles de gobierno, la intervención del capital mediante el avance de proyectos corporativos de extracción de litio. Así, el Estado queda a ambos lados de la intervención, para, por un lado, hablar de protección del patrimonio y, por el otro, propiciar el sacrificio de los territorios que alimenten el denominado boom del litio (Haber y Fernández, 2023), tal y como también se ha pretendido en la sierra de Ancasti.
Litio, neo-extractivismo y sacrificio de los territorios
En el verano del año 2017 la empresa minera Recursos Latinos desarrolló la exploración de subsuelo (etapa anterior a la explotación), con un proyecto de extracción de litio en roca a menos de quinientos metros de la casa de las tejedoras de coyoyo, en Santa Gertrudis y también en otros lugares de la Sierra de Ancasti. Cuentan las vecinas y vecinos que primero los impactó el ruido que no paró durante días, el polvo suspendido en el aire se depositó en el monte y los animales se dispersaron, asustados como las personas. Finalmente, las máquinas se fueron, pero dejaron agujeros en el monte, y sobre todo la incertidumbre que se sumó al temor (Fernández y Verón, 2022).
El avance del neo-extractivismo minero en el territorio ancasteño tuvo como respuesta la resistencia comunitaria que comenzó a gestarse para defender el agua y el territorio, encabezada por la asamblea Ancasti por la vida y acompañada por otras asambleas socioambientales de la provincia de Catamarca; espacios donde se procuraba información y discutían los alcances y características de la globalización capitalista, de su anclaje en espacios cordilleranos, así como el avance de los proyectos de desarrollo. La irrupción de la minería de litio movilizó a los habitantes en la defensa territorial, al tiempo que se consolidó como parte de las propuestas de los gobiernos a nivel provincial, nacional e internacional, enunciada como una renovada posibilidad de desarrollo socio-económico enmarcado en una estrategia para la mitigación del calentamiento global y la crisis energética.
Para una comprensión de este panorama, nos apoyamos en estudios comparativos que vinculan lo acontecido en la Sierra de Ancasti con lo ocurrido en el Salar del Hombre Muerto (Fernández, 2022b) y otras explotaciones mineras en el corredor oriental de la cordillera andina, donde, tras más de veinte años de proyectos de explotación de litio se registró el despojo territorial así como el deterioro y la contaminación ambiental que dan cuenta del carácter depredatorio que implica la megaminería (Svampa y Viale, 2014, Göbel y Ulloa, 2014; Wagner, 2016; Jofré, 2019; y otros).
Asimismo, estas dinámicas territoriales desplegadas en el denominado “triángulo del litio” y asentadas en la transición energética empresarial de la sociedad post fósil (Aguilar y Zeller, 2012; Fornillo, 2015; Puente y Argento, 2015; Zicari, 2015; Lander 2023; Svampa, 2023) muestran como contraparte la resistencia de comunidades indígenas y campesinas del norte de Chile y Argentina denunciando los impactos (Marchesquiani, 2013; Gundermann y Gobel, 2018; Jeréz, 2018; Romero et al, 2019; Poveda Bonilla, 2020; y otros) y el sacrificio de los territorios como resultado.
En este sentido, la persistente colonialidad (Sheperd, 2015) que afecta a la naturaleza latinoamericana, en tanto realidad biofísica como configuración territorial, hace que esta aparezca ante el pensamiento hegemónico global y ante las elites dominantes de la región como un espacio subalterno que puede ser explotado, arrasado, reconfigurado, según las necesidades de los regímenes de acumulación vigentes, como lo señalara Alimonda (2011).
La mercantilización del territorio adquiere entonces otro sentido, el sacrificio en beneficio de la supervivencia planetaria para salir de la crisis energética donde, como se ha señalado para Catamarca (Haber y Fernández, 2023), se oculta en esta operación que son precisamente los sucesivos actos sacrificiales de la acumulación capitalista los que han conducido a la crisis ambiental y climática, para la cual se ofrece el mismo tipo de solución que ha originado la catástrofe.
Como es sabido, desde fines de siglo XX, se vienen produciendo un conjunto de transformaciones socio-económicas y políticas propias de un nuevo patrón de acumulación que, como continuidad del sistema-mundo-capitalista, en el campo latinoamericano se asientan en la profundización de un modelo neo-extractivista que en sus versiones agraria, energética y minera ha puesto a campesinos, agricultores familiares e indígenas ante nuevos desafíos, reactivando resistencias seculares en contextos de mayor violencia. Son variados los procesos de despojo y conflictos que han causado la organización de resistencias, que asumen un posicionamiento contra-hegemónico y que buscan otras formas de territorialización (Hocsman, 2014a; Hocsman 2014b), generando así nuevas tensiones territoriales (Porto-Goncalves, 2017) entre emprendimientos de tipo desarrollistas, frente a sentidos y dinámicas vernáculas.
En este marco, ubicamos la problemática del neo-extractivismo minero como un “modelo de desarrollo” que pone en evidencia múltiples impactos económicos, geopolíticos, ambientales, sanitarios y socioculturales en los territorios, instalando en casi 30 años un régimen minero como gubernamentalidad imperante en la provincia de Catamarca, con fuertes afectaciones bio-políticas (Machado Araóz, 2015). El concepto de “desarrollo” como fundador de la modernidad y sinónimo de dominio de la naturaleza, donde se incluye en esta a los grupos dominados, no puede escapar a la realidad que plantea un límite al crecimiento económico del capital.
La propuesta del “desarrollo sustentable” intenta recuperar el ideal de igualdad universal que encierra el “desarrollo” (todos los pueblos pueden desarrollarse), teniendo en cuenta la interacción entre el mundo humano y la naturaleza de una manera diferente. En sintonía con los discursos de sustentabilidad, las corporaciones apuntan a reconvertirse para ofrecer una propuesta reciclada de negocios: el mercado que se preocupa por la situación ecológica del planeta (Porto-Goncalves, 2001). Es evidente que el crecimiento económico y la extracción de materia y energía “sin límites” resulta insustentable. Sin embargo, la propuesta del “desarrollo sustentable” se asemeja más a una estrategia de marketing empresarial que a una verdadera transformación en las políticas de los estados nacionales que propicien la justicia social y ambiental así como la equidad económica.
Situar lo humano como parte de la trama de la vida, como propone Jason Moore (2020), lleva a repensar la naturaleza como matriz, como tejido entrelazado de materia viviente, donde los “límites” son apenas membranas porosas por las que fluyen materia y energía en sus formas más elementales y complejas. El capitalismo no es una exterioridad de la trama de la vida sino una forma de organizar la naturaleza y de organizarnos a nosotros en ella; un modo intrínsecamente destructivo y predador de organizar y producir la naturaleza. De esta manera, los “límites” son coproducidos a lo largo del capitalismo como ecología-mundo, enlazando la acumulación de capital, la búsqueda de poder y la producción de naturaleza como un todo orgánico (Moore, 2020).
Para finalizar, podemos adelantar algunas hipótesis sobre la merma de capullos, vinculando la escasez de gusanos de seda con las exploraciones de litio en roca, ya que coinciden los momentos de ambos eventos. En este sentido es importante señalar que los insectos actúan como indicadores ambientales frente a cambios drásticos, y en este caso el proyecto minero introdujo variables que pueden haber impactado en el equilibrio ecosistémico, como las luces y los fuertes ruidos de las máquinas perforadoras, que trabajaron durante veinticuatro horas por más de dos semanas. Además agregamos otro factor determinante como es el polvo en suspensión (producido por la perforación del subsuelo), que se depositó como una fina capa sobre el monte, causando en principio que los animales se alejen de las casas y los vecinos tuvieran que ir a buscarlos a más de un kilómetro de las casas, como relatan las tejedoras de seda.
Por otra parte, sumamos los impactos de la crisis climática que trajo aparejados períodos de grandes sequías así como el desmonte en los alrededores de la Sierra de Ancasti producto del monocultivo de soja y maíz transgénico que viene generando como consecuencia la reducción del espacio vital para que se desarrolle la reproducción de la vida en toda la región. En relación al desmonte, resultado del avance del agronegocio, pudimos registrar en diálogos con vecinas y vecinos del colindante departamento de Santa Rosa, al pie de la sierra, cómo grandes empresas se están adueñando de la tierra y el agua, perforando pozos sin autorización para abastecer los grandes cultivos, al tiempo que se observa la merma de las vertientes utilizadas por los pobladores locales. También alertaron sobre las enfermedades que comenzaron a incrementarse debido a las fumigaciones, ya que pudieron observar síntomas de envenenamiento en niñas y niños que residen en los campos cercanos a las zonas fumigadas.
Pensando en los impactos del agronegocio, y siguiendo a Gabriela Martínez Dougnac (2016), observamos que los suelos hasta hace poco marginales, como los del norte de la provincia de Córdoba, Santiago del Estero, Salta, entre otros, en buena medida cubiertos de monte nativo y ocupados por campesinos pastores que los destinaban con frecuencia al uso comunal para el pastoreo de ganados menores, se enfrentan a una gran transformación. El avance del capital, que impulsa el corrimiento de la frontera agrícola, determinó la expropiación de numerosos pobladores campesinos como también los desmontes, modificando radicalmente el uso del suelo. Estos son fenómenos que se han extendido aceleradamente durante las últimas décadas (Martínez Dougnac, 2016). En este escenario, explica la autora, el proceso en curso de acaparamiento y concentración del uso y la propiedad del suelo, que ingresó en una nueva y agresiva etapa a partir de los ‘90 y que continuó profundizándose, contribuyó a consolidar una estructura económica altamente concentrada y con fuerte presencia del capital extranjero (Martínez Dougnac, 2016).
Cierre e interrogantes
Más preguntas que respuestas surgen al pensar en los impactos que la exploración minera generó en los cerros, en el monte ancasteño y sus habitantes. El polvo en suspensión, las afectaciones en plantas y animales, y especialmente en los insectos, esos seres que sabemos actúan como indicadores ambientales frente a cambios drásticos. En Santa Gertrudis, podemos adelantar algunas hipótesis, tal como la que vincula la merma de capullos (donde empupan los gusanos de seda nativa) con las exploraciones de litio en roca, ya que coinciden los momentos de ambos eventos. Además, sumamos los impactos de la crisis climática que trajo aparejados períodos de grandes sequías así como el desmonte en los alrededores de la Sierra de Ancasti producto del monocultivo de soja y maíz transgénico que viene generando como consecuencia la reducción del espacio vital para que se desarrolle la reproducción de la vida en toda la región.
Queda pendiente traer la voz de las tejedoras para explicar los motivos que movilizan la incesante tarea que continúa vigente por más que los contextos de producción cambien, incluso desafiando la escasez de la materia prima para realizar sus tejidos. Sus prácticas van más allá de generar tejidos para el uso o la comercialización, y sus intentos por reproducir las mariposas nos muestran la conexión entre ellas y el monte que habitan. Nos llevan a pensar desde otras perspectivas, distintas maneras de continuar reproduciendo la vida en contextos donde los habitantes perciben que la misma se encuentra en peligro. Al parecer, la seda conecta el pasado con el presente y los futuros posibles.
Las tejedoras de seda nos muestran que criar y tejer la vida es algo simple y a la vez tan complejo, como alimentar los gusanos de seda hasta que empupen y formen sus capullos, para que después salgan volando en forma de mariposa y en su corta vida pongan huevos para continuar con el ciclo. Tan simple y tan complejo como llenar el patio de macetas hechas con botellas cortadas, y poner semillas de esas plantas que a los gusanos le gustan tanto, esas plantas que si no están en el monte no es lo mismo, como tampoco es lo mismo si no están los gusanos, como tampoco es lo mismo si no recordamos que alguna vez estuvieron por cientos, por miles, el monte y las mariposas, en una danza que dio vida al mundo que hoy conocemos.
Referencias Bibliográficas
1 Censo del 2010.
2 En estos comercios todavía persiste el sistema de “libretas” donde el dueño anota las compras que luego descontará del salario al peón rural, o que le pagarán a fin de mes cuando obtengan el dinero para saldar las deudas.
3 https://agenciatierraviva.com.ar/cierre-del-instituto-de-agricultura-familiar-despidos-masivos-y-un-gobierno-que-busca-arrasar-con-los-campesinos-e-indigenas/
4 Por su intermedio, se comunicaron con una conocida que vive en Salta, que por correo envió los huevos de gusano en un sobre. Cuenta Elvira que cuando fue al correo, se encontró con que los gusanos ya habían nacido durante el viaje.
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